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domingo, 21 de febrero de 2021

POR UN FONDO DE RECUPERACIÓN SOSTENIBLE

El pasado 21 de julio se aprobó por parte de la UE el llamado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia “Next Generation EU”, un ambicioso plan de ayudas a los países miembros para hacer frente a la crisis económica surgida por la situación de pandemia, cifrado en la mareante cifra de 750.000 millones de euros, financiados mediante la emisión de deuda comunitaria, de los cuales 140.000 millones irán destinados a nuestro país, unos 60.000 millones en forma de transferencias directas de aquí a 2023, y el resto mediante préstamos. Seríamos el segundo país de la UE, tras Italia, en recibir la mayor cuantía, debido a la mayor incidencia de la pandemia. Hay un dato importante, que el 70% de esos fondos (98.000 millones) deberán ser usados antes del final de 2022.

El Gobierno será el encargado de repartir esos fondos, en colaboración con las comunidades autónomas y las entidades locales. En teoría, esos fondos irán dirigidos a lograr una transición ecológica de la economía que contrarreste los efectos del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad, además de conseguir la llamada transición digital, para mejorar la digitalización tanto de la población en general, disminuyendo la brecha digital entre los diferentes sectores de la sociedad, como de las empresas. También se pretende reducir la brecha de género, mejorando el acceso al mercado laboral de las mujeres e igualando los salarios entre hombres y mujeres. Este plan se concreta en 10 políticas palanca que abarcan áreas como el mundo rural, industria, ciencia, educación, cultura, movilidad, energía, turismo, sanidad, deporte, empleo, cuidados y fiscalidad.

En teoría, la cosa pinta bien, siempre y cuando los fines se ajusten a los objetivos marcados por la Unión Europea en cuanto al destino de esos fondos. Y he aquí que se empiezan a vislumbrar algunas cosas que nos indican que lo mismo no van a ir destinados a quienes deberían, y que son los de siempre los que se van a ver beneficiados. Así, se va sabiendo que, del total adjudicado a España, sólo 7.000 millones de euros irán destinados a las pymes, y que el grueso de esos fondos serán para las grandes empresas que cotizan en el Ibex-35, que ya han presentado centenares de proyectos por valor de más de 100.000 millones de euros. Solo entre Endesa, Iberdrola y Naturgy han presentado más de 360 proyectos para captar más de 53.000 millones de euros de los fondos europeos. Iberia, de la mano de Aena y Airbus, está formando un consorcio para absorber otros 11.000 millones. Las grandes constructoras cotizadas españolas han presentado cerca de 2.200 proyectos por valor de más de 100.000 millones.

También se ha sabido que la Comunidad de Madrid pretende absorber el 15% del total de los fondos, más de 22.000 millones de euros, para financiar proyectos sostenibles, sí, pero también para dedicarlos a proyectos como la Ciudad de la Justicia, ese viejo proyecto ruinoso de Esperanza Aguirre, con más de 400 millones, o la ampliación del aeropuerto de Barajas, mientras que la España vaciada reclama que el departamento de Reto Demográfico del Ministerio que dirige Teresa Ribera no sea sólo un eslogan, y que canalice esos fondos para evitar la despoblación de las zonas rurales.

El modelo productivo español está basado en el sector servicios, que aporta casi el el 68% del PIB nacional, frente al 20% procedente de la industria y un escaso 2% de la agricultura y la ganadería. Cuando gran parte de la economía depende del monocultivo del turismo y la hostelería (con la construcción como aliada), nos encontramos con una escasa resiliencia, es decir, con una baja capacidad de recuperación ante situaciones de crisis como la que atravesamos, tal y como estamos comprobando, al carecer de una diversificación económica. Ante esto, lo que se impone es un cambio de rumbo, un aumento en la inversión en otros sectores, sobre todo los relacionados con la I+D+i, las tecnologías ligadas al sector verde (reciclaje, bioconstrucción, energías renovables, movilidad sostenible, silvicultura, etc.), la economía del cuidado, las ciudades inteligentes, la alimentación y nutrición de calidad, antes que reincidir en los sectores de bajo valor añadido y altamente dependiente de los avatares de la globalización.

España tiene la oportunidad de encauzar la recuperación económica del país con un objetivo, realizar una verdadera transición ecológica de la economía o, por el contrario, podría repetir los errores del pasado, manteniendo un sistema a menudo insostenible desde el punto de vista ambiental y que solo beneficia a las grandes empresas. No la desaprovechemos.

Articulo aparecido hoy en eldiario.es:

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/fondo-recuperacion-sostenible_132_7237260.html


lunes, 11 de mayo de 2020

MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Cada vez somos más los que pensamos que el PIB no es un indicador adecuado para reflejar la realidad de un país, al poner de relieve solamente el valor monetario de la producción de bienes y servicios, dejando fuera aspectos como el nivel educativo o cultural de una sociedad, la salud o la huella ecológica de las actividades económicas.

Desde que, en los años 90, el profesor emérito de Economía de la Universidad Paris-Sur Serge Latouche lanzara la teoría del decrecimiento, a partir de trabajos anteriores de personas como el economista y matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen, creador del concepto de bioeconomía en los años 70, de la filósofa Hannah Arendt y, sobre todo, a partir del informe del Club de Roma “Los límites del crecimiento” de 1972, donde se cuestionaba por primera vez las supuestas bondades del crecimiento económico y se establecían los límites biofísicos del planeta, justo antes de la crisis del petróleo, los hechos están dando la razón tanto a los científicos, como a las asociaciones ecologistas y a las organizaciones políticas verdes.
Las soluciones que se proponen en este estudio están recogidas desde hace décadas en los programas de los partidos verdes, con éxito moderado (o casi nulo en el caso de España), debido principalmente a la resistencia de las sociedades occidentales a modificar hábitos y de las instituciones a poner coto a sus políticas basadas en la construcción de grandes infraestructuras, en el fomento de industrias y actividades contaminantes y en la supeditación de la protección del medio ambiente a la actividad económica. Un ejemplo de ello lo estamos viviendo en la Región de Murcia con la reciente aprobación por parte del Partido Popular y Ciudadanos, con el apoyo de Vox, del Decreto Ley de de Mitigación del Impacto de la COVID-19 en el Área de Medio Ambiente, una maniobra para facilitar la actividad económica, sobre todo en materia urbanística, a costa de nuestros maltrechos espacios naturales, sobre todo costeros, reduciendo los trámites ambientales para llevar a cabo esas actividades.
Estas soluciones pasan por la relocalización de la economía, la agricultura y el comercio de proximidad, el reparto del trabajo, la reducción en el uso de los recursos naturales, la generalización del uso de las energías renovables, de forma paralela al abandono de los combustibles fósiles, en definitiva, la descarbonización de la economía que nos permita cumplir con los compromisos adquiridos en la Cumbre del Clima de Paris de 2015.
Aunque estamos pasando por un periodo de parón de la actividad, reflejado en el descenso del PIB, los gobiernos europeos están reaccionando para mitigar de la mejor manera los efectos económicos de la pandemia. Incluso el grupo de Los Verdes Europeos en el Parlamento Europeo propone un plan de recuperación de cinco billones para una reconstrucción verde. Este descenso del PIB ha dado aun respiro a los ecosistemas, pero esto puede ser un espejismo. Todos los organismos internacionales pronostican que la recuperación económica llegará según tres modelos. Dos de ellos prevén una vuelta al PIB anterior a la crisis, incluso superándolo: son los llamado modelos en V y en U, siendo el segundo más gradual que el primero. El tercer modelo es más negativo, el modelo en L, que afectaría principalmente a la cultura, la hermana pobre de la industria en nuestro país.
Esa vuelta al PIB positivo, que en España se cifra en un 6,8% para 2021, significará un nuevo aumento de la presión sobre los ecosistemas, tal y como ocurría hasta ahora, por lo que parece que no hemos aprendido nada. Pero el concepto de decrecimiento está yendo más allá de la teoría, y ya aparecen propuestas políticas concretas, como las realizadas por un grupo de 170 académicos holandeses que han planteado en un manifiesto una serie de puntos para el cambio económico post crisis del Covid-19, incluyendo el abandono del PIB, construir una estructura económica basada en la redistribución, transformar la agricultura hacia una regenerativa, reducir el consumo y los viajes, así como reducir la deuda.
Tal y como concluye el estudio citado anteriormente, estamos ante una oportunidad de dejar de lado este indicador macroeconómico que es directamente proporcional a la destrucción del planeta y explorar trayectorias socioeconómicas más allá del crecimiento económico para las generaciones futuras.
Artículo publicado hoy en eldiario.es:

martes, 2 de agosto de 2016

LA ECOLOGÍA POLÍTICA, MOTOR DE CAMBIO


Vivimos en unos tiempos convulsos, tal y como suele ocurrir cada cierto tiempo, sobre todo desde comienzos del siglo XX. De forma cíclica se alternan periodos de prosperidad, en los que se respira una cierta sensación de seguridad, con lapsos de tiempo en los que parece que la tierra se hunde a nuestro alrededor. Cierto es que en el llamado “primer mundo”, en el que nos encontramos, los problemas son nimios en comparación con otras regiones del mundo donde la gente vive sumida en una crisis continua y donde su propia supervivencia está en juego día tras día.
La nueva ideología propone la reducción del consumo total de materias primas, energías y ocupación del territorio y persigue el “buen vivir” antes que el “tener más”
En el siglo XX, el mundo occidental pasó por estos ciclos, con los primeros 13 años del siglo, los “felices 20” o los llamados “Treinta gloriosos” (el tiempo comprendido entre 1945 y 1975) como periodos de relativa paz, de cierta prosperidad y positivismo tecnológico, intercalados con las dos guerras mundiales y la crisis desencadenada en 1929 y desarrollada en los años 30 como periodos en los que se tambalearon los cimientos de la civilización. A partir de la segunda mitad del siglo XX se desarrolla lo que Varoufakis denomina el “Plan Global”, una estrategia puesta en marcha por EEUU para dar salida en el resto del mundo a todos los productos excedentes de la industria norteamericana, y el inicio del esquema Producción-Consumo-Generación de Residuos, rápidamente adoptado por muchos países y base del capitalismo tal y como lo conocemos. Este sistema productivo es como una gigantesca máquina que devora cantidades ingentes de materias primas y combustibles fósiles, que obliga a consumir los productos de forma continua como si no hubiera un mañana para mantener el sistema insaciable, con ayuda de técnicas publicitarias y los grandes medios de comunicación.
Este plan chocó en pocos años con la dura realidad, los límites biofísicos del planeta. En 1972, un grupo de expertos agrupados en el llamado Club de Roma redactaron un informe, “Los límites del crecimiento”, en el que ya se advertía que, «en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per capita) no son sostenibles». Unos años antes, en la década de los 50, el físico Marlon K. Hubbert predijo el declive de la producción de petróleo, a partir de un momento determinado, llamado “pico del petróleo” (“peak oil” en inglés), momento en el que la obtención de crudo sería cada vez más difícil y caro. Hubbert acertó en lo que respecta al petróleo de EEUU, fijando en 1970 el pico del petróleo norteamericano, momento que coincide, aproximadamente, con la primera gran crisis del petróleo.
La Agencia Internacional de la Energía fijó en 2006 el “pico del petróleo” a nivel mundial, lo que significa que desde ese año, el petróleo extraído lo es con un mayor coste y es de peor calidad. No es casualidad que ese año se inicia de forma masiva la extracción de crudo por medio de la técnica de la fracturación hidráulica, más conocido como fracking, técnica que produce no pocos efectos perjudiciales en el medio ambiente, como la contaminación del agua y del suelo, la inducción de terremotos y la ocupación de tierras, con su repercusión en la fauna y flora.
A esto se suma el cambio climático, fenómeno acelerado por la acción humana, principalmente las emisiones de gases de efecto invernadero debido a la quema de combustibles fósiles, emisiones que han aumentado de forma exponencial en las últimas décadas, a pesar de las buenas intenciones reflejadas en las sucesivas cumbres del clima, como la última de ellas celebrada en París en diciembre pasado.
La solución a la grave crisis ecológica descrita, que lleva aparejada otros aspectos de la crisis, como la social, la financiera e incluso la política, sólo puede venir de la ideología más joven y la que mejor sabido leer la situación: la ecología política. Frente a la economía lineal imperante basada en la producción, el consumo desenfrenado y la generación de residuos, la ecología política propone una economía circular, con la aplicación de la regla de las 3R (reducción, reutilización y reciclaje) y un consumo responsable. Frente al uso de combustibles fósiles generadores de gases de efecto invernadero, desde la ecología política se promueven las energías renovables. Frente al crecimiento económico como dogma de fe para crear riqueza, medido con un indicador imperfecto como es el PIB –cuando se sabe que esta riqueza sólo llega a una minoría de la población, produciendo además degradación ambiental y merma de los derechos sociales– y al productivismo entendido como búsqueda del beneficio económico a toda costa, en detrimento de otros aspectos, la ecología política es más partidaria de un cierto decrecimiento, es decir, la reducción del consumo total de materias primas, energías y ocupación del territorio y es antiproductivista, pues persigue el “buen vivir” antes que el “tener más”.
La ecología política es el camino, por tanto, para llegar a una sociedad que no ponga en peligro el futuro de las nuevas generaciones y del planeta, y debe ser la base de un programa de gobierno de cambio, justo con otros pueblos y respetuoso con la Naturaleza.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

jueves, 12 de mayo de 2016

UN ACUERDO PARA CAMBIAR ESPAÑA


Parece que por fin se materializa la tan ansiada confluencia entre las fuerzas políticas de izquierda, con el pacto entre Podemos, IU, Equo y las demás opciones que se quieran sumar a esta alternativa, ahora sí ilusionante, al bipartidismo y a su muleta, Ciudadanos. En los 50 puntos que son la base del acuerdo, hecho público, entre Podemos e IU, hay que felicitarse de que en primer lugar aparezca la consecución de un Plan Nacional de Transición Energética, con el objetivo de conseguir “la modernización económica, la eficiencia empresarial y un sistema energético totalmente descarbonizado para 2050, en consonancia con el acuerdo climático de París”, así como el de disminuir las emisiones de CO2, a través de sendos planes de Ahorro Energético y de Energías Renovables. Así mismo, como punto 8 del acuerdo, se prevé la implementación de un nuevo modelo productivo, que incluye “un plan de empleo verde que ayude a desarrollar un sector empresarial sostenible y que ponga en marcha políticas activas de formación e inserción en los nuevos nichos productivos”. El rechazo al TTIP y al CETA es otro punto a favor de este programa de 50 puntos. Es de destacar también el capítulo dedicado a la “Democracia Ambiental”, con medidas de Lucha contra el Cambio Climático, garantía del acceso al Agua como derecho humano, así como su mantenimiento en manos públicas, un Plan de Rescate Ecológico.
"Aún se está a tiempo de introducir cambios para que sea un programa realmente útil y beneficioso para la mayoría social y para el planeta"
Sin embargo, en mi opinión, se echa en falta un mayor grado de compromiso en algunos aspectos, para que sean más acordes con los postulados de la Ecología Política, único modo de revertir la situación y conseguir un verdadero cambio:
– Nada se dice del abandono del carbón de forma explícita, y el plazo del 2050 en España para “descarbonizar” la economía es un horizonte demasiado lejano (35 años), sin fijar metas a más corto plazo, como puede ser una reducción del 30% de emisiones de gases de efecto invernadero en 2020, con respecto a 1990, lo que obligaría a ponerse manos a la obra desde ya, teniendo en cuenta que en 2015 hemos aumentado nuestras emisiones en un 5% con respecto a 2014. Este objetivo no es descabellado, ya que actualmente cerca del 50% de la energía producida en nuestro país es ya de origen renovable.
– La reforma tributaria pasa por alto la aplicación de una fiscalidad ambiental adecuada. Los impuestos ambientales suponen en España sólo un 4,5% de la recaudación fiscal total mientras la media de la UE-27 es del 6%. Al contrario, en España se subvenciona el impuesto al carbón, el mayor contaminante, en vez de gravar su consumo. Sería preciso introducir este tipo de gravamen para conseguir el objetivo de descarbonizar nuestra economía en el plazo deseado.
– La Renta Complementaria que preconiza este acuerdo se queda corta si queremos luchar contra la pobreza. Está demostrado que los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces. La implantación de una Renta Básica Universal (RBU) seria una medida eficaz contra la pobreza, de sencilla aplicación y gestión, compatible con otros ingresos y sería un derecho universal por el mero hecho de ser ciudadano o ciudadana.
– El modelo de transporte no se aborda en esta declaración de intenciones, en el que se debería revisar la actual política relacionada con el AVE y los aeropuertos, muchos de ellos inactivos.
– Aunque se menciona una Política Agraria Común, basada en la agroecología, no se especifica el cambio de modelo, actualmente basado en la agricultura intensiva basada en el petróleo, hacia una agricultura y ganadería extensiva, local, ecológica y sostenible.
– En relación al bienestar animal, creo que se debe ser más valiente, y nombrar a la tauromaquia como actividad cuya subvención pública debe tender a la extinción. Una reciente encuesta revela que el 84% de los jóvenes de 16 a 24 años se avergüenza de vivir en un país en el que la matanza de toros como espectáculo sigue existiendo. Un programa realmente progresista debe tener esto en cuenta.
Siendo consciente de que este es un acuerdo de mínimos, todavía se está a tiempo de introducir cambios para que sea un programa realmente útil y beneficioso para la mayoría social y para el planeta. Ambas circunstancias son interdependientes e imprescindibles para que el tan ansiado cambio sea real y no sólo una aproximación.

Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:
http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2016/05/acuerdo-para-cambiar-espana

jueves, 21 de abril de 2016

STOP AL CARBÓN


El pasado miércoles, la Comisión de Hacienda del Congreso aprobó una Proposición No de Ley (PNL) propuesta por el PSOE para bonificar hasta en un 80% el Impuesto sobre el Carbón a las empresas del sector en España, para favorecer el “carbón nacional” y, supuestamente, proteger los empleos de las cuencas mineras. Esta PNL ha salido adelante con los votos favorables de PSOE, Foro Asturias (FAC) y Podemos (20 votos en total) y la abstención de PP y C’s (19 votos).
Mala noticia para los que pretendemos que se luche de forma efectiva contra el cambio climático en nuestro país. Este impuesto está concebido para aplicarse al consumo de carbón, como un tributo ambiental, al gravar una situación contaminante, aplicando la máxima de “quien contamina, paga”. Sin embargo, con el argumento de evitar la pérdida de empleos, el PSOE, FAC y Podemos deciden eximir prácticamente de este impuesto a las empresas del carbón en España, continuando con el fomento de los combustibles fósiles, y no uno cualquiera, sino el mas contaminante de todos, el carbón.
“En la clásica disyuntiva entre mantener empleos y defender el interés general en lo relacionado con el medio ambiente, éste suele ser sacrificado”
El carbón autóctono nacional es de pésima calidad, por razones geológicas, y su combustión produce menos calor por tonelada que cualquier otro carbón foráneo. Sin la política de subvenciones es prácticamente imposible mantener la industria minera, una industria en franco declive. De hecho, desde 1990, la minería del carbón en nuestro país ha recibido mas de 24.000 millones de euros en subvenciones, a pesar de que el número de trabajadores de las minas carboníferas ha ido disminuyendo cada vez más, pasando de 52.000 en la época dorada de los años 80, hasta los actuales 3.000 trabajadores.
Y no sólo eso: el fraude asociado a la recepción de las citadas subvenciones en nuestro país se eleva a 600 millones de euros, estando involucrados doce empresarios de siete compañías mineras, quienes, presuntamente, declararon extraer una cantidad mucho mayor de carbón de la realmente realizada, para cobrar así indebidamente ayudas al sector. Este supuesto fraude esta siendo investigado por un juzgado de Ponferrada.
Por otro lado, ya se sabe que el carbón es el principal responsable del aumento de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Según el informe 'Cambio Climático en España: evidencias, emisiones y políticas' elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad, en 2015 las emisiones de CO2 aumentaron en un 5% con respecto al año anterior, alcanzándose los niveles de 1998. Para los autores del informe, este aumento de las emisiones está ligado de forma directa con la quema de carbón en las centrales térmicas para la producción de electricidad. Al mismo tiempo se verifica que, a su vez, la generación de electricidad a partir de fuentes renovables descendió un 5% el año pasado. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, España ocupa el último lugar de Europa en cuanto a reducciones de emisiones desde el año 1990 hasta el año 2013 en cuanto a toneladas, y uno de los peores en cuanto a porcentaje.
Por todo ello, es incomprensible que dos partidos que dicen apostar por un cambio en las políticas aplicadas hasta ahora, como son PSOE y Podemos, incluidas las políticas ambientales, y que pretenden gobernar nuestro país, hayan aprobado, con la complicidad de PP y C’s, una bonificación al Impuesto sobre el Carbón, en vez de iniciar de una vez por todas la tan ansiada transición ecológica de la economía. Desgraciadamente, en la clásica disyuntiva entre mantener puestos de trabajo y defender el interés general en aspectos relacionados con el medio ambiente, éste suele ser sacrificado. Las razones esgrimidas por los grupos políticos para aprobar tal PNL no pueden ser suficientes para seguir fomentando el uso del combustible fósil más contaminante, que nos aleja cada vez más del compromiso de reducir nuestras emisiones de CO2, sobre todo a escasos meses de la celebración de la Cumbre del Clima COP21 de París. Es necesario y urgente, en cambio, abordar la reconversión de las comarcas mineras, explorando otros nichos de empleo, tal y como se ha llevado a cabo en otras comarcas similares en el resto de Europa, como en Francia. Esa reconversión debe tener, como primer objetivo, garantizar el futuro de los habitantes de esas comarcas y, de paso, contribuir a disminuir las emisiones de CO2, intentando revertir los efectos del cambio climático, cuyas consecuencias ya estamos sufriendo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 20 de enero de 2016

EL PLAN B EUROPEO


Hay noticias que ponen de manifiesto el rumbo hacia el que la ciudadanía europea vamos encaminados: Suecia, uno de los países más admirados por el funcionamiento de su democracia, renuncia a reconocer al Sáhara como país independiente debido a la pretensión de su multinacional más famosa y próspera de instalarse en Marruecos; según un informe de la OCDE, la desigualdad económica e intergeneracional en Europa ha aumentado en los últimos años, siendo más acentuada en los países del sur, y España el país donde más se ha incrementado; la deficiente gestión de la crisis de los refugiados y el nivel de disparate al que se ha llegado se refleja en la detención (y posterior liberación) de los voluntarios españoles que ayudaban a los migrantes a alcanzar la costa de Lesbos.
La deriva de Europa en los últimos años, empezando por el control de la política europea por parte de los poderes financieros, la imposición de la austeridad a los países del sur, entendida no como contención en el gasto y ausencia de despilfarro, sino como aplicación de brutales recortes en las partidas sociales y en áreas tan sensibles como la educación y la sanidad, la pretensión de que las grandes multinacionales antepongan sus propios intereses por encima de la salud y las condiciones laborales de la ciudadanía europea, a través de “acuerdos” entre la UE y EEUU tan vergonzantes como el TTIP, el auge de la ideología ultraderechista y xenófoba en Francia, Grecia, Suecia, Austria y otros países, así como la situación de los refugiados en el viejo continente han provocado que un amplio sector de la izquierda europea proponga el llamado Plan B para Europa.
Más allá del uso de las energías renovables, la sostenibilidad debe ser un pilar del nuevo modelo
Este plan, presentado a través de un manifiesto, propone medidas que se contrapongan a la austeridad, único método, hasta ahora, que emana de las autoridades europeas para salir de la crisis. Estas medidas incluyen una política fiscal justa, el cierre de paraísos fiscales, sistemas de intercambio complementarios, la remunicipalización de los servicios públicos, el reparto igualitario de todos los trabajos (incluidos los cuidados en condiciones de dignidad), la apuesta por un modelo de producción basado en las energías renovables, y reformar o abolir el pacto fiscal europeo. Sin embargo se echa en falta en este manifiesto una mención más clara y explícita a que la única manera de abordar esta situación es haciéndolo desde una transición ecológica de la economía, y que la sostenibilidad debe ser uno de los pilares de ese nuevo modelo de Europa, yendo más allá del uso de las energías renovables.
Esa transición y esa alternativa al modelo europeo al uso debe incluir, además, el abandono del dogma del crecimiento entendido como aumento del PIB, pues no refleja de forma fidedigna todos los factores que están involucrados, algunos de ellos de forma negativa, como la degradación ambiental y el empeoramiento de las condiciones sociales y laborales de la población. Además, se deben promocionar de forma decidida los empleos verdes, garantes de una futura economía baja en carbono. La transición ecológica también debería incluir la lucha decidida contra el cambio climático, verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Europa, fenómeno que, si continúa avanzando, dejará sin efecto alguno cualquier medida paliativa que se quiera aplicar.
El fomento de la economía circular, basada en las 3R, reducir, reutilizar y reciclar la mayor cantidad de los residuos que se produzcan en los procesos productivos y de consumo, frente al sistema imperante hoy en día, un sistema económico lineal basado en producir, consumir y eliminar los residuos producidos, es otro de los retos que el nuevo modelo productivo debe facilitar, y que debería ser promovido desde las instituciones europeas.

El llamamiento incluye la convocatoria los próximos 19, 20 y 21 febrero de una conferencia internacional en la que tratar estos temas. Será la ocasión de replantearse Europa, sustituyendo una visión del continente en la que los mercados, el poder financiero y la falta de democracia sean los factores dominantes, por una Europa de y para la ciudadanía, donde todas las acciones vayan encaminadas a conseguir que la solidaridad, la sostenibilidad y la justicia social definan el proyecto europeo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

viernes, 13 de noviembre de 2015

MUNICIPIOS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

En vísperas de la Cumbre del Clima que se celebrará entre los días 30 de noviembre y 11 de diciembre en París, los ayuntamientos de dos grandes ciudades europeas, Madrid y París, están empezando a aplicar medidas encaminadas a reducir la contaminación en sus diversas vertientes. En Madrid, la concejalía de Medio Ambiente ha puesto en marcha un dispositivo de urgencia para mitigar los altos niveles de CO2 y óxidos de nitrógeno atmosférico en la capital, debido a las condiciones anticiclónicas y a las emisiones de los vehículos diésel, principalmente, produciendo la tristemente conocida como “boina gris” sobre la ciudad. Esta medida, consistente en reducir la velocidad máxima a 70 km/h en la M30, podría ir acompañada por otras, como que circulen los vehículos con matrículas pares o impares en días alternos, o la prohibición de estacionar vehículos no comerciales y que no sean de transporte público en el centro de la ciudad, si los niveles de contaminación persistieran.
Paralelamente, el equipo de gobierno de la capital francesa ha presentado un plan “inédito” para la transición energética de París. Entre las medidas clave, se prevé que, en 2016, los edificios municipales y el alumbrado público serán alimentados por energías 100% renovables, exigiendo a sus proveedores de energía una electricidad totalmente verde para proceder a renovar los contratos de abastecimiento energético.
Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero
Es curioso comprobar que estas dos ciudades tienen al frente a dos mujeres (Manuela Carmena y Anne Hidalgo), y que sus respectivas concejalas de Medio Ambiente (Inés Sabanés y Célia Blauel) provienen de sendas formaciones verdes (EQUO y Europe Ecologie-Les Verts, respectivamente), demostrando que una nueva visión de la política es posible en el ámbito local, y que se hace imprescindible la introducción de medidas de corte ecologista para que se verifique un verdadero cambio en la calidad de vida de los habitantes de nuestras ciudades.
Una ciudad europea o española de un millón de habitantes utiliza diariamente 11.500 toneladas de combustibles fósiles, produce 1.600 toneladas de basura, gasta 2.000 toneladas de alimentos y emite 25.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2), principal gas responsable del calentamiento de la Tierra. Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), mientras que sólo ocupan el 2% del territorio mundial. Según la ONU, en 2030, el 60% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos (elevándose esa cifra al 80% en los países desarrollados).
Todos estos datos nos deben hacer llegar a la conclusión de que es prioritario que las ciudades, y las instituciones que las gobiernan, sean los frentes más importantes a la hora de luchar contra el cambio climático. Y no sólo en problemas como la contaminación o la energía, sino también abordando cuestiones como la economía local, apostando por el comercio de cercanía, y la planificación urbanística, alejándose de los modelos dispersos, que requieren mayores desplazamientos, emitiendo, por tanto, mayor cantidad de GEI, entre otros aspectos. Es en el ámbito de lo municipal donde se hace más patente la máxima ecologista “Actúa local, piensa global”, y así debemos exigírselo a nuestros gobernantes.

Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/11/municipios-contra-cambio-climatico

jueves, 4 de junio de 2015

UNA ALIANZA POR EL CLIMA


Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, dos noticias me han llamado la atención esta semana en la prensa regional. Por un lado, la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), a través de su presidente, Miguel Ángel Ródenas, advierte de que la sequía “va avanzando y a peor, y puede ser muy larga”. Por otro lado, según la web eltiempo.es, “la primavera está siendo más cálida y seca de lo normal: el pasado abril fue el cuarto más cálido desde 1961, con escasas lluvias, y mayo ha destacado por sus altas temperaturas, con récords superiores a los 40 grados” en algunas zonas, como hemos podido comprobar en nuestra región hace un par de semanas. Además, la meteoróloga Mar Gómez, de dicha web, afirma que “se prevé que en Europa se registren temperaturas veraniegas más altas de lo normal en zonas del sur y el este del continente, incluidas la cuenca del Mediterráneo y áreas del este de España, sur de Francia, Italia, los Balcanes y este y oeste de Turquía”, en relación a la media de los años comprendidos entre 1981-2010.

Estas dos noticias son dos indicios más que fundados de que el cambio climático está actuando y de que en nuestra región ya estamos sufriendo sus consecuencias. Ya teníamos datos suficientes para afirmar esto, como que el año 2014 ha sido el segundo año más cálido en España, con una temperatura media de 15,96o C, que supera en 1,33oC al correspondiente valor normal (período de referencia 1971-2000), sólo muy ligeramente por debajo del año 2011 (Tª media de 16,00o C) y algo por encima del 2006 (Tª media de 15,89o C).

A nivel internacional, la ola de calor que está sufriendo la India, con temperaturas por encima de los 45C, que ha provocado más de 2.300 muertos, es una prueba más de que el calentamiento global es un hecho palpable. Según Greenpeace, las investigaciones más recientes muestran que las olas de calor son cinco veces más frecuentes de lo que serían si no existiera el calentamiento provocado por el ser humano, y la posibilidad de que las olas de calor estén siendo causadas por el cambio climático es de un 80%. De acuerdo a la organización, de no limitar las emisiones de dióxido de carbono, se prevé que las olas de calor serán en 2040 doce veces más frecuentes que en la actualidad. Sólo un puñado de científicos que trabajan a sueldo de las compañías petroleras se atreven a negar el fenómeno más grave que está ocurriendo en este siglo, cuyos efectos vemos todos los días en las noticias de la televisión: inundaciones, tornados, temperaturas extremas, cosechas destruidas.

Afortunadamente, la sociedad civil se está movilizando para que este tema esté en la agenda de todos los gobiernos, como se ha verificado esta misma semana, en que 400 organizaciones españolas (que representan al movimiento ecologista, sindical, de cooperación al desarrollo, ciencia e investigación y consumidores) se han unido en una Alianza por el Clima, con el objetivo de sensibilizar a la sociedad de la necesidad de que se alcance un acuerdo global en la próxima Cumbre del Clima de Paris (COP21), que se celebrará el próximo mes de diciembre.

Esta cumbre, auspiciada por la ONU, constituye tal vez la última oportunidad de que se llegue al compromiso de todos los gobiernos, sobre todo del llamado primer mundo, pero también de los países emergentes, de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y detener el aumento implacable de la temperatura global, condición indispensable para que nuestro futuro no se vea comprometido.

Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/06/una-alianza-por-clima

miércoles, 27 de mayo de 2015

UNA CIUDAD PARA LAS PERSONAS


Recién acabadas las elecciones autonómicas y municipales, con la consecución de un cierto cambio en las instituciones, la pérdida de la mayoría absoluta del PP y de algunos ayuntamientos en los que gobernaba el Partido Popular, formación que nos ha traído, tras 20 años de gobierno, a un estado catastrófico en lo ambiental y social que no se recordaba en la historia de esta región (uso y abuso de los espacios naturales para el beneficio de unos pocos, niveles de pobreza insostenibles, proliferación de infraestructuras caras e innecesarias, degradación de la sanidad y la educación, etc.), es hora de ponerse a trabajar para conseguir la ciudad que queremos, parafraseando el título del famoso manifiesto. Entre los retos a los que se enfrentan las ayuntamientos en este nuevo ciclo está el que los núcleos urbanos estén pensados por y para las personas, a diferencia de lo que caracteriza a las ciudades en la actualidad.
¿Y qué significa este axioma? En primer lugar, una ciudad donde la transparencia sea evidente, donde sus cargos públicos rindan cuentas de forma periódica, y no sólo cada cuatro años, y donde los contratos públicos se hagan con luz y taquígrafos, pensando en el bien común. Una ciudad descentralizada, donde los barrios tengan el protagonismo que se merecen, donde la opinión de los vecinos y vecinas cuente, en la que se habiliten cauces de participación ciudadana eficaces.
En segundo lugar, una ciudad sostenible, caracterizada por ser compacta y diversa, no extensa y segregada, que sea espacio de encuentro, fuente de empleos verdes, favorecedora de la economía de proximidad, que ponga en valor su patrimonio cultural y natural. Abierta a su entorno, no encerrada en sí misma, donde la naturaleza se integre en sus calles, a través de huertos urbanos, jardines con plantas autóctonas, y las calles se integren en el entorno natural, huertas, acequias, playas, montes. Una ciudad que fomente la economía circular, aquella que se basa en las premisas de reducir el consumo, reciclar y reutilizar, frente a la economía lineal basada en producir, consumir y eliminar los residuos. Bancos de tiempo, trueque, mercados de segunda mano, consumo colaborativo, monedas sociales, deben ser aspectos habituales en una ciudad ecológicamente sostenible.
Una ciudad para las personas debe apostar por la cohesión social, reduciendo las desigualdades, garantizando el acceso a los servicios públicos (vivienda, agua, luz), haciendo de ella un espacio para la educación, reduciendo la exposición a agentes contaminantes. Debe ser un espacio donde lo peatonal sea la norma, donde las bicicletas dominen la calzada, donde el transporte público sea eficiente y asequible, y el transporte privado sea la excepción. En una ciudad sostenible, la búsqueda de la armonía y el buen vivir de sus habitantes debe ser lo prioritario, y no la consecución de intereses privados basados en la especulación urbanística que sólo benefician a unos pocos.
Estos son los retos a los que nos enfrentamos como ciudadanos, como habitantes de las ciudades, pues sólo con la participación del mayor número de personas posible, como integrantes de la sociedad civil, se harán realidad estos objetivos. Pongámonos manos a la obra.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 6 de mayo de 2015

CONSUME HASTA MORIR


Vuelven las declaraciones triunfalistas referidas al cambio de tendencia en el consumo de los españoles, con un aumento en la compra de ropa, coches y en la firma de hipotecas. Desde el Gobierno se apela a la compra masiva de bienes como única solución a la crisis, con la complicidad de los medios de comunicación oficiales, en un intento de animar a la gente a que se lance a la calle a quemar las tarjetas de crédito. Se recuerda con nostalgia las cifras de consumo de la década pasada, cuando se alcanzaron más de un 1.300.000 créditos hipotecarios en 2006, en el momento álgido de la burbuja inmobiliaria, mientras se lamentan de que las cifras de 2014 apenas superen las 200.000 hipotecas. La patronal del sector textil Acotex anuncia a bombo y platillo que las ventas han aumentado en un 4% en 2014, al tiempo que se espera que en España se vendan más de un millón de automóviles en 2015. La patronal de la construcción da por finiquitada la crisis por el repunte del sector del ladrillo, opinión compartida por el Banco de España, que pronostica la recuperación de ese sector en los próximos meses, al tiempo que se felicita por el aumento de los visados en obra nueva.
Pero ninguna de estas declaraciones de intenciones tiene en cuenta que nada será igual a la época de antes de la crisis, allá por 2005 y que, por tanto, no se pueden aplicar las mismas soluciones a los problemas que se han ido acentuando en esta década, aunque se quiera ignorar. Desde la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto en 2005, las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) no han hecho más que aumentar (las emisiones de GEI han aumentado en un 45% desde 1990), la presión sobre los ecosistemas se hace intolerable, merced a la especulación sobre el territorio que ha sido moneda corriente en estos años, con la multiplicación de infraestructuras (autopistas, vías del AVE, aeropuertos) y urbanizaciones, sobre todo en la costa.
Las presiones de los lobbies en España (de la energía, del automóvil, de las empresas del IBEX-35) sobre los gobiernos, sumado a las de las instituciones financieras internacionales (BCE, FMI, Comisión Europea) impiden que se de una auténtica Transición Ecológica de la Economía, transformando y adaptando el modelo productivo a los retos del siglo XXI, el primero de los cuales es el cambio climático. Ese cambio pasa por la promoción de los llamados empleos verdes, que pueden crear hasta 20 millones de puestos de trabajo de calidad y sostenibles en Europa, dos millones de ellos en España, en sectores como las energías renovables, el agua, el control de la contaminación, el tratamiento de residuos, la agricultura ecológica, la gestión de espacios naturales, los servicios ambientales a las empresas o la educación ambiental, por citar unos cuantos.
Sin embargo, se continúa basando la supuesta recuperación en un modelo obsoleto, con puestos de trabajo de baja cualificación, temporales y precarios, al tiempo que se insta a la sociedad a “consumir hasta morir”, parafraseando el título del conocido documental, como única salida a la crisis. Se sigue con una visión miope y cortoplacista, sin previsión de futuro, un futuro que no pinta muy bien si no se varía el rumbo.

Artículo aparecido ayer en La Crónica del Pajarito:

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/05/consume-hasta-morir


jueves, 9 de abril de 2015

EL CAMBIO CLIMÁTICO, PARA TOMÁRSELO EN SERIO


El próximo 22 de abril se celebra el Día de la Tierra, una de esas celebraciones instauradas por la ONU cuyo objetivo es concienciar a la sociedad de la interdependencia entre los seres humanos, las demás especies y el planeta. Esta celebración, como muchas de las que están relacionadas con el medio ambiente, no pasa de conmemorarse, en el mejor de los casos, con unas pocas palabras dichas por el ministro de turno, o con las rápidas declaraciones de una representante de un grupo ecologista en la sección de sociedad del telediario, antes de los deportes. En los medios escritos, estas noticias aparecen en la sección de Medio Ambiente, como si estuviera desvinculado de cualquier otro aspecto. Sin embargo, su lugar debe ser la portada, y en segundo lugar, la sección de Economía.
Un informe sobre la percepción y los impactos del cambio climático en Europa, realizado por un experto del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) para el partido verde español EQUO, revela que de aquí a 2050 los cultivos en los que España es lider, como el vino, el aceite de oliva o las naranjas, se verán afectados por este fenómeno, al modificarse las condiciones en las que se desarrollan, siendo las zonas actuales de cultivo de esos productos no aptos para ello, por la elevación de las temperaturas, la menor frecuencia de precipitaciones o el aumento en el número de inundaciones. Así, las miles de hectáreas de olivos, vides y naranjos de provincias como Jaén, La Rioja o Valencia verían cómo las cepas y árboles se secan, arruinando a miles de familias. Otro sector primario como es la pesca se verá dañado, tanto en su vertiente de captura como en la acuicultura, debido tanto al aumento de la temperatura del agua como a su mayor acidificación. Además, el turismo, la otra gran industria de nuestro país, y motivo de declaraciones triunfalistas de los dirigentes políticos, también sufrirá por el cambio climático (temperaturas extremadamente altas en verano, menos nieve en invierno...).
Mientras que el 97% de los científicos que tratan este tema están de acuerdo con que el cambio climático está siendo acelerado peligrosamente por las actividades del ser humano, y se verifican miles de estudios que confirman este fenómeno, vemos a menudo cómo estas predicciones son tachadas de “catastrofistas” y “ocurrencias de ecologistas”, porque van en contra de la zona de confort de nuestra visión de las cosas. Sin embargo, cada vez es más frecuente oir decir a personas mayores que “nunca en la vida han visto que hiciera tanto calor en esta época del año”, o que “nunca habían visto el nivel del agua del río tan alto”.
Sólo cuando los poderes públicos se tomen el asunto del cambio climático como lo que es, un problema de primera magnitud que repercutirá en los aspectos económicos de todo un país, y los medios de comunicación lo reflejen como se merece, no sólo por sus consecuencias (inundaciones, sequías, nevadas) en la sección de sucesos, sino como un fenómeno contra el que hay que luchar de forma global, estaremos en condiciones de decir que aún estamos a tiempo de revertirlo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito: