domingo, 14 de octubre de 2018

CATÁSTROFES CLIMÁTICAS

Riada en Mallorca EFE
La tragedia de las inundaciones en Mallorca pone encima de la mesa, una vez más, la fuerza de los fenómenos climáticos, cada vez más frecuentes. También en Francia han sufrido las consecuencias de las tormentas localizadas y con gran descarga de agua en poco tiempo. Como en la isla balear, en el departamento del Var, en la costa mediterránea,  han caído trombas de agua en 24 horas que han dado como resultado dos muertos y pérdidas millonarias. Asimismo, en EE.UU., con el paso del huracán Michael, han tenido que lamentar la muerte de 6 personas en las costas de Florida, Georgia y Carolina del Norte. 

Aunque los huracanes y el fenómeno de la “gota fría” son acontecimientos climáticos que existen desde siempre, lo cierto es que el cambio climático ha acelerado e intensificado su presencia. Un informe del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante sobre la evolución del clima en la provincia en los últimos años ya puso de manifiesto el pasado mes de septiembre que el aumento de la temperatura media, con noches “tropicales” por encima de los 20ºC, el cambio estacional del régimen de lluvias y el calentamiento del mar en 0,8 grados desde 1980 son signos claros de la existencia del cambio climático, y advertía del riesgo de situaciones de inestabilidad (“gota fría”) cada vez más frecuentes, como tristemente acaba de ocurrir. Por otro lado, ya es conocida la relación directa entre el aumento de la temperatura del mar y la fuerza de los huracanes, como se está comprobando año tras año en EE.UU. 

Sin embargo, ninguna noticia periodística ha apuntado como una de las causas de estas catástrofes el cambio climático, limitándose a referirse a causas secundarias (aunque no menos importantes), como la construcción en zonas inundables o la canalización de las ramblas, que han agravado las consecuencias de las inundaciones, pero que no son el origen de las mismas.

Las pérdidas, tanto en vidas humanas como económicas, de las inundaciones y otros fenómenos naturales agravadas por el cambio climático son ya de una gran magnitud. La Agencia Europea de Medio Ambiente estimó en 2017 en 12.000 millones de euros anuales  en toda Europa el coste de estos sucesos (inundaciones, incendios, tormentas, sequías y olas de calor). Según el informe, las inundaciones seguirán aumentando y, hacia el final del siglo XXI, se estima un "mayor aumento de las inundaciones en las Islas Británicas, el noroeste y sureste de Francia, el norte de Italia y algunas regiones en el sureste de España, los Balcanes y los Cárpatos”. Es significativo que, en España, el 70% de las cuantías pagadas por las compañías de seguros debido a siniestralidades extremas entre 1987 y 2015 ha ido a parar a los desastres causados por inundaciones, alcanzándose los 4.500 millones de euros, seguidos de los costes debidos a las tormentas ciclónicas, como las acaecidas en Mallorca, con unos 1.000 millones de euros en el periodo referido anteriormente.

El pasado día 10 de octubre, la ONU, a través de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR en sus siglas en inglés) hizo público un nuevo informe relativo al cambio climático en el que se afirma que el coste financiero de las catástrofes ligadas al calentamiento global se ha multiplicado por 2,5 en los últimos 20 años, alcanzando 2,5 billones de euros entre 1998 y 2017. De esa cantidad, el 77% son debidos a tormentas, inundaciones, sequías y demás fenómenos naturales que se han multiplicado con el ascenso de las temperaturas. 

En ese periodo, las mayores pérdidas las han sufrido EE.UU., con 820.000 millones de euros, seguidos de China (427.000 millones) y Japón (326.000 millones). Pero no solamente se pueden cifrar en pérdidas económicas las consecuencias de estas catástrofes. Las pérdidas humanas son mucho más dolorosas. En estos 20 años, 1,3 millones de personas perdieron la vida, mientras más de 4 mil millones de personas sufrieron heridas o se vieron obligadas a desplazarse. 

Mientras no se reconozca por parte de los gobiernos la influencia del cambio climático en los fenómenos naturales devastadores, seremos testigos de un modo más frecuente de la repetición de estos sucesos climatológicos, causantes de pérdidas de vidas humanas y costes económicos. 



Artículo aparecido en el diario.es:


martes, 25 de septiembre de 2018

EL CRECIMIENTO EN ENTREDICHO

Trump estudia imponer otros 100.000 millones de dólares
en aranceles a China 
EFE
Hay algunos dogmas supuestamente intocables del capitalismo que empiezan a tambalearse o que, al menos, están siendo cuestionados por un número creciente de expertos. Uno de esos dogmas fue planteado por uno de los creadores del invento capitalista, Adam Smith, quien en pleno siglo XVIII aludía a una “mano invisible”, una metáfora por la que afirmaba que la búsqueda del interés individual es beneficioso para el conjunto de la sociedad, merced a las leyes del mercado, que actuarían como una mano invisible que regularía espontáneamente ese mercado, haciendo que permaneciera lo mejor y permitiendo que lo malo desapareciera de modo “natural”. Esta fue la base de la tendencia neoliberal de la economía, desarrollada en los años 40 del pasado siglo por la llamada escuela de Chicago, con Milton Friedman a la cabeza, que propugnaba que la economía debe estar dominada por el mercado, aplicando un “laissez faire” sin ninguna intervención del Estado.

Sin embargo, esta teoría se ha visto desmentida en multitud de ocasiones. Precisamente los estados que más han puesto en práctica las teorías neoliberales son los que impulsan un mayor proteccionismo desde los gobiernos, como estamos comprobando con la aplicación de aranceles por parte de Donald Trump a las importaciones de acero y aluminio, o a las aceitunas negras procedentes del campo andaluz. También es notorio que el supuesto bienestar que el beneficio de unos pocos redundaría en la mayoría se ha revelado una falacia: en la sociedad capitalista en la que vivimos las desigualdades van en aumento, los ricos son cada vez más ricos y aumenta el porcentaje de personas que rozan o superan el umbral de la pobreza.

Pero en la UE ya se está cuestionando esta afirmación que tantas veces nos han repetido que el crecimiento económico es la solución a todos los problemas. Los pasados días 18 y 19 de septiembre tuvo lugar en Bruselas la Conferencia Post-Crecimiento, organizada por el grupo de Los Verdes y el colectivo internacional del Decrecimiento, en la que se debatió sobre cómo se desarrollaría la sociedad a partir del momento en que abandonáramos este dogma, en aspectos como la economía, el medio ambiente o las políticas monetarias. Ese momento llegará, nos guste o no, y debemos estar preparados para ello.
Así, se espera que la economía poscrecimiento será la que realice un mejor reparto de la riqueza, la que promueva actividades con un débil impacto ambiental y social y en la que no solamente se produzca menos, sino mejor. Además, en ese escenario se prevé una mayor eficiencia energética en la producción y una reducción en la emisión de residuos, ya sean sólidos, con una menor producción de basura, o gaseosos, en forma de una menor cantidad de gases de efecto invernadero soltados a la atmósfera, lo que se conseguiría con el abandono de los combustibles fósiles. Por último, se espera sustituir el actual modelo financiero basado en la deuda, tanto privada como pública, tan proclive a las crisis, por un mayor papel de las economías locales, así como una mayor y más transparente regulación financiera.
La sociedad poscrecimiento no será incompatible con el buen vivir, sino que deberá incluir aspectos que ya han sido propuestos como el reparto del trabajo, la renta básica, la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres o la reducción de nuestro consumo de bienes. Sólo así llegaremos a lo que todos aspiramos, una sociedad justa que conserve el planeta para las generaciones futuras. Debemos empezar a dar los pasos necesarios para cumplir ese objetivo, el tiempo se agota.
Artículo aparecido hoy en el diario.es/Murcia:

martes, 4 de septiembre de 2018

EL REVERSO DE LAS EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS

La agricultura de la Región de Murcia se ha lanzado a la vorágine de la exportación. Si hasta ahora era la UE, EEUU y los países árabes los receptores de los productos agrícolas murcianos, el nuevo objetivo es el mercado asiático. Lechugas, endibias, escarolas, cítricos, coles, coliflores, melones, uva… viajarán miles de kilómetros para surtir los mercados de China, Japón, Corea del Sur y otros países del lejano Oriente. Aunque esto supone una inyección de dinero a las empresas agrícolas de la región, esta política comercial pone en evidencia una tendencia que se produce en todo el planeta y que es fruto de la globalización capitalista: el auge de los llamados “alimentos kilométricos”, que conllevan costes ecológicos y sociales considerables.
“La industrialización de la agricultura, gran demandante de agua y necesitada de un uso masivo de fertilizantes y pesticidas de origen artificial… tiene como efecto directo la contaminación de los acuíferos y, en la Región, el deterioro del Mar Menor”
Se calcula que cerca del 70% de los alimentos consumidos en un país determinado provienen de un país extranjero, y que esos alimentos viajan, de promedio, casi 4.000 kilómetros desde el lugar de producción hasta el supermercado donde se consumen. Varias son las consecuencias de este trasiego de productos alimenticios de un lugar a otro. Desde el punto de vista ecológico, la emisión de gases de efecto invernadero debido al transporte de esos productos, agravando el cambio climático, es la principal consecuencia. La industrialización de la agricultura, gran demandante de agua y necesitada de un uso masivo de fertilizantes y pesticidas de origen artificial, usados para hacer frente a la demanda de productos agrícolas, tiene como efecto directo, como es sabido, la contaminación de los acuíferos y, en la Región de Murcia, el deterioro del Mar Menor, afectando al ecosistema más singular de nuestra región, además de afectar a nuestra salud. La homogeneización de los productos agropecuarios es otro efecto de la globalización alimentaria. Las dietas en diferentes partes del mundo se van pareciendo cada vez más, y los consumidores de los países importadores adquieren hábitos alimentarios alejados de sus tradiciones, empobreciendo su acervo cultural y atentando a su soberanía alimentaria, haciendo que aumente la dependencia a los alimentos importados.
Desde el punto de vista social, el movimiento de productos alimenticios de un lugar a otro supone, por un lado, la precarización del trabajo en los países exportadores, ya que, en nombre de la competitividad, los contratos eventuales con salarios bajos, principalmente a trabajadores inmigrantes, son la norma para conseguir que las empresas productoras consigan beneficios a corto plazo. En los países receptores de los productos alimenticios se verifica un aumento del precio de los alimentos básicos, debiendo las familias destinar un mayor porcentaje de su salario a la adquisición de esos alimentos, muchos de ellos de importación.
Para contrarrestar esta problemática, las organizaciones no gubernamentales nos aconsejan consumir los llamados alimentos “kilómetro cero” o de proximidad, es decir, los productos cultivados localmente, a menos de 100 kilómetros de distancia con respecto al consumidor y de temporada, es decir, lo que se ha hecho toda la vida. Este tipo de productos involucran a pequeños agricultores locales, lo que fomenta la economía de cercanía. Las ventajas son obvias: la ausencia de transporte de larga distancia y la no utilización de envoltorios de plástico disminuye la emisión de CO2; se reduce el desperdicio de alimentos debido a las deficiencias en el transporte y almacenamiento y los descartes innecesarios; seremos conscientes de los ciclos de las frutas y verduras si consumimos preferentemente productos de temporada. Como consumidores se puede hacer de un modo muy sencillo. Basta con leer las etiquetas y comprobar los lugares de origen de los productos.
Si desde las instituciones se potenciara la agricultura de cercanía, fomentando los mercados de productores locales, la agroecología, los productos de cercanía, de alta calidad, tal vez nos replantearíamos nuestros hábitos de consumo. Pero parece que la Consejería apuesta más por la industria alimenticia, cuyas consecuencias se han analizado más arriba, actividad que contribuye al cambio climático y al atentado de la soberanía alimentaria en los países receptores, siguiendo la lógica capitalista del modo de producción.
Artículo aparecido en La Crónica del Pajarito: