domingo, 21 de julio de 2013

CRECIMIENTO O AUSTERIDAD, ¿LAS ÚNICAS ALTERNATIVAS?

Hace unos días, en la reunión del G20 celebrada en Moscú, y a la que acudieron l@s ministr@s españoles de Economía y de Empleo, se llegó a una conclusión: este foro ha apostado por el crecimiento económico frente a la austeridad, como si las economías mundiales solamente tuvieran esas dos alternativas como únicas soluciones a la crisis. Pero, como veremos, tanto una como otra son las dos caras de la misma moneda, la del capitalismo especulativo, creador de diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres y de la degradación ecológica del planeta.

El camino de la austeridad, recomendada por la troika, que los países europeos (sobre todo los que, como España, sufren la crisis con una mayor virulencia) han adoptado, ha tenido unos resultados nefastos. Las consecuencias de esta opción son el empobrecimiento de la población, la merma de los derechos fundamentales (sanidad y educación, principalmente), el desempleo y el aumento de la desigualdad. Tras comprobar los efectos perjudiciales de estas políticas, que Rajoy no dudó en poner en práctica en su primer año de gobierno, los mismos que recomendaban su aplicación han cambiado de parecer. Así ha sido con el FMI quien, en boca de su directora, Christine Lagarde, instó a la zona euro, EE.UU. y Japón a "mantener el impulso económico". La UE va por el mismo camino, apostando por el crecimiento como modo de salir de la crisis.

La izquierda tradicional, ya sea la social-demócrata o la marxista, también apuesta por el crecimiento como única receta para crear empleo, sin aportar ideas nuevas y repitiendo los mismos esquemas que ya se han aplicado desde hace 50 años, es decir, incrementar la productividad para que haya más bienes en el mercado, incentivar el consumo y aumentar el PIB. Ya en una entrada anterior me hacía la pregunta de "¿para qué crecer?", y las respuestas no son muy positivas, tanto por el carácter perverso del propio índice de medida de la riqueza de un país, el PIB, como por las consecuencias perjudiciales de este sistema crecentista. Está demostrado que el crecimiento económico es la fuente principal de las injusticias sociales del planeta, de la destrucción de los hábitats y de la aceleración del cambio climático, como lo indican numerosos estudios. Desde el punto de vista ecológico, si en tiempos de recesión, la economía del crecimiento nos conduce al colapso social (tasas de paro y de pobreza socialmente inasumibles), en tiempos de bonanza nos lleva directamente al colapso ecológico (crisis energética, climática, alimentaria y pérdida de biodiversidad), como nos dice Florent Marcellesi en su último libro. Otros autores, como Robert y Edward Skidelsky, en su libro "¿Cuánto es suficiente?" nos hablan incluso de que el crecimiento está motivado por la insaciabilidad del ser humano, que nunca tiene bastante para satisfacer sus deseos, que van mucho más allá de sus necesidades. Proponen una renovación ética, más políticas sociales y la reducción de la presión por consumir o la publicidad que altera la libre elección del ciudadano.

Desde la ecología política se proponen otras vías alternativas, diferentes a las que nos repiten una y otra vez desde los medios de comunicación mayoritarios. Básicamente, estas alternativas pasan por tener en cuenta la finitud del planeta, la limitación de los recursos naturales no renovables y las consecuencias perjudiciales para el medio ambiente y, por tanto, para la supervivencia de la especie humana a medio y largo plazo, a la hora de desarrollar un sistema económico sostenible. Esa alternativa propone también un cambio de mentalidad en las personas y en los gobiernos, sobre todo en el mundo desarrollado, aceptando repartir el trabajo, instaurando una renta básica universal, rebajando el nivel de consumo, sobre todo de productos accesorios y adoptando una política fiscal justa que asegure la redistribución de la riqueza y unos ingresos suficientes para ir solucionando los problemas sociales y ambientales creados por este sistema.

Todo ello desde la implicación de la sociedad en general, que deberá ser facilitada por mecanismos de participación en la toma de decisiones, verdadero exponente de una democracia madura, y generando las condiciones para la existencia de una justicia Norte-Sur, donde se paguen las deudas ecológicas y sociales adquiridas con terceros países por varios cientos de años de expolio de sus recursos naturales.


martes, 25 de junio de 2013

MADRID 2020, UN DESPROPÓSITO

Todo parece indicar que los Juegos Olímpicos de 2020 recaerán en Madrid, merced a la puntuación que ha obtenido hoy la candidatura por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), superando a sus rivales, Estambul y Tokio. Todo un despropósito en un país como el nuestro que atraviesa por la mayor crisis económica y social de su historia. Son numerosos los estudios que ponen en duda los supuestos beneficios económicos de la organización de unos juegos olímpicos, y las experiencias previas han demostrado que las previsiones de gastos e inversiones en las distintas sedes se han quedado cortas

Así, en 2004, los organizadores de Londres 2012 dijeron que se gastarían 2.400 millones de libras, y el presupuesto final se disparó hasta los 9.300. Atenas 2004 presupuestó en 1.600 millones de dólares unos Juegos que acabaron costando 16.000 millones, siendo este evento uno de los factores que precipitaron la crisis griega. El presupuesto en Seguridad de Londres 2012 pasó, al cambio, de 338 millones de euros a 664. No fue el único caso espectacular de desvío presupuestario: el gasto para las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos pasó de 51 millones a 103. El presupuesto inicial para los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi (Rusia) que se celebrarán en 2014 fue de 12.000 millones de dólares. La última revisión le atribuye ya 33.000, un 175% más de gasto.

Como se ve, en general, los JJ. OO. cuestan, como mínimo, el doble de lo presupuestado. En el caso de Madrid, el comité organizador gastará 2.400 millones de euros e ingresará más de 2.000, sobre el papel. Además, la candidatura dice que habrá que invertir otros 1.500 millones en sedes deportivas, la villa olímpica, infraestructuras de transporte y urbanas, además de la seguridad para esos día. Si se cumple lo que ha ocurrido en otras sedes anteriores, el gasto total ascendería, como mínimo, a casi 8.000 millones de euros.

Hay otro problema: todas las infraestructuras construidas corren el riesgo de ser inservibles tras el evento. El hipódromo remodelado con un coste de 24 millones de euros; puerto de Valencia, 43 millones; centro de regatas en Getafe, 65 millones; pabellón de voleibol, 53 millones... Todas ellas tendrán un uso escaso tras 2020. Ya se han visto en España pabellones deportivos que, tras su construcción, se utilizan solo de forma esporádica, como la Caja Mágica, en Madrid, usada única y exclusivamente para albergar un Master de tenis al año, habiendo costado, como no podía ser menos, el doble de lo presupuestado (300 millones).


El coste ambiental de los JJ.OO. tampoco es despreciable. Los juegos de invierno de 2014, que se celebrarán en Sochi (Rusia), son objeto de las protestas de organizaciones como WWF, ya que aguas residuales contaminadas y escombros son vertidos en un brazo del río Msymta. "Esta es una reserva de agua potable para Sochi", ha declarado un representante de WWF. Gran parte de la reserva de la biosfera está siendo gravemente dañada por las enormes construcciones para el telesilla y las carreteras. En el caso de Madrid, Ecologistas en Acción denuncia deficiencias en el Plan de Sostenibilidad de los JJ.OO., señala la obligación de los desplazamientos de deportistas a las sedes secundarias (Valencia y Baleares), aumentando la emisión de CO2 y la hipocresía de los gobernantes al contar las bondades ambientales de la capital, cuando la realidad es que el hiperdesarrollo urbanístico y de infraestructuras está muy lejos de la sostenibilidad ambiental. Además, el rediseño de la ciudad, ajeno a las necesidades de sus habitantes en el caso de las instalaciones que se levantarán en el Parque Lineal del Manzanares, demuestra que se actúa de espaldas a la población.

El Comité Olímpico Español y las instituciones que apoyan incondicionalmente este evento deberían aprender de los países que, como Brasil, pasan por momentos de protesta de la población, por el elevado coste de todos estas infraestructuras, en detrimento del bienestar de la sociedad. La visión puramente mercantilista de los organizadores de los JJ.OO., podría desencadenar que se acentuaran las diferencias sociales en nuestro país, pero no parece que eso preocupe a nuestros gobernantes. Esas inversiones multimillonarias deberían dedicarse a fomentar el empleo sostenible, a mejorar los depauperados servicios sociales, así como la Sanidad y la Educación, en vez de apostar una vez más por el ladrillo, en la construcción de infraestructuras de dudosa utilidad social, cuyas consecuencias económicas, ambientales y sociales estamos lejos de conocer. Parece que no hemos aprendido nada en estos años de hiper-construcción y gasto público sin control.











lunes, 17 de junio de 2013

LA EXTINCIÓN DE LAS ABEJAS, UN PROBLEMA GLOBAL

Hace ya algunos años que saltaron las alarmas. En 2009, científicos y apicultores ya advertían de la drástica reducción de las poblaciones de abejas, debida a varias razones: uso de pesticidas, efecto de un virus, emisiones electromagnéticas, hongos en las colmenas, la contaminación atmosférica o el cambio climático. Dos años más tarde, se constataba que la desaparición de las abejas era un problema global, según un informe de las Naciones Unidas. Las consecuencias de la extinción de las abejas son catastróficas, principalmente por el papel fundamental que juegan en la polinización de las plantas, muchas ellas de importancia económica, por ser de consumo humano. 

Hoy mismo, la cadena de supermercados estadounidense Whole Foods, especializada en alimentos ecológicos y de comercio justo, ha imaginado cómo serían sus estanterías si las abejas se extinguieran. El resultado ha sido que el 52% de los productos desaparecerían, entre ellos alimentos tan corrientes como zanahorias, cebollas, aguacates, manzanas, brócolis, pepinos o limones. El 85% de las especies vegetales se reproducen gracias a la polinización realizada por insectos. El impacto sobre la alimentación humana sería terrible.


Según un estudio realizado por el ministerio de Agricultura de EE.UU., cerca de la tercera parte de sus colonias de abejas han desaparecido durante el invierno 2012-2013. Este dato confirma lo que se sospechaba. ¿Qué futuro nos espera sin el efecto beneficioso de estas especies de himenópteros? Como se ve, la consecuencia inmediata sería la erradicación de nuestra dieta de cientos de alimentos, la modificación de los ecosistemas y la acentuación de la ya grave crisis alimentaria, afectada por la especulación con el precio de los alimentos, la presión de los transgénicos, la privatización de las semillas o los monocultivos dedicados a agrocombustibles.

En el pasado mes de abril, la UE decretó la prohibición temporal de tres insecticidas tóxicos para las abejas, pero solo durante dos años, habiendo cedido a las presiones de las multinacionales que fabrican estos pesticidas (Bayer y Syngenta), con la excusa de que no son tóxicos para los humanos. De seguir así, y si no se prohiben de forma permanente estos productos, la agricultura se vería obligada a utilizar métodos manuales de polinización, como ya se está realizando en China, a partir de polen importado, con el consiguiente aumento de los costes y, por tanto, de los precios que pagarían los consumidores. 

Aunque para mucha gente, el hecho de que se extingan las abejas supone un mal menor, por puro desconocimiento, este es un ejemplo claro de que la desaparición de una pequeña parte del reino animal tiene un efecto amplificado en los ecosistemas y que afecta directamente a la especie humana. La única solución pasa por la potenciación de la agricultura ecológica, que se adapta a los ritmos de la naturaleza y que, precisamente, aprovecha la inestimable ayuda de los polinizadores naturales, además de prescindir de todo tipo de pesticidas, herbicidas y demás productos químicos tan perjudiciales para la salud.