jueves, 26 de noviembre de 2015

MARCHEMOS POR EL CLIMA

Una cosa está clara. Los mensajes relacionados con el cambio climático no hacen mella en la mayoría de la población. Que los casquetes polares se están reduciendo a marchas forzadas, acelerando la elevación del nivel del mar, que sufrimos veranos cada vez más extremos, con lluvias cada vez más escasas; advertir del aumento de la temperatura media de la Tierra, acercándonos a la cifra fatídica de los 2ºC, momento en el que las consecuencias del cambio climático serán irreversibles; comprobar que España es el país de la Unión Europea que más aumentó sus emisiones de gases de efecto invernadero en 2014 y que, a pesar de la caída en combustibles fósiles, se usó un 8% más de carbón; relacionar los conflictos bélicos actuales con el acceso a los recursos energéticos del subsuelo (principalmente petróleo y gas), con consecuencias de triste actualidad como las miríadas de refugiados, en un mundo abocado tarde o temprano a una situación post-fosilista… Todos esos mensajes, tachados de “apocalípticos” por parte de los escasos negacionistas del cambio climático que aún quedan, no consiguen concienciar a la sociedad occidental de la urgencia de acometer medidas para revertir la situación climática del planeta.
El cambio climático excede lo ambiental, va ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias
Es significativo que ni siquiera la encuesta del CIS cita al cambio climático como problema a tener en cuenta, siendo lo que más se aproxima unos genéricos “problemas ambientales” (bastante abajo en la lista de preocupaciones de la sociedad española, por cierto), cuando el cambio climático excede en mucho lo ambiental, estando ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias, en cuanto a consecuencias para el ser humano se refiere.
Precisamente es en lo económico donde más vamos a sufrir los efectos del calentamiento global. En España, esto se verá reflejado en una serie de costes económicos como la aportación de miles de millones de euros de dinero público dedicados al arreglo de desperfectos en infraestructuras y viviendas debido a catástrofes naturales (inundaciones, tornados, incendios) y a resarcir al sector agrícola y ganadero por sequías, tormentas, granizadas o plagas; sólo la importación de combustibles fósiles nos cuesta a los españoles 45.000 millones de euros al año (unos 1.000 euros por habitante). El turismo, tanto de costa como de montaña, se verá afectado por las olas de calor y la falta de nieve, así como sectores como el vitivinícola. En conjunto, el cambio climático tiene su traducción en la economía, reduciendo la riqueza general expresada en disminución del PIB a niveles que algunos estudios, como el informe Stern, cifran hasta en un 20%.
Este fin de semana tendremos la oportunidad de exigir a los gobiernos, que se reunirán a partir del lunes en París en la Cumbre del Clima, que se tomen en serio el fenómeno del cambio climático. Sólo con la inversión del 1% del PIB, por parte de los países desarrollados, destinado a la disminución de las emisiones de gases es posible revertir la situación. Y no sólo por razones de reducción de la biodiversidad, pérdida de hábitats, aumento de especies invasoras, disminución del agua disponible y otras consecuencias ambientales, sino directamente porque afectará a nuestro bolsillo. Si crees que son razones suficientes, acude el próximo domingo 29 de noviembre a la Marcha Mundial por el Clima, que se celebrará simultáneamente en cientos de ciudades en todo el planeta y, en nuestra región, en Murcia (Plaza Circular) y Cartagena (Plaza Héroes de Cavite), ambas citas a las 12 de la mañana.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

viernes, 13 de noviembre de 2015

MUNICIPIOS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

En vísperas de la Cumbre del Clima que se celebrará entre los días 30 de noviembre y 11 de diciembre en París, los ayuntamientos de dos grandes ciudades europeas, Madrid y París, están empezando a aplicar medidas encaminadas a reducir la contaminación en sus diversas vertientes. En Madrid, la concejalía de Medio Ambiente ha puesto en marcha un dispositivo de urgencia para mitigar los altos niveles de CO2 y óxidos de nitrógeno atmosférico en la capital, debido a las condiciones anticiclónicas y a las emisiones de los vehículos diésel, principalmente, produciendo la tristemente conocida como “boina gris” sobre la ciudad. Esta medida, consistente en reducir la velocidad máxima a 70 km/h en la M30, podría ir acompañada por otras, como que circulen los vehículos con matrículas pares o impares en días alternos, o la prohibición de estacionar vehículos no comerciales y que no sean de transporte público en el centro de la ciudad, si los niveles de contaminación persistieran.
Paralelamente, el equipo de gobierno de la capital francesa ha presentado un plan “inédito” para la transición energética de París. Entre las medidas clave, se prevé que, en 2016, los edificios municipales y el alumbrado público serán alimentados por energías 100% renovables, exigiendo a sus proveedores de energía una electricidad totalmente verde para proceder a renovar los contratos de abastecimiento energético.
Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero
Es curioso comprobar que estas dos ciudades tienen al frente a dos mujeres (Manuela Carmena y Anne Hidalgo), y que sus respectivas concejalas de Medio Ambiente (Inés Sabanés y Célia Blauel) provienen de sendas formaciones verdes (EQUO y Europe Ecologie-Les Verts, respectivamente), demostrando que una nueva visión de la política es posible en el ámbito local, y que se hace imprescindible la introducción de medidas de corte ecologista para que se verifique un verdadero cambio en la calidad de vida de los habitantes de nuestras ciudades.
Una ciudad europea o española de un millón de habitantes utiliza diariamente 11.500 toneladas de combustibles fósiles, produce 1.600 toneladas de basura, gasta 2.000 toneladas de alimentos y emite 25.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2), principal gas responsable del calentamiento de la Tierra. Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), mientras que sólo ocupan el 2% del territorio mundial. Según la ONU, en 2030, el 60% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos (elevándose esa cifra al 80% en los países desarrollados).
Todos estos datos nos deben hacer llegar a la conclusión de que es prioritario que las ciudades, y las instituciones que las gobiernan, sean los frentes más importantes a la hora de luchar contra el cambio climático. Y no sólo en problemas como la contaminación o la energía, sino también abordando cuestiones como la economía local, apostando por el comercio de cercanía, y la planificación urbanística, alejándose de los modelos dispersos, que requieren mayores desplazamientos, emitiendo, por tanto, mayor cantidad de GEI, entre otros aspectos. Es en el ámbito de lo municipal donde se hace más patente la máxima ecologista “Actúa local, piensa global”, y así debemos exigírselo a nuestros gobernantes.

Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/11/municipios-contra-cambio-climatico

martes, 27 de octubre de 2015

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Se acaba de aprobar en Bonn el borrador del acuerdo sobre cambio climático, que servirá de documento de trabajo de cara a la Cumbre del Clima COP21 de Paris, a celebrar el próximo mes de diciembre. A lo largo de la pasada semana, y como último encuentro previo, han estado reunidos en la ciudad alemana los representantes de 195 países, en el marco de la reunión preparatoria de la citada cumbre de París. El objetivo de este documento es facilitar las negociaciones de la COP21, en vista a conseguir un consenso en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2020, para evitar la cifra fatídica del aumento en 2º C de la temperatura media del planeta con respecto a los niveles pre-industriales. Sabido es que sobrepasar esta cifra supondrá una serie de consecuencias nefastas (olas de calor, cambios de régimen de lluvias, sequías, aumento del nivel del mar, problemas de abastecimiento de agua, aumento de la frecuencia de los incendios, etc.) con costes económicos y sociales difíciles de cuantificar, pero seguramente enormes. Y no se trata de los típicos anuncios catastrofistas propios de ecologistas trasnochados, sino de previsiones de carácter científico avaladas por estudios serios realizados por miles de investigadores del clima en todo el mundo.
Sin embargo, como viene siendo habitual en estas reuniones, y tal y como denuncian las ONGs que, por cierto, han sido excluidas de las conversaciones, están surgiendo dificultades que ponen en peligro la consecución de un acuerdo. En primer lugar, el texto pone el énfasis más en la aplicación de medidas voluntarias encaminadas a reducir las emisiones, a menudo puestas en marcha por multinacionales, en una suerte de “lavado verde”, que en compromisos de obligado cumplimiento por parte de los estados. En segundo lugar está el tema de la financiación de las medidas de lucha contra el cambio climático, que deberá ser aportada sobre todo por los países ricos, principales responsables del aumento de la temperatura global. En este sentido, no se llegó a un acuerdo sobre si el objetivo establecido para 2020 —invertir 100.000 millones de dólares anuales en acciones climáticas, sobre todo en transferencia de tecnología y en indemnizaciones por el impacto del cambio climático a los países más vulnerables— debería posponerse a fechas posteriores a 2020.
Otra de las críticas que ha recibido la redacción de este documento es la ausencia de referencias explícitas a la justicia climática y a la seguridad alimentaria. El primer concepto se refiere a la necesidad de resarcir a los países que más sufren las consecuencias del cambio climático sin haberlas generado, en África y América Latina, principalmente, como el ahondamiento de las desigualdades sociales, que afectan también a las poblaciones más desfavorecidas de los países ricos. La seguridad alimentaria garantiza que todas las personas tienen acceso a los alimentos en calidad y cantidad suficientes como para atender a sus necesidades biológicas. Desligar estas dos cuestiones de la búsqueda de soluciones globales al cambio climático es abordar de forma parcial el problema.
Ante la falta de voluntad real de afrontar este reto, es hora de que, como ciudadanos, presionemos a los gobiernos para que en la Cumbre del Clima COP21 se decida aplicar las medidas efectivas para reducir las emisiones de CO2. Para ello, el próximo 29 de noviembre (el día antes del comienzo de la cumbre) hay organizadas más de 1.000 Marchas por el Clima en todo el mundo, incluida Murcia, para impulsar un acuerdo climático. Estamos ante una de las últimas oportunidades de revertir este fenómeno, el cambio climático, que supone uno de los grandes retos del siglo XXI. Aprovechémosla.

Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:
http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/10/ultima-oportunidad