viernes, 24 de julio de 2020

SPAIN IS STILL DIFFERENT

En los años 60, en una España sometida a una férrea dictadura, el entonces ministerio de Información y Turismo, comandado por Manuel Fraga, ideó un eslogan para atraer al turismo internacional -'Spain is different'- para distinguirnos del resto de Europa, esa Europa moderna y democrática, y que los turistas conocieran las bondades del país más pobre del continente, sólo por encima de Portugal.


En 2020 podemos decir que 'España es aún diferente'. En el resto de Europa se está verificando la llamada 'ola verde', con el ascenso de los partidos verdes en Francia, donde recientemente se han hecho con las alcaldías de algunas de las principales ciudades (Lyon, Marsella, Burdeos, Grenoble, Tours, Besançon, Estrasburgo…); en Alemania, donde gobiernan el estado federal más próspero, Baden-Württemberg, desde 2011, y representan el 9% del Parlamento alemán; en Austria, donde gobiernan con los conservadores desde enero, tras conseguir el 14% de los votos; en Holanda, donde en 2017 consiguieron el 9,1% de los votos y pasaron de cuatro a catorce escaños en el Parlamento… En todos los casos, se ha verificado que la opción verde es la mejor manera de frenar el ascenso de la ultraderecha en Europa, y su presencia ha obligado a los gobiernos europeos a dar un giro ecologista a sus políticas.

Sin embargo, España se resiste a seguir la estela de nuestros vecinos europeos, como se ha demostrado en las recientes elecciones autonómicas de Galicia y Euskadi, única ocasión, junto con las elecciones andaluzas de 2018, en las que un partido verde, Equo, se ha presentado en solitario a unos comicios desde aquel lejano 2011, año de la aparición del partido y fecha de las generales del 20N. En todas estas citas electorales, Equo no ha conseguido más del 1,3% de los votos, precisamente en las elecciones vascas, a pesar de haber sido el candidato mejor valorado en el debate electoral televisado por EiTB. ¿Por qué ocurre esto?

En mi opinión, varias son las razones del poco éxito (por ahora) de los partidos verdes en nuestro país. En primer lugar, el predominio de los bloques izquierda-derecha, herederos de la Transición, con el añadido de los aspectos identitarios en las comunidades “históricas” (entrecomillado, porque para mi todas las Comunidades Autónomas tienen historia), donde se contraponen la defensa de los intereses de la clase empresarial frente a los de la clase trabajadora, y donde el medio ambiente no es más que un añadido en sus programas electorales, en vez de ser el centro de las políticas que deben regir todos los aspectos (economía, fiscalidad, aspectos sociales), incluso en aquellos partidos que habían venido para cambiar este país, aunque no han tardado en asimilarse a los partidos tradicionales, pagándolo con su paulatino retroceso elección tras elección.

La existencia de altas tasas de precariedad laboral y pobreza estructural en la sociedad española ha desplazado el debate hacia la búsqueda de soluciones urgentes, a menudo sin percatarse de que esas soluciones deben incluir indefectiblemente el componente ambiental, sobre todo por la amenaza de la emergencia climática que pende como una espada de Damocles sobre nuestro futuro a medio plazo. Otra causa es el hecho de que, desde 2012, no se ha trabajado para conseguir una opción verde autónoma, sino que el partido verde se ha integrado en coaliciones, alianzas y confluencias de todo tipo cuya primera consecuencia ha sido la invisibilidad y el poco conocimiento de la población en general, confundiéndolo a veces con un grupo ecologista, en el mejor de los casos o ignorando su existencia, la mayoría de las veces.

Sin embargo, cada vez es más frecuente la preferencia de la militancia y simpatizantes de los verdes españoles hacia la conformación de una opción independiente de otras fuerzas políticas, libre para enviar sus propios mensajes de calado, basados en la ecología política, y no en la socialdemocracia ni en el liberalismo que no son eficaces para cambiar la realidad, como se demuestra después de 40 años de alternancia en el poder.

También hay que hacer autocrítica. El partido verde en España no consigue aumentar su base social, a pesar del empuje de la juventud con los movimientos Juventud por el Clima y Viernes por el Futuro, tal vez desencantados por la deriva de los partidos políticos, ni atrae a una mayoría de simpatizantes, por un lado por la falta de conocimiento de su existencia y, tal vez, por la aún escasa conciencia ecologista de la mayoría de la población.

La irrupción de Equo en el panorama de las elecciones gallegas y, sobre todo, de las vascas, a pesar de no haber conseguido el ansiado escaño, objetivo que sí ha alcanzado la extrema derecha, debe ser el primer paso para que dejemos de ser la anomalía de Europa y desterremos el dichoso eslogan, porque, desgraciadamente, 'Spain is still different'. La 'ola verde' se resiste a irrumpir en España pero, tarde o temprano, llegará.

Artículo que me publica hoy eldiario.es: