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viernes, 28 de junio de 2019

EL PLANETA SE ASFIXIA DE CALOR

Fuente EFE
Con la llegada del verano, asistimos de nuevo a las olas de calor. Según los expertos llegarán a Europa cada vez más pronto y cada vez de forma más frecuente y devastadora. En Alemania se esperan temperaturas de 40ºC y noches de 25ºC; en nuestro país, el fin de semana nos deparará temperaturas por encima de ese valor en muchas regiones de España. En Francia temen que se repitan las consecuencias de la ola de calor que sufrieron en agosto de 2003, con 15.000 muertes.

La AEMET ha contabilizado, con ésta, una decena de olas de calor que hayan tenido lugar en junio, desde 1975, fecha en que comenzaron a registrarse estos fenómenos. Pues bien, de esas 10 olas de calor al comienzo del verano, cinco han tenido lugar en esta década. Las olas de calor en junio son especialmente graves, por la larga duración de los días, que provoca que se prolonguen las altas temperaturas hasta bien entrada la noche. Los expertos calculan que se superará en 10ºC la temperatura normal para esta época del año.

A nivel mundial, el pasado día 8 de junio se alcanzó el récord absoluto de temperatura planetaria en Kuwait, con 52.2 grados centígrados a la sombre y 63 bajo la luz directa del sol, causando cinco muertos y frecuentes deshidrataciones. Para este verano, se espera que este país árabe alcance los 68ºC al sol. En la India se han producido 78 muertes debido a golpes de calor. Al otro extremo del mundo, los informativos de televisión difundían la imagen viral de un trineo tirado por perros en Groenlandia que, en vez de avanzar sobre la nieve, lo hacia sobre un manto de agua procedente del deshielo.

No vamos a insistir más en las causas últimas de estos fenómenos que se repiten año tras año en Europa y el resto del mundo. Ya se empieza a hablar de los "estragos del cambio climático". Entre otros, los incendios forestales, las sequías y los recortes en los suministros de agua potable, sobre todo en los países en desarrollo. En algunos países europeos, el año pasado, varias centrales nucleares tuvieron que parar su actividad por el calentamiento de las aguas de los ríos colindantes, incapaces de refrigerar suficientemente los reactores. Un estudio de la revista Nature Energy de 2017 advertía sobre las consecuencias que el cambio climático provocará sobre la producción de electricidad basada en el agua, ya que se prevé que, en 2030, hasta 54 cuencas hidrográficas en Europa reducirán su caudal.

Pero no todo el mundo hace caso a las advertencias de la comunidad científica ni a los datos objetivos. Ya sabíamos que Donald Trump niega el cambio climático; ahora niega hasta la existencia del clima. El mandatario norteamericano afirmaba recientemente en su cuenta de Twitter que "No vivimos en el medio ambiente, vivimos en América", donde también ha afirmado que "puede que haga frío o calor, pero eso no implica que lo que llaman temperatura sea real". O también "Cae agua del cielo, pero eso no es una prueba de que haya un sistema que conecte el mar, la evaporación y las nubes en una especie de conspiración complejísima. Es todo una patraña". Todo un figura.

Mientras tanto, el gobierno murciano, aún pendiente de entrar en funcionamiento por el apoyo (o no) de la extrema derecha, también piensa que eso del cambio climático no va con ellos, que las cuencas del Tajo o del Ebro son inagotables y que se puede extraer de ellas y de las aguas subterráneas toda el agua que se necesite, tal y como recoge el acuerdo firmado entre el PP y Cs en la Región de Murcia. Y siguen exigiendo agua, aunque sea para dejar abandonados los cultivos, como ha ocurrido recientemente en Yecla, donde se han dejado pudrir 35 hectáreas de lechugas, para cuyo crecimiento se utilizaron 120 millones de litros de agua, cantidad equivalente, según dijo el portavoz de la Plataforma Ciudadana Salvemos el Arabí y Comarca, colectivo denunciante de este hecho, a que "alguien se dejara el grifo de la cocina abierto 24 horas al día, 365 días al año, durante 38 años ininterrumpidamente".

¿Cuándo se darán cuenta nuestros gobernantes de que sin un golpe de timón brusco y un cambio en el modelo económico iremos abocados a que, verano tras verano, suframos sucesivas olas de calor y sus efectos colaterales? Y, lo que es peor, que podamos traspasar un punto de no retorno, situado por los expertos en en año 2035. A la vuelta de la esquina, como quien dice.
Articulo aparecido en eldiario.es:

lunes, 25 de febrero de 2019

HUELGA POR EL CLIMA

Fuente: EFE
Mientras en España seguimos mirando nuestro ombligo, hablando sobre Venezuela, Cataluña, la última salida del tiesto del líder de la oposición o la desunión de la izquierda, en el resto de Europa la sociedad se moviliza por el reto más importante del siglo XXI, el cambio climático. La comparecencia de la joven activista sueca de 16 años Greta Thunberg en el transcurso de la Cumbre por el Clima de Katowice (Polonia) el pasado mes de diciembre, junto a su determinación a la hora de plantarse todos los viernes del año desde el pasado mes de agosto frente al Parlamento sueco para llamar la atención sobre el cambio climático han provocado que miles de jóvenes de toda Europa hayan iniciado una serie de manifestaciones en Bélgica primero, seguida de otras convocatorias en Francia, Suiza, Alemania, Holanda y Reino Unido.

Las manifestaciones multitudinarias en Bruselas, llegando a más de 70.000 jóvenes el pasado día 27 de enero, coordinadas por tres mujeres de entre 17 y 19 años, repitiéndose casi a diario en Bélgica, se han extendido no sólo a Europa, sino a todo el mundo, de París a Sidney, pasando por Bangkok, movilizando a cientos de miles de personas para luchar contra el cambio climático. Sin embargo, en España no se ha extendido este movimiento juvenil, y es necesario preguntarse el porqué.
2018 ha sido el cuarto año más cálido desde 1880, según el Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), sólo por detrás de 2016, 2017 y 2015, y los datos prevén que, debido al fenómeno de El Niño, los efectos del cambio climático se acentúen, pudiendo ser el presente año 2019 el más caliente de la serie histórica, según un estudio reciente publicado en la revista Geophysical Research Letters.
En las agendas de las principales organizaciones sindicales y en los medios de comunicación españoles no se habla prácticamente nada de este movimiento capitaneado por la juventud europea. Pareciera que no nos incumbe, que lo del cambio climático sigue siendo una quimera para muchos, un tema secundario que aparece en las secciones de ciencia de la prensa escrita y digital, sin apenas repercusión en nuestras vidas.
Pero la juventud europea nos está dando una lección. Para el próximo 15 de marzo hay prevista una huelga mundial por el clima, organizada por jóvenes cansados de que los adultos sólo hablemos pero no actuemos para cambiar la situación. El manifiesto que acompaña a la convocatoria de huelga advierte que “los dirigentes del mundo deber demostrar su compromiso por una transición ecológica equitativa entre ricos y pobres”, y dan de plazo hasta el 15 de marzo para que “se presente un plan a la altura de las exigencias del IPCC” (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), invitando “a todos y todas a abandonar las aulas para ir a su encuentro y comprobar si los adultos han hecho los deberes”.
Los organizadores del evento exhortan a la juventud a “tomar a los adultos de la mano y decirles de ir con vosotros, decirles que os necesitamos para tener simplemente la oportunidad de sobrevivír al futuro”.
Como decía la joven activista sueca, los políticos “les han ignorado en el pasado y les volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”.
Ojalá que ese empuje de la juventud europea impregne a la española.
Artículo aparecido el 9/2/2019 en eldiario.es:

lunes, 20 de marzo de 2017

LOS RÍOS COMO SUJETOS DE DERECHO

Una noticia ha pasado desapercibida entre la avalancha de corrupciones políticas (en las que la Región de Murcia ha sido una de las tristes protagonistas), elecciones en países europeos (como en Holanda donde, por cierto, los verdes han experimentado una subida espectacular) o la última pifia del presidente Trump. Resulta que, por primera vez en el mundo, un río neozelandés, el Whanganui, ha sido reconocido como sujeto de derecho, al serle otorgada la personalidad jurídica. Es decir que, a partir de ahora, podrá ser representado en un juicio, podrá denunciar a través de representantes legales a todas aquellas personas o empresas que pretendan atentar contra él; y este río (el tercero en longitud del archipiélago) será reconocido como un ente completo, desde su nacimiento hasta su desembocadura, afluentes incluidos. Esto está relacionado además con el hecho de que los maoríes, los indígenas de Nueva Zelanda, llevaban 160 años pidiendo el reconocimiento del río como una entidad viva.
“Frente a la consideración del río como un ser vivo íntegro por los maoríes, el ser humano occidental le niega esa condición, reclamando “agua de donde sobra a donde falta” y considerando que los ríos “tiran el agua al mar”, entre otras lindezas”
Qué diferente al tratamiento que han recibido y reciben en España los ríos. Se les fragmenta con multitud de embalses, rompiendo sus características ecológicas como un continuo, se trasvasa agua de una cuenca a otra sin ningún miramiento, causando multitud de impactos, desde el paisajístico, con la construcción de enormes muros de hormigón, hasta la modificación del proceso natural de erosión y transporte de sedimentos, el régimen de caudales y la calidad del agua, la obstaculización del movimiento natural de la flora y la fauna autóctonas y el aceleramiento de la adaptación de especies exóticas. Cada comunidad autónoma por la que discurren se cree con derechos adquiridos sobre la porción de río que les toca, entrando continuamente en conflicto con la región adyacente o el país vecino por el uso del agua. Pero lo más flagrante es el hecho de que, en nuestro país, se tiene una concepción materialista y economicista de los ríos, siendo tratados como meros recursos naturales, es decir, como fuentes de riqueza, al extraer agua de ellos como si de simples canales de riego se tratara, además de ser canalizados, desprovistos de su vegetación de ribera y ser objeto de vertidos contaminantes, entre otros.
La concepción que de los ríos tenemos en el mundo occidental en general, y en España en particular, está directamente asociada con el hecho de que nuestra especie, al menos en nuestro entorno más inmediato, se ha alejado de la naturaleza, perdiendo nuestra relación íntima con este tipo de ecosistemas. Frente a la consideración del río como un ser vivo íntegro por parte de los maoríes, el ser humano occidental le niega esa condición, reclamando “agua de donde sobra a donde falta” y considerando que los ríos “tiran el agua al mar”, entre otras lindezas.
"Ignorar a los ríos y zonas húmedas, o maltratarlos, puede acarrear consecuencias indeseables difíciles de calibrar"
A la apreciación de los ríos como sujetos de derecho se suma, últimamente, la consideración, por parte de algunos tribunales, de los grandes simios como “personas no humanas”, es decir, también merecedores de derechos y deberes, por ser seres inteligentes y sensibles que merecen un respeto, actitud que se ha perdido en la civilización moderna, pero no en pueblos milenarios como los indígenas amazónicos. Algo está cambiando, desde luego.
Estos hechos nos deben hacer reflexionar sobre cómo en Occidente, al contrario que en las culturas más antiguas, más conectadas con la naturaleza, no somos conscientes de los servicios que nos brindan los ecosistemas fluviales, como ser fuente de alimentos, de conocimientos científicos, de energías renovables, de fertilidad del suelo, de biodiversidad, etc., además del disfrute estético que nos ofrecen. Ignorar a los ríos y zonas húmedas, o maltratarlos, puede acarrear consecuencias indeseables difíciles de calibrar, cosa que culturas como la maorí entienden perfectamente, y de los que deberíamos aprender.
Artículo `publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

jueves, 16 de junio de 2016

EL PAISAJE SONORO, INDICADOR DE LA SALUD DE LOS ECOSISTEMAS


Recientemente ha aparecido en los medios una noticia que ha pasado desapercibida entre la vorágine de la campaña electoral, las últimas declaraciones de los líderes políticos (porque todos son hombres) y las insufribles tertulias sobre los resultados futbolísticos de “la roja”. El músico y ecologista norteamericano Bernie Krause se ha dedicado durante décadas a grabar los sonidos de la naturaleza, a lo largo y ancho del planeta. Su catalogo incluye miles de horas de grabación de sonidos procedentes de más de 15.000 especies animales terrestres y marinos (sonidos a los que llama biofonías), pero también de sonidos producidos por la parte no biológica de los ecosistemas (las geofonías) y sonidos no musicales producidos por el ser humano (las antrofonías, más comúnmente conocidas como ruido). Estos tres factores, combinados entre sí, forman lo que se llama el paisaje sonoro.
“La extinción de especies en las ciudades ya se comprueba con la reducción de las poblaciones de gorriones, de algunas rapaces o la desaparición de las abejas”
Pues bien, se ha hecho público un fenómeno que ya sabemos por los estudios científicos, pero es la primera vez que esto se pone de relieve a través del sonido (aunque más bien deberíamos decir de su ausencia): la desaparición a marchas forzadas de miles de especies, debido principalmente al cambio climático, a la explotación de los recursos naturales y a la destrucción de hábitats. Krause grabó de forma periódica el paisaje sonoro del Parque de Sugarloaf Ridge, en California, entre 2004 y 2014. La audición de esas grabaciones nos informa de un hecho espeluznante. En esos 10 años, se ha pasado de una mezcla cacofónica de sonidos de aves, sobre todo (aunque también de otros grupos que contribuyen de un modo menos evidente al paisaje sonoro, como anfibios, reptiles o insectos, entre otros) a la casi totalausencia de sonidos, reflejándose la extinción de especies de un modo dramático, a través del silencio. De hecho, el propio Krause reconoce que el 50% de los sonidos naturales captados y registrados por él desde los años 60, o bien han desaparecido, o bien han sido radicalmente modificados por la acción humana. Los estudios científicos predicen que en 2050, la cuarta parte de las especies habrán desaparecido, muchas de ellas sin que ni siquiera las hayamos descubierto.
A nivel más cercano, es evidente que el paisaje sonoro de nuestras ciudades y campos se ha visto modificado de modo palpable. Las amenazas que sufren el lobo ibérico, el oso pardo, el águila imperial o el urogallo, por citar algunos de los más espectaculares, transforman el paisaje sonoro de los ecosistemas naturales. Aunque estas especies constituyen la punta del iceberg. Se calcula que más de 150 especies animales están en riesgo de desaparición en nuestro país. Las ciudades también sufren el impacto sonoro de la extinción. La transformación de paisajes silvestres, eliminando árboles viejos con oquedades, suprimiendo la vegetación de ribera de los ríos, la contaminación atmosférica y la lumínica, la fumigación de parques y jardines, la excesiva siega del césped de los jardines, la urbanización salvaje sin orden ni planificación, el diseño de plazas desprovistas de arbolado, son factores que contribuyen a reducir la biodiversidad urbana, como ya se comprueba con la reducción de las poblaciones de gorriones, de algunas especies de rapaces o la desaparición de las abejas.
De seguir así, dentro de poco, en nuestras ciudades habrá desaparecido el sonido de las aves, y solamente tendremos que sufrir el ruido del tráfico motorizado y de las obras. Como el propio Bernie Krause afirma, “si se dice que una imagen vale más que mil palabras, un paisaje sonoro vale más que mil imágenes”. El paisaje sonoro es la plasmación sensorial del estado de salud de los ecosistemas. Cuanto mayor sea la variedad y riqueza del abanico de sonidos naturales que nos rodea, mayor será la evidencia del buen estado de conservación de la naturaleza. No dejemos que los paisajes sonoros se empobrezcan.
Articulo publicado en La Cronica del Pajarito:


domingo, 13 de diciembre de 2015

UN ACUERDO INSUFICIENTE


Tras dos semanas de interminables sesiones de trabajo, la COP21, la Cumbre del Clima que se ha celebrado en Paris desde el pasado día 30 de noviembre, se ha cerrado, como muchos grupos ecologistas y ambientalistas temían, con un acuerdo claramente insuficiente. Si el texto cita un compromiso para conseguir que el aumento de la temperatura media del planeta esté por debajo de los 2ºC respecto a los niveles pre-industriales, incluso llegando a 1,5ºC, lo cierto es que, para que se cumpla ese objetivo, las economías del mundo deberían iniciar ya la transición ecológica y el abandono de los combustibles fósiles, cosa que las grandes potencias no parece que estén dispuestas a ello.
Además, establece el objetivo de llegar a una “tasa cero emisiones netas” a finales del siglo. Esto, según las organizaciones ecologistas, además de remitirnos a una fecha demasiado lejana, es una trampa, pues permite que se sigan emitiendo gases de efecto invernadero, siempre y cuando se vean compensadas por la captura y almacenamiento de CO2 a través de la geoingeniería y otros medios, tecnologías que aún no están a punto y que plantean serias dudas de sus efectos sobre el planeta.
Todos los representantes de ONGs ecologistas presentes en la cumbre están de acuerdo en que para llegar a cumplir el objetivo de no superar los 2ºC de aumento de temperatura, es necesario dejar en el subsuelo las fuentes no renovables de energía (carbón, gas y petróleo) que aún quedan, e iniciar un cambio radical en nuestro modo de vida, sobre todo en los países desarrollados.
Otro triunfo de los lobbies de la energía es haber excluido del acuerdo final cualquier mención a la contribución del transporte marítimo y la aviación a las emisiones, cuando suponen hasta el 10% del total de los gases emitidos a la atmósfera. El retraso en la revisión del grado de cumplimiento del acuerdo hasta 2020 es otro de los obstáculos que el texto final introduce, pues no garantiza que los países cumplan lo que han firmado hasta dentro de cinco años, plazo suficiente para que la situación climática se agrave aún más.
La negativa de China e India, sobre todo el primero de ellos, a ser considerados como países desarrollados, por lo que sólo pueden aplicar medidas voluntarias para mitigar el calentamiento global, es otro de los fiascos de la cumbre. No es de recibo que quieran ser calificados como países “en vías de desarrollo”, cuando China es la segunda economía mundial y el mayor emisor de gases del planeta, siendo responsable de la cuarta parte de la emisión mundial de CO2, por delante de EEUU, que emite el 15% del total de gases. A esto se añade que los pequeños países en vías de desarrollo, más sensibles a los efectos perjudiciales del cambio climático, reclaman una mayor financiación por parte de los países desarrollados para mitigar las consecuencias del calentamiento global, de las que no son directamente responsables.
Como dato positivo, hay que resaltar que, a diferencia de cumbres anteriores, el acuerdo, aunque de mínimos, ha sido ratificado por todos los países presentes en la cumbre, lo que es un avance y un primer paso para que, en un futuro no muy lejano, se consiga de una forma decidida revertir el cambio climático.
A pesar de que Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores de Francia y anfitrión de la Cumbre del Clima, haya calificado de “histórico” este acuerdo, con su firma no se garantiza que no continuemos con nuestra marcha acelerada hacia el muro del colapso; tal vez, como mucho, seremos conscientes de que debemos levantar el pie del acelerador.
Artículo aparecido en La Crónica del Pajarito:

jueves, 26 de noviembre de 2015

MARCHEMOS POR EL CLIMA

Una cosa está clara. Los mensajes relacionados con el cambio climático no hacen mella en la mayoría de la población. Que los casquetes polares se están reduciendo a marchas forzadas, acelerando la elevación del nivel del mar, que sufrimos veranos cada vez más extremos, con lluvias cada vez más escasas; advertir del aumento de la temperatura media de la Tierra, acercándonos a la cifra fatídica de los 2ºC, momento en el que las consecuencias del cambio climático serán irreversibles; comprobar que España es el país de la Unión Europea que más aumentó sus emisiones de gases de efecto invernadero en 2014 y que, a pesar de la caída en combustibles fósiles, se usó un 8% más de carbón; relacionar los conflictos bélicos actuales con el acceso a los recursos energéticos del subsuelo (principalmente petróleo y gas), con consecuencias de triste actualidad como las miríadas de refugiados, en un mundo abocado tarde o temprano a una situación post-fosilista… Todos esos mensajes, tachados de “apocalípticos” por parte de los escasos negacionistas del cambio climático que aún quedan, no consiguen concienciar a la sociedad occidental de la urgencia de acometer medidas para revertir la situación climática del planeta.
El cambio climático excede lo ambiental, va ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias
Es significativo que ni siquiera la encuesta del CIS cita al cambio climático como problema a tener en cuenta, siendo lo que más se aproxima unos genéricos “problemas ambientales” (bastante abajo en la lista de preocupaciones de la sociedad española, por cierto), cuando el cambio climático excede en mucho lo ambiental, estando ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias, en cuanto a consecuencias para el ser humano se refiere.
Precisamente es en lo económico donde más vamos a sufrir los efectos del calentamiento global. En España, esto se verá reflejado en una serie de costes económicos como la aportación de miles de millones de euros de dinero público dedicados al arreglo de desperfectos en infraestructuras y viviendas debido a catástrofes naturales (inundaciones, tornados, incendios) y a resarcir al sector agrícola y ganadero por sequías, tormentas, granizadas o plagas; sólo la importación de combustibles fósiles nos cuesta a los españoles 45.000 millones de euros al año (unos 1.000 euros por habitante). El turismo, tanto de costa como de montaña, se verá afectado por las olas de calor y la falta de nieve, así como sectores como el vitivinícola. En conjunto, el cambio climático tiene su traducción en la economía, reduciendo la riqueza general expresada en disminución del PIB a niveles que algunos estudios, como el informe Stern, cifran hasta en un 20%.
Este fin de semana tendremos la oportunidad de exigir a los gobiernos, que se reunirán a partir del lunes en París en la Cumbre del Clima, que se tomen en serio el fenómeno del cambio climático. Sólo con la inversión del 1% del PIB, por parte de los países desarrollados, destinado a la disminución de las emisiones de gases es posible revertir la situación. Y no sólo por razones de reducción de la biodiversidad, pérdida de hábitats, aumento de especies invasoras, disminución del agua disponible y otras consecuencias ambientales, sino directamente porque afectará a nuestro bolsillo. Si crees que son razones suficientes, acude el próximo domingo 29 de noviembre a la Marcha Mundial por el Clima, que se celebrará simultáneamente en cientos de ciudades en todo el planeta y, en nuestra región, en Murcia (Plaza Circular) y Cartagena (Plaza Héroes de Cavite), ambas citas a las 12 de la mañana.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 16 de septiembre de 2015

MIGRACIONES Y CLIMA: DOS RAZONES PARA CEDER SOBERANÍA

Una de las imágenes más impactantes de la historia fue cuando en 1969 el astronauta Neil Armstrong mostró al mundo nuestro planeta desde la superficie lunar, como una esfera que flota en la inmensidad del universo. En ella se percibe el azul del mar, cubierto de nubes, entre las cuales se adivinan porciones marrones de tierra firme. Decenas de fotografías de la Tierra desde el espacio nos han desvelado una verdad inmutable: que las fronteras no son sino artificios creados por el ser humano para separar y segregar, y que su existencia ha sido y es fuente de conflictos armados y que constituyen barreras, casi siempre infranqueables, para las personas, aunque no para los capitales.
La existencia de los Estados-nación ha sido, a menudo, el pretexto para subyugar a sus vecinos y expoliar los recursos naturales, si son de terceros países, mejor, en base a una supuesta superioridad moral y económica. La explotación del subsuelo en el Próximo Oriente, África o Sudamérica, en forma de petróleo, gas o productos de la minería, por parte de países occidentales, a través de multinacionales, la sobrepesca de los caladeros por barcos con pabellones de conveniencia contra los que no se puede actuar, o la compra de tierras africanas para el cultivo de biocombustibles por parte de países del Golfo Pérsico, Europa o Asia, en detrimento de las poblaciones locales, son ejemplos de cómo los Estados-nación actúan impunemente en base a su soberanía y al derecho de no-injerencia.
Estos meses estamos asistiendo impotentes al mayor movimiento de personas refugiadas que huyen de la guerra y de la miseria desde hace años, y comprobamos cómo las fronteras de Europa son un impedimento para resolver esta tragedia, y cómo la falta de solidaridad por parte de los gobiernos de los países europeos no hace sino agravar la situación, sin que los 28 integrantes de la UE lleguen al acuerdo necesario para acoger a los refugiados. No sólo la defensa de los derechos humanos debe hacernos reflexionar sobre el papel de los Estados-nación en un mundo globalizado. La crisis ecológica que sufre el planeta, muy relacionada con la crisis humanitaria, obliga a repensar cuál es la mejor manera de abordar la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales. El Estado individual no nos protege de las amenazas que se ciernen a nivel planetario, como el cambio climático. Las acciones que se realizan en un lugar, como las emisiones de gases de efecto invernadero o la destrucción de los bosques tropicales, afectan no sólo a esos países sino a la totalidad del planeta.
La soberanía de los estados como pretexto para no actuar parece que es un tabú que no puede ser violado, pero las situaciones de emergencia humanitaria y climática en la que estamos inmersos no puede ser resuelta en el marco de los Estados-nación, porque sólo representan respuestas parciales e insuficientes. La defensa de los Derechos Humanos y la salvaguarda del planeta exigen una respuesta ágil desde ámbitos supranacionales, a condición de que los estados cedan parte de la soberanía para resolver esos dos grandes retos.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:



jueves, 4 de junio de 2015

UNA ALIANZA POR EL CLIMA


Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, dos noticias me han llamado la atención esta semana en la prensa regional. Por un lado, la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), a través de su presidente, Miguel Ángel Ródenas, advierte de que la sequía “va avanzando y a peor, y puede ser muy larga”. Por otro lado, según la web eltiempo.es, “la primavera está siendo más cálida y seca de lo normal: el pasado abril fue el cuarto más cálido desde 1961, con escasas lluvias, y mayo ha destacado por sus altas temperaturas, con récords superiores a los 40 grados” en algunas zonas, como hemos podido comprobar en nuestra región hace un par de semanas. Además, la meteoróloga Mar Gómez, de dicha web, afirma que “se prevé que en Europa se registren temperaturas veraniegas más altas de lo normal en zonas del sur y el este del continente, incluidas la cuenca del Mediterráneo y áreas del este de España, sur de Francia, Italia, los Balcanes y este y oeste de Turquía”, en relación a la media de los años comprendidos entre 1981-2010.

Estas dos noticias son dos indicios más que fundados de que el cambio climático está actuando y de que en nuestra región ya estamos sufriendo sus consecuencias. Ya teníamos datos suficientes para afirmar esto, como que el año 2014 ha sido el segundo año más cálido en España, con una temperatura media de 15,96o C, que supera en 1,33oC al correspondiente valor normal (período de referencia 1971-2000), sólo muy ligeramente por debajo del año 2011 (Tª media de 16,00o C) y algo por encima del 2006 (Tª media de 15,89o C).

A nivel internacional, la ola de calor que está sufriendo la India, con temperaturas por encima de los 45C, que ha provocado más de 2.300 muertos, es una prueba más de que el calentamiento global es un hecho palpable. Según Greenpeace, las investigaciones más recientes muestran que las olas de calor son cinco veces más frecuentes de lo que serían si no existiera el calentamiento provocado por el ser humano, y la posibilidad de que las olas de calor estén siendo causadas por el cambio climático es de un 80%. De acuerdo a la organización, de no limitar las emisiones de dióxido de carbono, se prevé que las olas de calor serán en 2040 doce veces más frecuentes que en la actualidad. Sólo un puñado de científicos que trabajan a sueldo de las compañías petroleras se atreven a negar el fenómeno más grave que está ocurriendo en este siglo, cuyos efectos vemos todos los días en las noticias de la televisión: inundaciones, tornados, temperaturas extremas, cosechas destruidas.

Afortunadamente, la sociedad civil se está movilizando para que este tema esté en la agenda de todos los gobiernos, como se ha verificado esta misma semana, en que 400 organizaciones españolas (que representan al movimiento ecologista, sindical, de cooperación al desarrollo, ciencia e investigación y consumidores) se han unido en una Alianza por el Clima, con el objetivo de sensibilizar a la sociedad de la necesidad de que se alcance un acuerdo global en la próxima Cumbre del Clima de Paris (COP21), que se celebrará el próximo mes de diciembre.

Esta cumbre, auspiciada por la ONU, constituye tal vez la última oportunidad de que se llegue al compromiso de todos los gobiernos, sobre todo del llamado primer mundo, pero también de los países emergentes, de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y detener el aumento implacable de la temperatura global, condición indispensable para que nuestro futuro no se vea comprometido.

Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/06/una-alianza-por-clima

jueves, 9 de abril de 2015

EL CAMBIO CLIMÁTICO, PARA TOMÁRSELO EN SERIO


El próximo 22 de abril se celebra el Día de la Tierra, una de esas celebraciones instauradas por la ONU cuyo objetivo es concienciar a la sociedad de la interdependencia entre los seres humanos, las demás especies y el planeta. Esta celebración, como muchas de las que están relacionadas con el medio ambiente, no pasa de conmemorarse, en el mejor de los casos, con unas pocas palabras dichas por el ministro de turno, o con las rápidas declaraciones de una representante de un grupo ecologista en la sección de sociedad del telediario, antes de los deportes. En los medios escritos, estas noticias aparecen en la sección de Medio Ambiente, como si estuviera desvinculado de cualquier otro aspecto. Sin embargo, su lugar debe ser la portada, y en segundo lugar, la sección de Economía.
Un informe sobre la percepción y los impactos del cambio climático en Europa, realizado por un experto del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) para el partido verde español EQUO, revela que de aquí a 2050 los cultivos en los que España es lider, como el vino, el aceite de oliva o las naranjas, se verán afectados por este fenómeno, al modificarse las condiciones en las que se desarrollan, siendo las zonas actuales de cultivo de esos productos no aptos para ello, por la elevación de las temperaturas, la menor frecuencia de precipitaciones o el aumento en el número de inundaciones. Así, las miles de hectáreas de olivos, vides y naranjos de provincias como Jaén, La Rioja o Valencia verían cómo las cepas y árboles se secan, arruinando a miles de familias. Otro sector primario como es la pesca se verá dañado, tanto en su vertiente de captura como en la acuicultura, debido tanto al aumento de la temperatura del agua como a su mayor acidificación. Además, el turismo, la otra gran industria de nuestro país, y motivo de declaraciones triunfalistas de los dirigentes políticos, también sufrirá por el cambio climático (temperaturas extremadamente altas en verano, menos nieve en invierno...).
Mientras que el 97% de los científicos que tratan este tema están de acuerdo con que el cambio climático está siendo acelerado peligrosamente por las actividades del ser humano, y se verifican miles de estudios que confirman este fenómeno, vemos a menudo cómo estas predicciones son tachadas de “catastrofistas” y “ocurrencias de ecologistas”, porque van en contra de la zona de confort de nuestra visión de las cosas. Sin embargo, cada vez es más frecuente oir decir a personas mayores que “nunca en la vida han visto que hiciera tanto calor en esta época del año”, o que “nunca habían visto el nivel del agua del río tan alto”.
Sólo cuando los poderes públicos se tomen el asunto del cambio climático como lo que es, un problema de primera magnitud que repercutirá en los aspectos económicos de todo un país, y los medios de comunicación lo reflejen como se merece, no sólo por sus consecuencias (inundaciones, sequías, nevadas) en la sección de sucesos, sino como un fenómeno contra el que hay que luchar de forma global, estaremos en condiciones de decir que aún estamos a tiempo de revertirlo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:


miércoles, 11 de marzo de 2015

LA LECCIÓN NO APRENDIDA DE FUKUSHIMA


El 11 de marzo se cumplen cuatro años de la catástrofe nuclear de Fukushima, en la que la central sufrió daños muy severos como consecuencia del terremoto y posterior tsunami que asoló el noreste de Japón ese día. A consecuencia de ese desastre, se emitió a la atmósfera una cantidad indeterminada de gases radiactivos que recorrieron el planeta, siendo detectados hasta en España, además de vertidos radiactivos al mar, la muerte directa de decenas de personas y la evacuación de cientos de miles de habitantes a 30 kilómetros a la redonda de la central, declarándose como “zona muerta” ese área.
Es una ocasión para recordar los peligros de la energía nuclear, de los que en España no somos ajenos, sobre todo por nuestra situación en una zona de alta actividad sísmica, como se ha demostrado recientemente con el terremoto de Ossa de Montiel, de una intensidad de 5,2, o el de Lorca, de 5,1 de magnitud, ocurrido justo dos meses después del terremoto de Japón. De las seis centrales nucleares en activo actualmente en nuestro país, la más antigua de ellas, Garoña, puesta en funcionamiento en 1971, es gemela de la que sufrió el accidente en Fukushima. Aunque cesó su actividad en 2012, el gobierno de Rajoy pretende reabrir la central de Garoña para prolongar su vida útil hasta los 60 años (es decir, hasta 2031), a pesar de las dudas en seguridad que esta central suscita, y de que está ampliamente amortizada. Afortunadamente, las oposición en pleno (salvo CiU y UPyD) se comprometió en diciembre de 2014 a no reabrir Garoña en el caso de que el PP dejara el poder.
Se calcula que las nucleares españolas han cobrado en concepto de amortización de la inversión más de 22.000 millones de euros, a partir de la moratoria nuclear de 1984, una gran parte de esa cantidad asumida por los consumidores a través del recibo de la luz. La apuesta por parte del gobierno popular por las energías “sucias” se pone una y otra vez de manifiesto por su intención de alargar la vida útil de las centrales nucleares, por permitir las prospecciones petrolíferas en Canarias (sin resultados) y la extracción de gas subterráneo por el método del fracking, y por aprobar los recortes a las renovables, acusándolas de todos los males (especialmente del llamado “déficit de tarifa”).
La última escenificación de este apoyo a las fuentes de energía contaminantes se vio la pasada semana con la firma de unos acuerdos entre España, Francia y Portugal, por los que se establecerán conexiones energéticas (principalmente por medio de gasoductos) entre los tres países para que la Península Ibérica deje de ser “una isla energética” y para “abaratar el precio de la energía a los ciudadanos”. Por cierto, que España contribuirá con 1.500 millones de euros a esa interconexión.
Cuatro años después de la catástrofe nuclear de Fukushima, no parece que nuestros gobernantes tengan la más mínima intención de iniciar la transición hacia fuentes de energía 100 % renovables, cosa perfectamente posible en España, según varios estudios, para el horizonte de 2050. Al contrario, se persevera en los errores, poniendo en peligro a los habitantes de nuestro país y con costes económicos y ambientales demasiado elevados. ¿Estamos dispuestos a asumirlos?
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito: