martes, 6 de octubre de 2015

¿EL FIN DEL DIESEL?

El reciente descubrimiento del fraude masivo en los motores diesel de los coches Volkswagen y sus marcas filiales, caso conocido ya como el Dieselgate, ha puesto del revés al mercado automovilístico y ha hecho que se replanteen muchas cosas en relación al futuro del mundo del motor. Recordemos que este engaño, que afecta a 11 millones de coches en el mundo (680.000 en España), ha consistido en manipular el ordenador de a bordo de los automóviles mediante un software que detecta cuándo se realizan pruebas de emisiones contaminantes; este software pone en marcha en ese momento un catalizador que absorbe los gases tóxicos, principalmente el óxido de nitrógeno, dando como resultado del test valores mucho más bajos que los verificados en condiciones reales de conducción.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ha confirmado que los vehículos trucados emiten entre 10 y 40 veces más óxidos de nitrógeno de lo permitido, y Greenpeace calcula que esto supondría emisiones de hasta 240.000 toneladas de gases tóxicos en Europa. Por su parte, Ecologistas en Acción estima que la contaminación atmosférica (proveniente en su gran mayoría de las emisiones de los coches en las ciudades) provoca en España unas 27.000 muertes prematuras al año, es decir, unas 14 veces más que los accidentes de tráfico.
Este asunto parece que no se limita a la conocida marca alemana, sino que la sombra de la sospecha se extiende a otras marcas, casi todas alemanas, pero también francesas, siendo este fabricante el único que ha sido descubierto. Pero nada nos impide aventurar que todos los vehículos diesel usen un ardid similar para esconder el verdadero alcance de las emisiones de gases a la atmósfera, muy por encima de los valores permitidos en la UE y en EEUU, y que esto no sea más que la punta del iceberg.
Los vehículos diesel son los más vendidos (un 70% de los coches y furgonetas que se venden en nuestro país son de este tipo), principalmente por su menor consumo y por el precio más bajo del combustible en relación a la gasolina, y han sido promocionados como un modo idóneo de luchar contra el cambio climático, por su menor emisión de CO2, habiendo disfrutado además de exenciones fiscales por parte de 30 de los 34 países de la OCDE. Sin embargo, la mayor emisión de micropartículas, sumado a la de óxidos de nitrógeno, puesto de manifiesto ahora, hace que se multipliquen los efectos nocivos sobre la salud y el medio ambiente, y puede suponer la sentencia de muerte para este tipo de motores.
Ante esto, ahora debe ser el momento de poner en marcha una estrategia real de lucha contra la contaminación atmosférica, potenciando los vehículos eléctricos, que actualmente suponen menos del 1% de la cuota de mercado, por medio de incentivos gubernamentales, tales como la instalación de una red de puntos de recarga de baterías eléctricas en las ciudades o la restricción de la entrada de coches diesel a las ciudades, sobre todo los más antiguos, como ya se está haciendo en algunos lugares como París. Además, nunca se dejará de insistir en la necesidad de potenciar medios alternativos de transporte, como la bicicleta y el transporte público (eléctrico, por supuesto).
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

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