miércoles, 21 de diciembre de 2022

OTRA CUMBRE MÁS

EFE/ Julio César Rivas

Se acaba de celebrar en Montreal la llamada COP15, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad Biológica, entre los días 7 y 19 de diciembre, una cita bianual que se celebra desde 1994, cuyo objetivo es implementar medidas desde los gobiernos del mundo para conservar la biodiversidad y evitar la destrucción de los ecosistemas. El objetivo que se ha marcado esta cumbre es conseguir que el 30% de los espacios naturales terrestres y marítimos del planeta estén protegidos de aquí a 2030 (actualmente sólo lo está el 17% de los ecosistemas terrestres y el 8% de los marinos) y desbloquear 30 mil millones de dólares anuales para ayudar a los países en vías de desarrollo a esta conservación, aunque éstos aducen que necesitarán unos 100 mil millones al año. En este sentido, España supera con creces este objetivo, ya que el 36,2% de su superficie está protegida, frente al 26% de la media europea.

En 2020 se cumplió el límite de las llamadas Metas de Aichi, un conjunto de 20 objetivos encaminados a mejorar la biodiversidad en sus diferentes vertientes, pesquerías, reducción de la pérdida de hábitats, reducción de la contaminación, reducción del consumo desaforado, mantenimiento de la diversidad genética, aumento de la superficie protegida, etc., que se definieron en 2010 en la COP10 de Nagoya (Japón). Sin embargo, y como era de esperar, ninguna de estas metas se ha cumplido. En esta COP15 se pretende renovar este compromiso para el periodo 2020-2030 con estos objetivos más que ambiciosos.

Organizaciones conservacionistas asistentes a esta cumbre, como WWF y Greenpeace, ya han calificado de “cifras vacías, con protecciones previstas sobre el papel pero nada más”, los acuerdos alcanzados. Se calcula que el 75% de los ecosistemas están alterados por la actividad humana y más de un millón de especies están en peligro de extinción. Un estudio de la Universidad de Cambridge ha llegado a la conclusión que en 2100 el 23% de los ecosistemas del planeta se habrán degenerado tanto que habrán desaparecido. Según WWF, el 69% de las especies de fauna salvaje han desaparecido desde 1970, algunas de las cuales ni siquiera han sido descubiertas por el ser humano. Especialmente grave es el riesgo de desaparición del multitud de especies de insectos, muchos de ellos polinizadores, de los que depende la producción agrícola mundial. El 76% de la producción alimentaria en Europa depende de la polinización realizada por las diferentes especies de abejas.

Con estos mimbres, y tal y como ocurre con las cumbres por el clima, la última de las cuales se celebró recientemente en Egipto, asistimos una y otra vez a los buenos propósitos, pero sin compromisos firmes, como lo demuestra el hecho de que ningún jefe de Estado de la UE haya asistido a esta cumbre, que muchos lideres mundiales se hayan limitado a publicar algún tweet sobre el tema, y que EE.UU. (junto con el Vaticano) ni siquiera ha ratificado el Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992, firmado por 196 países.

En septiembre de 1962 se publicó “La primavera silenciosa”, de Rachel Carson, el primer libro divulgativo sobre el impacto ambiental de la actividad humana y de concienciación ecologista. En 1992 se celebró la Cumbre de Río, primera vez que la ONU se plantea reunir a los países miembros para debatir y llegar a un acuerdo en materia de protección de la naturaleza. Sesenta y treinta años después, respectivamente, de los hitos citados, la ONU sigue debatiendo en el vacío sobre qué medidas deben tomarse para frenar la pérdida de biodiversidad y la destrucción de los hábitats. Tras 15 cumbres sobre este asunto, el planeta continúa su degradación. ¿Cuántas cumbres más serán necesarias para revertir la situación?

Artículo que publicado en eldiario.es:

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/cumbre_132_9809711.html

domingo, 4 de diciembre de 2022

OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Foto: Sedat Suna


Se cierra la COP27 celebrada en Egipto con un nuevo fracaso, aunque mitigado en parte por la aprobación de un fondo destinado a financiar los daños climáticos que ya sufren los países más vulnerables a los efectos del calentamiento global, pero sin especificar la cuantía de esos fondos ni el modo en que se distribuirían entre los países vulnerables. Tampoco se ha llegado a un acuerdo en materia de biodiversidad. El próximo mes de diciembre, en Montreal, se celebrará la Cumbre de la ONU sobre Diversidad Biológica, pero las organizaciones conservacionistas son pesimistas en cuanto a que los países presentes en esa cumbre acuerden proteger los ecosistemas de una manera eficiente.

Desde la COP21 de París de 2015, en la que se alcanzaron los mayores acuerdos en cuanto a la necesidad de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5ºC con respecto a la época preindustrial, las sucesivas cumbres del clima no han servido prácticamente para nada. Marrakech, Bonn, Katowice, Madrid y Glasgow han sido las sedes de las sucesivas cumbres hasta la fecha, pero los acuerdos alcanzados no han servido para frenar el calentamiento global ni la emergencia climática. Los fenómenos extremos, incendios, sequías prolongadas, lluvias torrenciales, se siguen sucediendo en diversos puntos del planeta, ahora en lugares donde antes no eran frecuentes.

El aumento de la temperatura de los mares, otro indicador del cambio climático, alcanza niveles de récord. Los océanos son el motor del mundo, el termostato que mantiene estable dentro de unos límites el margen de temperaturas globales. Este ascenso de la temperatura de los océanos produce consecuencias, en primer lugar, en la supervivencia de los organismos marinos, como la muerte de los corales y la baja reproducción del krill, base de la cadena alimenticia. Además, sumado al deshielo de los glaciares e icebergs, provoca el aumento del nivel del mar. De media, el nivel del mar ha subido 23 centímetros desde 1880, y casi la mitad de este aumento ha sido en los últimos 25 años, amenazando las costas de multitud de países, empezando por las islas del Pacífico. Otros efectos deletéreos del aumento de la temperatura de los mares es la multiplicación de la frecuencia de tormentas, huracanes y ciclones, causando daños materiales y humanos de costes cada vez mayores.

La realidad de la crisis climática pasa al lado de los burócratas que se reúnen año tras año en estas cumbres, llenas de buenas intenciones, pero sin abordar en serio las medidas que deben ser necesarias para mitigar los efectos de esta emergencia, tal y como han denunciado personalidades como el Secretario General de la ONU, António Guterres o la propia ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera. La ausencia de algunos de los principales países contaminantes, como China, India o Rusia da una idea del fiasco que supone esta cumbre, además de que más de 600 representantes de determinados países están directamente relacionados con la industria del petróleo y el gas, que es como poner a los lobos al cuidado del rebaño de ovejas.

Los otros grandes acuerdos que se deberían haber alcanzado, como son las medidas para mitigar el cambio climático, reducir las emisiones y acelerar la transición a las renovables, han sido un completo fracaso, siendo calificadas de “tomadura de pelo” por las principales organizaciones ecologistas. Los países se darán cita el año que viene en Dubai para volver a escenificar el paripé de las buenas palabras, pero sin una intención decidida de afrontar este problema, las grandes empresas seguirán ocupadas esquilmando los recursos y escupiendo gases de efecto invernadero, mientras las poblaciones más vulnerables en un planeta en el que hemos alcanzado los 8.000 millones de habitantes sufrirán aún más las consecuencias. Pero el primer mundo ya lo estamos sufriendo, y parece que hasta que no llegue a las puertas de los más ricos, los gobiernos no moverán un dedo para buscar soluciones. Seguiremos insistiendo.

Artículo publicado en eldiario.es el 23 de noviembre:

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/oportunidad-perdida_132_9734615.html