martes, 25 de septiembre de 2018

EL CRECIMIENTO EN ENTREDICHO

Trump estudia imponer otros 100.000 millones de dólares
en aranceles a China 
EFE
Hay algunos dogmas supuestamente intocables del capitalismo que empiezan a tambalearse o que, al menos, están siendo cuestionados por un número creciente de expertos. Uno de esos dogmas fue planteado por uno de los creadores del invento capitalista, Adam Smith, quien en pleno siglo XVIII aludía a una “mano invisible”, una metáfora por la que afirmaba que la búsqueda del interés individual es beneficioso para el conjunto de la sociedad, merced a las leyes del mercado, que actuarían como una mano invisible que regularía espontáneamente ese mercado, haciendo que permaneciera lo mejor y permitiendo que lo malo desapareciera de modo “natural”. Esta fue la base de la tendencia neoliberal de la economía, desarrollada en los años 40 del pasado siglo por la llamada escuela de Chicago, con Milton Friedman a la cabeza, que propugnaba que la economía debe estar dominada por el mercado, aplicando un “laissez faire” sin ninguna intervención del Estado.

Sin embargo, esta teoría se ha visto desmentida en multitud de ocasiones. Precisamente los estados que más han puesto en práctica las teorías neoliberales son los que impulsan un mayor proteccionismo desde los gobiernos, como estamos comprobando con la aplicación de aranceles por parte de Donald Trump a las importaciones de acero y aluminio, o a las aceitunas negras procedentes del campo andaluz. También es notorio que el supuesto bienestar que el beneficio de unos pocos redundaría en la mayoría se ha revelado una falacia: en la sociedad capitalista en la que vivimos las desigualdades van en aumento, los ricos son cada vez más ricos y aumenta el porcentaje de personas que rozan o superan el umbral de la pobreza.

Pero en la UE ya se está cuestionando esta afirmación que tantas veces nos han repetido que el crecimiento económico es la solución a todos los problemas. Los pasados días 18 y 19 de septiembre tuvo lugar en Bruselas la Conferencia Post-Crecimiento, organizada por el grupo de Los Verdes y el colectivo internacional del Decrecimiento, en la que se debatió sobre cómo se desarrollaría la sociedad a partir del momento en que abandonáramos este dogma, en aspectos como la economía, el medio ambiente o las políticas monetarias. Ese momento llegará, nos guste o no, y debemos estar preparados para ello.
Así, se espera que la economía poscrecimiento será la que realice un mejor reparto de la riqueza, la que promueva actividades con un débil impacto ambiental y social y en la que no solamente se produzca menos, sino mejor. Además, en ese escenario se prevé una mayor eficiencia energética en la producción y una reducción en la emisión de residuos, ya sean sólidos, con una menor producción de basura, o gaseosos, en forma de una menor cantidad de gases de efecto invernadero soltados a la atmósfera, lo que se conseguiría con el abandono de los combustibles fósiles. Por último, se espera sustituir el actual modelo financiero basado en la deuda, tanto privada como pública, tan proclive a las crisis, por un mayor papel de las economías locales, así como una mayor y más transparente regulación financiera.
La sociedad poscrecimiento no será incompatible con el buen vivir, sino que deberá incluir aspectos que ya han sido propuestos como el reparto del trabajo, la renta básica, la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres o la reducción de nuestro consumo de bienes. Sólo así llegaremos a lo que todos aspiramos, una sociedad justa que conserve el planeta para las generaciones futuras. Debemos empezar a dar los pasos necesarios para cumplir ese objetivo, el tiempo se agota.
Artículo aparecido hoy en el diario.es/Murcia:

martes, 4 de septiembre de 2018

EL REVERSO DE LAS EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS

La agricultura de la Región de Murcia se ha lanzado a la vorágine de la exportación. Si hasta ahora era la UE, EEUU y los países árabes los receptores de los productos agrícolas murcianos, el nuevo objetivo es el mercado asiático. Lechugas, endibias, escarolas, cítricos, coles, coliflores, melones, uva… viajarán miles de kilómetros para surtir los mercados de China, Japón, Corea del Sur y otros países del lejano Oriente. Aunque esto supone una inyección de dinero a las empresas agrícolas de la región, esta política comercial pone en evidencia una tendencia que se produce en todo el planeta y que es fruto de la globalización capitalista: el auge de los llamados “alimentos kilométricos”, que conllevan costes ecológicos y sociales considerables.
“La industrialización de la agricultura, gran demandante de agua y necesitada de un uso masivo de fertilizantes y pesticidas de origen artificial… tiene como efecto directo la contaminación de los acuíferos y, en la Región, el deterioro del Mar Menor”
Se calcula que cerca del 70% de los alimentos consumidos en un país determinado provienen de un país extranjero, y que esos alimentos viajan, de promedio, casi 4.000 kilómetros desde el lugar de producción hasta el supermercado donde se consumen. Varias son las consecuencias de este trasiego de productos alimenticios de un lugar a otro. Desde el punto de vista ecológico, la emisión de gases de efecto invernadero debido al transporte de esos productos, agravando el cambio climático, es la principal consecuencia. La industrialización de la agricultura, gran demandante de agua y necesitada de un uso masivo de fertilizantes y pesticidas de origen artificial, usados para hacer frente a la demanda de productos agrícolas, tiene como efecto directo, como es sabido, la contaminación de los acuíferos y, en la Región de Murcia, el deterioro del Mar Menor, afectando al ecosistema más singular de nuestra región, además de afectar a nuestra salud. La homogeneización de los productos agropecuarios es otro efecto de la globalización alimentaria. Las dietas en diferentes partes del mundo se van pareciendo cada vez más, y los consumidores de los países importadores adquieren hábitos alimentarios alejados de sus tradiciones, empobreciendo su acervo cultural y atentando a su soberanía alimentaria, haciendo que aumente la dependencia a los alimentos importados.
Desde el punto de vista social, el movimiento de productos alimenticios de un lugar a otro supone, por un lado, la precarización del trabajo en los países exportadores, ya que, en nombre de la competitividad, los contratos eventuales con salarios bajos, principalmente a trabajadores inmigrantes, son la norma para conseguir que las empresas productoras consigan beneficios a corto plazo. En los países receptores de los productos alimenticios se verifica un aumento del precio de los alimentos básicos, debiendo las familias destinar un mayor porcentaje de su salario a la adquisición de esos alimentos, muchos de ellos de importación.
Para contrarrestar esta problemática, las organizaciones no gubernamentales nos aconsejan consumir los llamados alimentos “kilómetro cero” o de proximidad, es decir, los productos cultivados localmente, a menos de 100 kilómetros de distancia con respecto al consumidor y de temporada, es decir, lo que se ha hecho toda la vida. Este tipo de productos involucran a pequeños agricultores locales, lo que fomenta la economía de cercanía. Las ventajas son obvias: la ausencia de transporte de larga distancia y la no utilización de envoltorios de plástico disminuye la emisión de CO2; se reduce el desperdicio de alimentos debido a las deficiencias en el transporte y almacenamiento y los descartes innecesarios; seremos conscientes de los ciclos de las frutas y verduras si consumimos preferentemente productos de temporada. Como consumidores se puede hacer de un modo muy sencillo. Basta con leer las etiquetas y comprobar los lugares de origen de los productos.
Si desde las instituciones se potenciara la agricultura de cercanía, fomentando los mercados de productores locales, la agroecología, los productos de cercanía, de alta calidad, tal vez nos replantearíamos nuestros hábitos de consumo. Pero parece que la Consejería apuesta más por la industria alimenticia, cuyas consecuencias se han analizado más arriba, actividad que contribuye al cambio climático y al atentado de la soberanía alimentaria en los países receptores, siguiendo la lógica capitalista del modo de producción.
Artículo aparecido en La Crónica del Pajarito: