jueves, 16 de junio de 2016

EL PAISAJE SONORO, INDICADOR DE LA SALUD DE LOS ECOSISTEMAS


Recientemente ha aparecido en los medios una noticia que ha pasado desapercibida entre la vorágine de la campaña electoral, las últimas declaraciones de los líderes políticos (porque todos son hombres) y las insufribles tertulias sobre los resultados futbolísticos de “la roja”. El músico y ecologista norteamericano Bernie Krause se ha dedicado durante décadas a grabar los sonidos de la naturaleza, a lo largo y ancho del planeta. Su catalogo incluye miles de horas de grabación de sonidos procedentes de más de 15.000 especies animales terrestres y marinos (sonidos a los que llama biofonías), pero también de sonidos producidos por la parte no biológica de los ecosistemas (las geofonías) y sonidos no musicales producidos por el ser humano (las antrofonías, más comúnmente conocidas como ruido). Estos tres factores, combinados entre sí, forman lo que se llama el paisaje sonoro.
“La extinción de especies en las ciudades ya se comprueba con la reducción de las poblaciones de gorriones, de algunas rapaces o la desaparición de las abejas”
Pues bien, se ha hecho público un fenómeno que ya sabemos por los estudios científicos, pero es la primera vez que esto se pone de relieve a través del sonido (aunque más bien deberíamos decir de su ausencia): la desaparición a marchas forzadas de miles de especies, debido principalmente al cambio climático, a la explotación de los recursos naturales y a la destrucción de hábitats. Krause grabó de forma periódica el paisaje sonoro del Parque de Sugarloaf Ridge, en California, entre 2004 y 2014. La audición de esas grabaciones nos informa de un hecho espeluznante. En esos 10 años, se ha pasado de una mezcla cacofónica de sonidos de aves, sobre todo (aunque también de otros grupos que contribuyen de un modo menos evidente al paisaje sonoro, como anfibios, reptiles o insectos, entre otros) a la casi totalausencia de sonidos, reflejándose la extinción de especies de un modo dramático, a través del silencio. De hecho, el propio Krause reconoce que el 50% de los sonidos naturales captados y registrados por él desde los años 60, o bien han desaparecido, o bien han sido radicalmente modificados por la acción humana. Los estudios científicos predicen que en 2050, la cuarta parte de las especies habrán desaparecido, muchas de ellas sin que ni siquiera las hayamos descubierto.
A nivel más cercano, es evidente que el paisaje sonoro de nuestras ciudades y campos se ha visto modificado de modo palpable. Las amenazas que sufren el lobo ibérico, el oso pardo, el águila imperial o el urogallo, por citar algunos de los más espectaculares, transforman el paisaje sonoro de los ecosistemas naturales. Aunque estas especies constituyen la punta del iceberg. Se calcula que más de 150 especies animales están en riesgo de desaparición en nuestro país. Las ciudades también sufren el impacto sonoro de la extinción. La transformación de paisajes silvestres, eliminando árboles viejos con oquedades, suprimiendo la vegetación de ribera de los ríos, la contaminación atmosférica y la lumínica, la fumigación de parques y jardines, la excesiva siega del césped de los jardines, la urbanización salvaje sin orden ni planificación, el diseño de plazas desprovistas de arbolado, son factores que contribuyen a reducir la biodiversidad urbana, como ya se comprueba con la reducción de las poblaciones de gorriones, de algunas especies de rapaces o la desaparición de las abejas.
De seguir así, dentro de poco, en nuestras ciudades habrá desaparecido el sonido de las aves, y solamente tendremos que sufrir el ruido del tráfico motorizado y de las obras. Como el propio Bernie Krause afirma, “si se dice que una imagen vale más que mil palabras, un paisaje sonoro vale más que mil imágenes”. El paisaje sonoro es la plasmación sensorial del estado de salud de los ecosistemas. Cuanto mayor sea la variedad y riqueza del abanico de sonidos naturales que nos rodea, mayor será la evidencia del buen estado de conservación de la naturaleza. No dejemos que los paisajes sonoros se empobrezcan.
Articulo publicado en La Cronica del Pajarito:


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