martes, 27 de octubre de 2015

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Se acaba de aprobar en Bonn el borrador del acuerdo sobre cambio climático, que servirá de documento de trabajo de cara a la Cumbre del Clima COP21 de Paris, a celebrar el próximo mes de diciembre. A lo largo de la pasada semana, y como último encuentro previo, han estado reunidos en la ciudad alemana los representantes de 195 países, en el marco de la reunión preparatoria de la citada cumbre de París. El objetivo de este documento es facilitar las negociaciones de la COP21, en vista a conseguir un consenso en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2020, para evitar la cifra fatídica del aumento en 2º C de la temperatura media del planeta con respecto a los niveles pre-industriales. Sabido es que sobrepasar esta cifra supondrá una serie de consecuencias nefastas (olas de calor, cambios de régimen de lluvias, sequías, aumento del nivel del mar, problemas de abastecimiento de agua, aumento de la frecuencia de los incendios, etc.) con costes económicos y sociales difíciles de cuantificar, pero seguramente enormes. Y no se trata de los típicos anuncios catastrofistas propios de ecologistas trasnochados, sino de previsiones de carácter científico avaladas por estudios serios realizados por miles de investigadores del clima en todo el mundo.
Sin embargo, como viene siendo habitual en estas reuniones, y tal y como denuncian las ONGs que, por cierto, han sido excluidas de las conversaciones, están surgiendo dificultades que ponen en peligro la consecución de un acuerdo. En primer lugar, el texto pone el énfasis más en la aplicación de medidas voluntarias encaminadas a reducir las emisiones, a menudo puestas en marcha por multinacionales, en una suerte de “lavado verde”, que en compromisos de obligado cumplimiento por parte de los estados. En segundo lugar está el tema de la financiación de las medidas de lucha contra el cambio climático, que deberá ser aportada sobre todo por los países ricos, principales responsables del aumento de la temperatura global. En este sentido, no se llegó a un acuerdo sobre si el objetivo establecido para 2020 —invertir 100.000 millones de dólares anuales en acciones climáticas, sobre todo en transferencia de tecnología y en indemnizaciones por el impacto del cambio climático a los países más vulnerables— debería posponerse a fechas posteriores a 2020.
Otra de las críticas que ha recibido la redacción de este documento es la ausencia de referencias explícitas a la justicia climática y a la seguridad alimentaria. El primer concepto se refiere a la necesidad de resarcir a los países que más sufren las consecuencias del cambio climático sin haberlas generado, en África y América Latina, principalmente, como el ahondamiento de las desigualdades sociales, que afectan también a las poblaciones más desfavorecidas de los países ricos. La seguridad alimentaria garantiza que todas las personas tienen acceso a los alimentos en calidad y cantidad suficientes como para atender a sus necesidades biológicas. Desligar estas dos cuestiones de la búsqueda de soluciones globales al cambio climático es abordar de forma parcial el problema.
Ante la falta de voluntad real de afrontar este reto, es hora de que, como ciudadanos, presionemos a los gobiernos para que en la Cumbre del Clima COP21 se decida aplicar las medidas efectivas para reducir las emisiones de CO2. Para ello, el próximo 29 de noviembre (el día antes del comienzo de la cumbre) hay organizadas más de 1.000 Marchas por el Clima en todo el mundo, incluida Murcia, para impulsar un acuerdo climático. Estamos ante una de las últimas oportunidades de revertir este fenómeno, el cambio climático, que supone uno de los grandes retos del siglo XXI. Aprovechémosla.

Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:
http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/10/ultima-oportunidad

martes, 6 de octubre de 2015

¿EL FIN DEL DIESEL?

El reciente descubrimiento del fraude masivo en los motores diesel de los coches Volkswagen y sus marcas filiales, caso conocido ya como el Dieselgate, ha puesto del revés al mercado automovilístico y ha hecho que se replanteen muchas cosas en relación al futuro del mundo del motor. Recordemos que este engaño, que afecta a 11 millones de coches en el mundo (680.000 en España), ha consistido en manipular el ordenador de a bordo de los automóviles mediante un software que detecta cuándo se realizan pruebas de emisiones contaminantes; este software pone en marcha en ese momento un catalizador que absorbe los gases tóxicos, principalmente el óxido de nitrógeno, dando como resultado del test valores mucho más bajos que los verificados en condiciones reales de conducción.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ha confirmado que los vehículos trucados emiten entre 10 y 40 veces más óxidos de nitrógeno de lo permitido, y Greenpeace calcula que esto supondría emisiones de hasta 240.000 toneladas de gases tóxicos en Europa. Por su parte, Ecologistas en Acción estima que la contaminación atmosférica (proveniente en su gran mayoría de las emisiones de los coches en las ciudades) provoca en España unas 27.000 muertes prematuras al año, es decir, unas 14 veces más que los accidentes de tráfico.
Este asunto parece que no se limita a la conocida marca alemana, sino que la sombra de la sospecha se extiende a otras marcas, casi todas alemanas, pero también francesas, siendo este fabricante el único que ha sido descubierto. Pero nada nos impide aventurar que todos los vehículos diesel usen un ardid similar para esconder el verdadero alcance de las emisiones de gases a la atmósfera, muy por encima de los valores permitidos en la UE y en EEUU, y que esto no sea más que la punta del iceberg.
Los vehículos diesel son los más vendidos (un 70% de los coches y furgonetas que se venden en nuestro país son de este tipo), principalmente por su menor consumo y por el precio más bajo del combustible en relación a la gasolina, y han sido promocionados como un modo idóneo de luchar contra el cambio climático, por su menor emisión de CO2, habiendo disfrutado además de exenciones fiscales por parte de 30 de los 34 países de la OCDE. Sin embargo, la mayor emisión de micropartículas, sumado a la de óxidos de nitrógeno, puesto de manifiesto ahora, hace que se multipliquen los efectos nocivos sobre la salud y el medio ambiente, y puede suponer la sentencia de muerte para este tipo de motores.
Ante esto, ahora debe ser el momento de poner en marcha una estrategia real de lucha contra la contaminación atmosférica, potenciando los vehículos eléctricos, que actualmente suponen menos del 1% de la cuota de mercado, por medio de incentivos gubernamentales, tales como la instalación de una red de puntos de recarga de baterías eléctricas en las ciudades o la restricción de la entrada de coches diesel a las ciudades, sobre todo los más antiguos, como ya se está haciendo en algunos lugares como París. Además, nunca se dejará de insistir en la necesidad de potenciar medios alternativos de transporte, como la bicicleta y el transporte público (eléctrico, por supuesto).
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 16 de septiembre de 2015

MIGRACIONES Y CLIMA: DOS RAZONES PARA CEDER SOBERANÍA

Una de las imágenes más impactantes de la historia fue cuando en 1969 el astronauta Neil Armstrong mostró al mundo nuestro planeta desde la superficie lunar, como una esfera que flota en la inmensidad del universo. En ella se percibe el azul del mar, cubierto de nubes, entre las cuales se adivinan porciones marrones de tierra firme. Decenas de fotografías de la Tierra desde el espacio nos han desvelado una verdad inmutable: que las fronteras no son sino artificios creados por el ser humano para separar y segregar, y que su existencia ha sido y es fuente de conflictos armados y que constituyen barreras, casi siempre infranqueables, para las personas, aunque no para los capitales.
La existencia de los Estados-nación ha sido, a menudo, el pretexto para subyugar a sus vecinos y expoliar los recursos naturales, si son de terceros países, mejor, en base a una supuesta superioridad moral y económica. La explotación del subsuelo en el Próximo Oriente, África o Sudamérica, en forma de petróleo, gas o productos de la minería, por parte de países occidentales, a través de multinacionales, la sobrepesca de los caladeros por barcos con pabellones de conveniencia contra los que no se puede actuar, o la compra de tierras africanas para el cultivo de biocombustibles por parte de países del Golfo Pérsico, Europa o Asia, en detrimento de las poblaciones locales, son ejemplos de cómo los Estados-nación actúan impunemente en base a su soberanía y al derecho de no-injerencia.
Estos meses estamos asistiendo impotentes al mayor movimiento de personas refugiadas que huyen de la guerra y de la miseria desde hace años, y comprobamos cómo las fronteras de Europa son un impedimento para resolver esta tragedia, y cómo la falta de solidaridad por parte de los gobiernos de los países europeos no hace sino agravar la situación, sin que los 28 integrantes de la UE lleguen al acuerdo necesario para acoger a los refugiados. No sólo la defensa de los derechos humanos debe hacernos reflexionar sobre el papel de los Estados-nación en un mundo globalizado. La crisis ecológica que sufre el planeta, muy relacionada con la crisis humanitaria, obliga a repensar cuál es la mejor manera de abordar la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales. El Estado individual no nos protege de las amenazas que se ciernen a nivel planetario, como el cambio climático. Las acciones que se realizan en un lugar, como las emisiones de gases de efecto invernadero o la destrucción de los bosques tropicales, afectan no sólo a esos países sino a la totalidad del planeta.
La soberanía de los estados como pretexto para no actuar parece que es un tabú que no puede ser violado, pero las situaciones de emergencia humanitaria y climática en la que estamos inmersos no puede ser resuelta en el marco de los Estados-nación, porque sólo representan respuestas parciales e insuficientes. La defensa de los Derechos Humanos y la salvaguarda del planeta exigen una respuesta ágil desde ámbitos supranacionales, a condición de que los estados cedan parte de la soberanía para resolver esos dos grandes retos.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito: