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martes, 25 de agosto de 2020

EL REVERSO DEL TURISMO

España ha sido un imán para los europeos desde hace siglos. En el siglo XIX, multitud de viajeros franceses e ingleses vinieron a la península atraídos por su exotismo, debido a su pasado musulmán, más cercano a Africa que a Europa. De la imaginación de los artistas surgieron obras literarias y musicales inspiradas en los paisajes, historias y monumentos españoles (“Cuentos de la Alhambra” de W. Irving, “Carmen” de Merimée, y su versión operística de Bizet, Gustave Doré y sus dibujos de paisajes españoles…) que maravillaron a los europeos y norteamericanos. A Murcia viajó en 1871 el fotógrafo francés Jean Laurent, dejando una colección de instantáneas que dejaban ver una región pintoresca. 

Esa fascinación por el sur de España continuó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando empieza a verificarse un fenómeno, el turismo. En los años 50, a esa España gris, sobre todo en las provincias del litoral, empiezan a venir turistas europeos en busca del sol y la playa, iniciándose la transformación de los pueblos costeros, pasando de tranquilas poblaciones dedicadas a la pesca y la agricultura de secano, que miraban con asombro a los extranjeros, a núcleos urbanos saturados de edificios cada vez más altos, perdiendo paulatinamente las características que las hicieron atractivas. En los años 60 empezaron a sumarse los turistas nacionales, merced a las mejoras económicas del “desarrollismo”, representado por la imagen del Seat 600 atestado de bártulos y familias camino de las playas de Andalucía y del Levante. 

Nuestra región no fue ajena al “boom” turístico. A partir de 1961, la Manga del Mar Menor, propiedad de la familia Maestre, inicia su transformación. De estar formado por una serie de dunas tapizadas de sabinas y enebros, que separan el Mar Menor del Mediterráneo, con actividades económicas tradicionales basadas en la pesca y la explotación salinera al norte, un paisaje que, a buen seguro, habría merecido la catalogación de Parque Nacional, se pasó a una desenfrenada carrera por edificar de cualquier manera todo el espacio disponible, hasta llegar, a principios del siglo XXI, a la saturación que podemos contemplar hoy. Pronto las poblaciones ribereñas del Mar Menor continuaron su estela, seguidas de otros enclaves costeros como Mazarrón, Águilas y San Pedro del Pinatar.

Los últimos 60 años se han caracterizado por una dependencia cada vez mayor de la economía española al turismo. Desde 1955 a 1973 vemos cómo crece el número de visitantes desde 2.500.000 hasta 34.500.000. En 2019 llegaron a nuestro país más de 80 millones de visitantes. El peso del turismo en el PIB español ha pasado de representar el 5,1% en 1970 a convertirse en el sector que más riqueza aporta a la economía española, con un total de 176.000 millones de euros anuales que representan el 14,6% del PIB, además de 2,8 millones de empleos, por encima de la construcción y el comercio. A la Región de Murcia llegaron más de 5,7 millones de turistas en 2019, representando el 11,4% del PIB regional.

Pero estas cifras macroeconómicas tienen un reverso. En primer lugar, la excesiva dependencia del sector turístico provoca que, en situaciones excepcionales, como supone la actual pandemia, tanto el sector como la economía en general se vean afectadas de una forma brutal, como corresponde cuando no hay una diversificación adecuada de las actividades económicas. La masificación de la costa y las grandes ciudades y la proliferación del “turismo de borrachera low-cost” provocan el fenómeno de la “turismofobia”, por sus consecuencias negativas (ruidos, generación de basuras, pérdida de identidad cultural). 

Por otro lado, la degradación ambiental es evidente en los entornos donde se desarrolla de un modo exagerado el sector turístico. En la Región de Murcia, además de haberse visto afectadas las áreas ya desarrolladas, debido a la urbanización excesiva, la invasión de terrenos no aptos para la construcción (ramblas y dominio marítimo-terrestre), a la falta de depuración de aguas residuales, la congestión por el tráfico rodado y la deficiente ordenación del territorio por parte de ayuntamientos, no son pocos los intentos de los promotores turísticos de ocupar espacios protegidos, como ha sido el caso del Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila y del Parque Regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre, o por razones “estratégicas”, como en el caso de la bahía de El Gorguel. 

Se hace necesario, sobre todo a partir de la situación creada por la crisis sanitaria, un replanteamiento de la economía regional, con una mayor diversificación de las actividades, actualmente demasiado centradas en sectores que provocan la degradación ambiental (agricultura intensiva y sector agroalimentario, turismo, construcción, que suponen en conjunto el 45% del PIB regional). La potenciación de sectores con alto valor añadido y con bajo impacto ambiental debería ser la prioridad del gobierno regional, como la agricultura y la ganadería ecológicas; el llamado ecoturismo, es decir, aquel en el que se privilegia la sostenibilidad, la preservación y la apreciación del medio; la industria de la moda sostenible, la rehabilitación de viviendas con criterios bioclimáticos, el reciclaje y reutilización de residuos de todo tipo (incluidos los residuos electrónicos), así como las energías renovables y la I+D+i; la industria cultural, poniendo en valor la creación de artistas locales, etc. 

La transformación del tejido productivo hacia un modelo que sea diverso, respetuoso con el entorno, a la vez que sea resiliente frente a las situaciones imprevistas, como la que atravesamos, es el único camino para garantizar un futuro en estos tiempos inciertos, sin  que dependamos de situaciones externas que no podemos controlar. Las siguientes generaciones nos lo agradecerán.

Artículo publicado en el blog Futuro Se Escribe Con Verde:

https://futuroseescribeconverde.blogspot.com/2020/08/el-reverso-del-turismo.html?m=1&fbclid=IwAR2yU60lL9TYQC44En7s9hdStk43W5ScTkejdrpJgxuegBVA_LSeD5xyt-g

lunes, 25 de febrero de 2019

HUELGA POR EL CLIMA

Fuente: EFE
Mientras en España seguimos mirando nuestro ombligo, hablando sobre Venezuela, Cataluña, la última salida del tiesto del líder de la oposición o la desunión de la izquierda, en el resto de Europa la sociedad se moviliza por el reto más importante del siglo XXI, el cambio climático. La comparecencia de la joven activista sueca de 16 años Greta Thunberg en el transcurso de la Cumbre por el Clima de Katowice (Polonia) el pasado mes de diciembre, junto a su determinación a la hora de plantarse todos los viernes del año desde el pasado mes de agosto frente al Parlamento sueco para llamar la atención sobre el cambio climático han provocado que miles de jóvenes de toda Europa hayan iniciado una serie de manifestaciones en Bélgica primero, seguida de otras convocatorias en Francia, Suiza, Alemania, Holanda y Reino Unido.

Las manifestaciones multitudinarias en Bruselas, llegando a más de 70.000 jóvenes el pasado día 27 de enero, coordinadas por tres mujeres de entre 17 y 19 años, repitiéndose casi a diario en Bélgica, se han extendido no sólo a Europa, sino a todo el mundo, de París a Sidney, pasando por Bangkok, movilizando a cientos de miles de personas para luchar contra el cambio climático. Sin embargo, en España no se ha extendido este movimiento juvenil, y es necesario preguntarse el porqué.
2018 ha sido el cuarto año más cálido desde 1880, según el Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), sólo por detrás de 2016, 2017 y 2015, y los datos prevén que, debido al fenómeno de El Niño, los efectos del cambio climático se acentúen, pudiendo ser el presente año 2019 el más caliente de la serie histórica, según un estudio reciente publicado en la revista Geophysical Research Letters.
En las agendas de las principales organizaciones sindicales y en los medios de comunicación españoles no se habla prácticamente nada de este movimiento capitaneado por la juventud europea. Pareciera que no nos incumbe, que lo del cambio climático sigue siendo una quimera para muchos, un tema secundario que aparece en las secciones de ciencia de la prensa escrita y digital, sin apenas repercusión en nuestras vidas.
Pero la juventud europea nos está dando una lección. Para el próximo 15 de marzo hay prevista una huelga mundial por el clima, organizada por jóvenes cansados de que los adultos sólo hablemos pero no actuemos para cambiar la situación. El manifiesto que acompaña a la convocatoria de huelga advierte que “los dirigentes del mundo deber demostrar su compromiso por una transición ecológica equitativa entre ricos y pobres”, y dan de plazo hasta el 15 de marzo para que “se presente un plan a la altura de las exigencias del IPCC” (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), invitando “a todos y todas a abandonar las aulas para ir a su encuentro y comprobar si los adultos han hecho los deberes”.
Los organizadores del evento exhortan a la juventud a “tomar a los adultos de la mano y decirles de ir con vosotros, decirles que os necesitamos para tener simplemente la oportunidad de sobrevivír al futuro”.
Como decía la joven activista sueca, los políticos “les han ignorado en el pasado y les volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”.
Ojalá que ese empuje de la juventud europea impregne a la española.
Artículo aparecido el 9/2/2019 en eldiario.es:

lunes, 31 de diciembre de 2018

LA ESPAÑA DEL NO-DO

El acuerdo del PP y C’s, con el beneplácito de Vox en Andalucía, y las declaraciones ultrareaccionarias de Pablo Casado y Albert Rivera, compitiendo pon el espacio electoral de Santiago Abascal y sus huestes nos retrotraen a esa época infausta donde los derechos brillaban por su ausencia, las mujeres eran un cero a la izquierda y protestar era sinónimo de pisar la cárcel. Nos transportan directamente a la España del NO-DO y en blanco y negro.
La derecha extrema española (la única que hay, en mi opinión, ante la ausencia de una derecha moderada y moderna en nuestro país), representada por esos tres partidos, se ha confabulado para sacar a la luz los peores instintos de ese sector de la sociedad maltratada por la crisis, sustituyendo la propuesta de soluciones que mejoren la vida de la gente por soflamas que apelan a símbolos vacíos de contenido para muchos, como “patria”, “bandera”, “unidad”, “enemigos de España”, como si, con esos conceptos, las familias vulnerables pudieran llegar a final de mes, evitar ser desahuciadas o impedir que se les corte la luz.
Los que tienen nostalgia de la España del NO-DO no quieren que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) español, de los más bajos de Europa, supere los 750 €, ni que las pensiones se actualicen con el IPC. Tampoco aceptan que se tomen medidas para evitar la nueva burbuja inmobiliaria, sobre todo en los precios de los alquileres, haciendo imposible la emancipación de los jóvenes y facilitando las ejecuciones hipotecarias. La España en blanco y negro no hará nada para aumentar el parque de viviendas sociales, de los más bajos de Europa, sino que, al contrario, y como ya se ha comprobado en el ayuntamiento de Madrid en la época de Ana Botella, prefieren venderlas a los fondos buitre haciendo que las arcas públicas pierdan ingresos. 
La España del NO-DO quiere que los ingresos del Estado sean cada vez menores, vendiéndonos una bajada de impuestos que, en realidad, sólo favorece a las clases pudientes y a las grandes empresas, dejando las arcas públicas temblando y poniendo en peligro el pago de las pensiones públicas y los salarios de los empleados públicos. Prefieren que la gente se abra planes de pensiones privados, favoreciendo una vez más a los bancos y dejando que éstos especulen con esos fondos, a menudo invirtiendo en negocios turbios como la venta de armas. 
Pese al envejecimiento de la población, la España del NO-DO quiere impedir la entrada de inmigrantes que puedan equilibrar las cuentas de la Seguridad Social, llevando a nuestro país al colapso por falta de mano de obra. España será en breve el país más envejecido del mundo y, según la OCDE, se estima que el sistema necesitará más de cinco millones de extranjeros hasta 2050. Seguir difundiendo falsedades sobre la inmigración es el modo que tienen PP, C’s y Vox de ganar adeptos, aunque ello suponga una grave desventaja en el futuro.
Tampoco quieren que se deje de favorecer a las empresas energéticas. Frente a la supresión del conocido como impuesto al sol y la vía libre al autoconsumo, la España en blanco y negro es partidaria de que los precios de la energía suban cada vez más (es la factura de la luz más cara de Europa), aumentando el número de familias que atraviesan una situación de pobreza energética (un problema que afecta a 4,6 millones de personas en nuestro país) mientras que las grandes empresas aumentan sus beneficios. 
La derecha ultramontana no moverá un dedo para disminuir nuestras emisiones de CO2, siendo el país de la UE que, junto con Portugal, más ha aumentado las emisiones con respecto a 1990, el año de referencia del Protocolo de Kyoto, un 12,9%, muy lejos del objetivo de reducir las emisiones en un 35% para 2030. No implementará medidas para reducir la contaminación atmosférica de nuestras ciudades, siendo ésta la causante casi 100.000 muertes prematuras por afecciones pulmonares en los últimos 10 años en nuestro país.
El año 2019 que se nos avecina podría ser la vuelta a la España en blanco y negro y la del NO-DO, o podría ser la oportunidad de aplicar políticas que favorezcan a la mayoría. En nuestras manos está.
Artículo publicado hoy en eldiario.es: