lunes, 11 de mayo de 2020

MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Cada vez somos más los que pensamos que el PIB no es un indicador adecuado para reflejar la realidad de un país, al poner de relieve solamente el valor monetario de la producción de bienes y servicios, dejando fuera aspectos como el nivel educativo o cultural de una sociedad, la salud o la huella ecológica de las actividades económicas.

Desde que, en los años 90, el profesor emérito de Economía de la Universidad Paris-Sur Serge Latouche lanzara la teoría del decrecimiento, a partir de trabajos anteriores de personas como el economista y matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen, creador del concepto de bioeconomía en los años 70, de la filósofa Hannah Arendt y, sobre todo, a partir del informe del Club de Roma “Los límites del crecimiento” de 1972, donde se cuestionaba por primera vez las supuestas bondades del crecimiento económico y se establecían los límites biofísicos del planeta, justo antes de la crisis del petróleo, los hechos están dando la razón tanto a los científicos, como a las asociaciones ecologistas y a las organizaciones políticas verdes.
Las soluciones que se proponen en este estudio están recogidas desde hace décadas en los programas de los partidos verdes, con éxito moderado (o casi nulo en el caso de España), debido principalmente a la resistencia de las sociedades occidentales a modificar hábitos y de las instituciones a poner coto a sus políticas basadas en la construcción de grandes infraestructuras, en el fomento de industrias y actividades contaminantes y en la supeditación de la protección del medio ambiente a la actividad económica. Un ejemplo de ello lo estamos viviendo en la Región de Murcia con la reciente aprobación por parte del Partido Popular y Ciudadanos, con el apoyo de Vox, del Decreto Ley de de Mitigación del Impacto de la COVID-19 en el Área de Medio Ambiente, una maniobra para facilitar la actividad económica, sobre todo en materia urbanística, a costa de nuestros maltrechos espacios naturales, sobre todo costeros, reduciendo los trámites ambientales para llevar a cabo esas actividades.
Estas soluciones pasan por la relocalización de la economía, la agricultura y el comercio de proximidad, el reparto del trabajo, la reducción en el uso de los recursos naturales, la generalización del uso de las energías renovables, de forma paralela al abandono de los combustibles fósiles, en definitiva, la descarbonización de la economía que nos permita cumplir con los compromisos adquiridos en la Cumbre del Clima de Paris de 2015.
Aunque estamos pasando por un periodo de parón de la actividad, reflejado en el descenso del PIB, los gobiernos europeos están reaccionando para mitigar de la mejor manera los efectos económicos de la pandemia. Incluso el grupo de Los Verdes Europeos en el Parlamento Europeo propone un plan de recuperación de cinco billones para una reconstrucción verde. Este descenso del PIB ha dado aun respiro a los ecosistemas, pero esto puede ser un espejismo. Todos los organismos internacionales pronostican que la recuperación económica llegará según tres modelos. Dos de ellos prevén una vuelta al PIB anterior a la crisis, incluso superándolo: son los llamado modelos en V y en U, siendo el segundo más gradual que el primero. El tercer modelo es más negativo, el modelo en L, que afectaría principalmente a la cultura, la hermana pobre de la industria en nuestro país.
Esa vuelta al PIB positivo, que en España se cifra en un 6,8% para 2021, significará un nuevo aumento de la presión sobre los ecosistemas, tal y como ocurría hasta ahora, por lo que parece que no hemos aprendido nada. Pero el concepto de decrecimiento está yendo más allá de la teoría, y ya aparecen propuestas políticas concretas, como las realizadas por un grupo de 170 académicos holandeses que han planteado en un manifiesto una serie de puntos para el cambio económico post crisis del Covid-19, incluyendo el abandono del PIB, construir una estructura económica basada en la redistribución, transformar la agricultura hacia una regenerativa, reducir el consumo y los viajes, así como reducir la deuda.
Tal y como concluye el estudio citado anteriormente, estamos ante una oportunidad de dejar de lado este indicador macroeconómico que es directamente proporcional a la destrucción del planeta y explorar trayectorias socioeconómicas más allá del crecimiento económico para las generaciones futuras.
Artículo publicado hoy en eldiario.es: