viernes, 28 de agosto de 2015

UNA OLA CRECIENTE EN FAVOR DE LOS TOROS

“La naturaleza del toro es querer luchar”. “Si no existieran las corridas de toros, la especie se extinguiría”. “Las corridas de toros ilustran la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro”. “Los toros no sufren en la plaza, incluso liberan betaendorfinas, la hormona de la felicidad”. “La tauromaquia es arte y cultura”. “La tauromaquia crea puestos de trabajo”. Estos y otros argumentos, en mi opinión falsos, son esgrimidos por los defensores de la tauromaquia que incluye la muerte del animal (pues hay otras modalidades, como los recortadores, que no maltratan al toro, y para las que hacen falta dotes físicas impresionantes). No me detendré a rebatir cada una de esas afirmaciones, pues se pueden encontrar fácilmente estudios y opiniones de personas expertas que lo hacen perfectamente.
Pero sí comentaré un hecho que ha ocurrido recientemente. Coincidiendo con las ferias estivales que incluyen encierros (que, por cierto, han causado ya 11 fallecimientos este verano) y corridas, y a punto de iniciarse la feria de Murcia, se ha extendido por las redes sociales el testimonio de un técnico de sonido, asistente habitual a las corridas por motivos de trabajo, que, harto de “escuchar perfectamente el sonido de la banderillas al entrar en la piel, los mugidos de dolor que da el animal a cada tortura a la que se somete”, denuncia este espectáculo, al que asiste desde una posición en la que pocas personas pueden estar y donde es testigo cercano del sufrimiento de los toros. Este fenómeno viral es la punta del iceberg de la oposición que crece en España a los espectáculos taurinos.
Lo cierto es que el rechazo a las corridas de toros en la sociedad española es cada vez mayor. Incluso decenas de municipios españoles, propiciados por la llegada al poder de nuevas formaciones, se han declarado antitaurinos, denegando subvenciones (sin las que difícilmente pueden celebrarse esos eventos, por el descenso en el número de espectadores), como en Valencia o Zaragoza, o suspendiendo directamente la feria taurina, como en el caso de A Coruña. Las cada vez más numerosas concentraciones, manifestaciones y recogida de firmas en contra del mantenimiento de las corridas de toros con dinero público, como las acaecidas en Alicante el pasado mes de junio, o en Gijón hace unos días, con la asistencia de más de 1.600 personas, ponen de manifiesto que la sociedad ha madurado, y que lo que hace unos pocos años era impensable, el rechazo público a la lidia de toros en las plazas, es ahora una ola cada vez mayor, sobre todo entre la gente joven.
Y no se trata de “manifestaciones antiespañolas”, como de forma interesada nos quieren hacer creer desde el partido del gobierno, sino que es la concreción de un sentimiento creciente en nuestro país, independientemente del lugar de residencia u origen. En Murcia también va creciendo este sentimiento, como lo demuestra la moción presentada por el grupo municipal Cambiemos Murcia el mes pasado, moción calificada de “insidia antitaurina” por el antiguo concejal de Cultura y crítico taurino González Barnés. Esperemos que no pase mucho tiempo para que ese rechazo al maltrato animal y en favor de los toros (no de su muerte en las plazas) sea unánime en nuestra región, y que las palabras que dijo Esperanza Aguirre, aquello de que “los toros simbolizan mejor que nada la esencia misma de nuestro ser español” se quede en un “ranciofact”, según la terminología de un conocido dibujante (y murciano, por más señas).
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

viernes, 7 de agosto de 2015

NO SIN MI AVE

Con las elecciones generales como telón de fondo, se han presentado los Presupuestos Generales del Estado a los medios. En ellos se prevé una inversión de casi 3.700 millones de euros en la Alta Velocidad para el 2016, el 40% nada menos del total de la inversión prevista por el Ministerio de Fomento para todo el año. La pretensión es alcanzar los 4.000 kilómetros de AVE en el territorio nacional en los próximos años. A nivel mundial, España se encuentra sólo por debajo de China en longitud de líneas ferroviarias destinadas a la alta velocidad, país que cuenta con más de 17.000 kilómetros de líneas de ese tipo. Por debajo de España encontramos a países que nos superan ampliamente en otros indicadores económicos, como Japón, Francia, Italia y Alemania. En este último país, por ejemplo, con 80 millones de habitantes, apenas se superan los 1.400 km de líneas de alta velocidad. El gasto acumulado por el estado español en la construcción de las líneas de AVE supera ya los 50.000 millones de euros.
Todas las comunidades autónomas se han lanzado a “vender” las bondades del AVE, prometiendo todo tipo de beneficios económicos si llega este medio de transporte a las principales ciudades, como si de un maná se tratara, todo ello en detrimento de las líneas ferroviarias convencionales, que han ido desapareciendo paulatinamente. Los poderes económicos de la región, sin ir más lejos, a través de la CROEM y las Cámaras de Comercio, con el beneplácito del gobierno regional, demandan la llegada inmediata del AVE a la Región de Murcia “aunque sea volando”. Y eso aunque ello suponga que sólo se realizaría un soterramiento parcial, suprimiendo solamente el paso a nivel de Santiago el Mayor, con vagas promesas de que una vez que el AVE llegará en superficie, se procederá a completar el soterramiento de la vía a su paso por Murcia.
Sin embargo, todos los datos nos confirman que la alta velocidad española es la menos rentable del planeta. En España, se registraron en 2014 unos 11.000 usuarios por kilómetro de línea de AVE, 15 veces menos que el caso nipón, donde cuentan con 330 millones de usuarios al año, frente a los 25 millones en España, a pesar de tener unos 2.000 kilómetros de línea. Las pérdidas económicas de estas inversiones son astronómicas, y no se espera que se recupere el dinero invertido en décadas, siempre y cuando se consiga un número de usuarios diez veces mayor que el actual, cosa bastante improbable por la situación de crisis por la que atravesamos.
Pero las pérdidas no sólo se deben cuantificar desde el punto de vista económico. Hay que tener en cuenta, además, el alto impacto ambiental asociado a la construcción y funcionamiento de las líneas del AVE: modificación del paisaje por los largos túneles, viaductos y desmontes de terreno;  paso por espacios naturales por las exigencias del trazado; impacto visual y sonoro, etc. Pero tal vez el mayor impacto que conlleva el AVE es la fractura urbana que supone la llegada en superficie a las ciudades, dividiendo en dos el núcleo urbano, como lo estamos sufriendo en Murcia, y cuya solución apremian la Plataforma Pro-soterramiento y los grupos municipales de la oposición.
Cuando el objetivo de la llegada de cualquier manera del tren AVE es obtener réditos electorales y no el bien común, nos encontramos con estas situaciones, en las que las demandas de los vecinos son ignoradas, como es el caso del soterramiento de las vías a su paso por Murcia, demanda que debe ser atendida y solucionada lo antes posible para conseguir una ciudad propia del siglo XXI.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

jueves, 30 de julio de 2015

UNA LEY CONTRA LOS MONTES

Aprovechamiento. Desarrollo económico. Inversiones. Esas son las ideas que el PP tiene en mente siempre que piensa en medio ambiente. Y esto se ha visto claramente en la reciente aprobación en el Congreso de la Ley de Montes, que incluye una enmienda en el artículo 50 de dicha ley, por la que se permitirá construir en un terreno forestal incendiado sin que pasen 30 años, como hasta ahora, cuando concurran "razones imperiosas de interés público de primer orden", según el Gobierno, dejando al arbitrio de las comunidades autónomas el cambio de uso del suelo. Justo cuando llega el verano, y los incendios comienzan a hacer estragos en nuestros montes, el Gobierno se descuelga con esta ley que abre la puerta a la especulación urbanística y a la utilización de la quema de montes, por parte de personas sin escrúpulos, como medio de conseguir que se construya o se roturen tierras en zonas donde los valores naturales son incompatibles con esos usos, práctica que no era inusual años atrás, y que una modificación de la ley de 2003 impidió en 2006.
Con esta ley, más de 27 millones de hectáreas de bosque y matorral son susceptibles de tener usos urbanísticos y otros aprovechamientos económicos, primando los intereses privados al interés general, que debe ser la conservación de nuestros espacios naturales para las generaciones futuras, por más que el PP considere este concepto como “rancio”, según dijo el diputado e ingeniero de montes Manuel Torres.
Otra cuestión que esta ley deja en suspenso es la obligatoriedad de realizar planes de gestión de los espacios naturales, dejando en mera voluntariedad ese trámite imprescindible para la ordenación del territorio. La retirada de atribuciones a los guardas forestales, como las de vigilar, investigar y llevar a los tribunales los delitos ambientales, es otra de las tropelías que la nueva ley de montes introduce, dejando a este cuerpo como meros “auxiliares” que limitarán su actuación al ámbito de las infracciones administrativas, según denuncian los propios guardas forestales. Esta retirada de autoridad será muy negativa para los espacios que se quieren conservar y proteger, pues evitará que se pueda actuar de forma diligente por parte de las personas que están en contacto directo con los montes.
Prosigue así la cruzada que, tanto el anterior ministro del ramo, Miguel Ángel Arias Cañete, como la actual, Isabel García Tejerina, están llevando a cabo contra el medio ambiente, empezando con la Ley de Costas de 2012, que aumenta la presión urbanística sobre el litoral, siguiendo con la Ley de Parques Nacionales de 2014, que permite la caza en esos espacios protegidos hasta 2020, y terminando (por ahora) con esta polémica Ley de Montes.
La idea que tienen el Gobierno y un cierto sector de empresarios según la cual el medio ambiente está al servicio de la actividad económica está claramente obsoleta. Cuando se entienda que los ecosistemas (montes, ríos, costas, humedales…) nos brindan servicios y que no son meros recursos de los cuales se pueden obtener beneficios económicos, habremos avanzado mucho en nuestra relación con la naturaleza. Pero, por ahora, no parece que se haya entendido demasiado.
Artículo publicado en La Crónica del Pajarito: