domingo, 23 de febrero de 2020

EMERGENCIA CLIMÁTICA

Todo indica que, de nuevo, se batirán récords de temperaturas en nuestro país en este mes de febrero. Se han alcanzado niveles por encima de los 20ºC en el norte de España, superándose los 30ºC en Valencia, todo ello después de que una borrasca cubriera de blanco buena parte de la península. Es decir, que se producen en muy poco tiempo situaciones climáticas extremas poco frecuentes para esta época del año. Se han batido seis récords mensuales de temperaturas máximas y 15 de mínimas, en algunos observatorios varias veces. El pasado 4 de febrero en Murcia se alcanzaron los 28’5ºC, cifra jamás alcanzada antes del día 25 del mes tras 36 años de registros ininterrumpidos.
Pero no sólo es nuestro país el lugar donde el clima se ha vuelto loco. Argentina está atravesando sucesivas olas de calor, tres en menos de dos meses, con los termómetros superando los 40ºC, con mínimas nocturnas que sobrepasan los 25ºC, estado en el que se hace imposible conciliar el sueño. Cerca de allí, en la Antártida, se ha alcanzado la cifra récord de 21ºC en este mes, cuando lo normal es que la temperatura ronde los 4ºC. Los especialistas en glaciares afirman que esta situación se daba una vez cada 1000 años, y han comprobado que se han perdido miles de toneladas de hielo al desgajarse glaciares y formarse icebergs flotantes, cuya fusión podría hacer elevarse el nivel del mar hasta tres metros, según los expertos. El aumento de la temperatura de la Antártida debería preocuparnos, y mucho, ya que se sabe que este continente actúa como un termostato que regula el clima del planeta, influyendo, por ejemplo, sobre la corriente oceánica que sube por las costas chilenas, afectando a la pluviosidad del continente americano.

Según la reaseguradora más grande del mundo, la alemana Munich Re, los costes económicos de las catástrofes ligadas al cambio climático ascendieron a 150.000 millones de euros en 2019, en una tendencia que será cada vez mayor en los años venideros, aunque el número de fallecidos ha descendido, siendo del orden de 10.000 el año pasado, muy lejos de los 317.000 muertos de 2010, los 235.000 de 2008, o los 240.000 de 2004.

Todos esto datos deberían hacernos saltar de nuestros asientos e impulsarnos a salir corriendo a manifestarnos por las calles, exigiendo a nuestros representantes políticos que actúen de forma urgente, tal y como está haciendo la juventud en muchos países espoleados por la figura de Greta Thunberg. Sin embargo, salvo cuando se organiza alguna acción puntual de forma simultánea en todo el planeta, lo cierto es que a las convocatorias, al menos en nuestra región, acude menos gente de la deseable, unas decenas de personas incombustibles, bajo la mirada condescendiente de la mayoría, que continúa con sus vidas como si no fuera con ellos.
Es verdad que la celebración de la COP25 (¿recuerdan la Cumbre del Clima del pasado mes de diciembre?) en Madrid, que cogió el testigo tras la renuncia de Chile de organizarla por la situación del país andino, tuvo su espacio diario en los telediarios, aunque se hablaba más del impacto económico de la cumbre en los negocios hoteleros de la capital que de las conclusiones, por otro lado decepcionantes para muchos, de la reunión. ¿Habría tenido la misma atención mediática por parte de los medios españoles si la COP se hubiera llevado a cabo a miles de kilómetros de aquí? Lo dudo.
Por otro lado, en el seno de las organizaciones políticas y sociales que tienen a la ecología como eje vertebrador, los partidos verdes y las asociaciones ecologistas, hay un debate amplio sobre el modo de comunicar el hecho de la crisis climática. Para un sector, se debe huir del lenguaje alarmista y deprimente de los efectos del cambio climático, ya que infunden miedo y angustia, provocando reacciones defensivas como negar la amenaza, trasladar la responsabilidad a otros y creer que esos efectos solamente afectarán a sitios lejanos y no a las puertas de casa. Otro sector, sin embargo, cree que hemos llegado a una situación limite en la que la propia supervivencia de nuestra especie está en entredicho. El ejemplo más claro de este enfoque es el mensaje lanzado por organizaciones como Fridays For Future, Extinction Rebellion o la propia Greta Thunberg de que "nuestra casa está ardiendo" y que, en esa situación, no valen paños calientes ni mensajes positivos, sino que hay agarrar a la gente por la solapa y hacerles despertar de su sueño cómodo de que todo sigue como siempre, y de que no podemos seguir creyendo en conceptos como crecimiento económico infinito o continuar cerrando los ojos a la realidad.
La mayoría de los estudios nos dan 10 años de plazo para cambiar radicalmente de modelo y para intentar, sólo intentar, revertir la situación. ¿Seguimos mandando mensajes positivos o ha llegado el momento de sacudir conciencias?
Articulo publicado en el diario.es:

martes, 28 de enero de 2020

LA TECNOLOGÍA 5G A DEBATE

Una marea de hombre y mujeres salen de una boca del metro con la mirada fija en su dispositivo móvil, ignorando a las personas que pasan a su lado. Casi todos están conectados a un sistema operativo que hace realidad todas las necesidades del usuario, a través de una voz sensual, hasta el punto que uno de ellos cae irremediablemente enamorado del sistema operativo. Este es el argumento de “Her”, una distopia dirigida por Spike Jonze en 2013. ¿Se trata de un futuro irrealizable o nos vamos aproximando a esta situación? Las innovaciones tecnológicas en la telefonía móvil están llegando a límites que hace 10 años eran impensables. Una de esas innovaciones es la tecnología 5G que, desde los medios de comunicación, nos anuncian como una revolución en nuestras vidas. Pero, ¿es así? ¿Todo es tan positivo como nos lo pintan?
¿Qué alegan los defensores y los detractores de este tecnología? Entre los primeros, se asegura que la velocidad de transferencia de datos será 10 veces más rápida que la red 4G actual, llegando a alcanzarse los 20 Gigabytes por segundo, con la reducción del tiempo de latencia, por lo que se mejorarán aspectos como la telemedicina, la generalización de los coches autónomos, las teles 8K, la realidad virtual, mucha de ella aplicada a los videojuegos o poder realizar cosas como la tele-compra, descargarte películas al móvil en 3 segundos o mejorar la domótica (control automático de la vivienda), aproximándonos así a modos de vida que sólo veíamos en las pelis de ciencia ficción.
Además, Europol, la Oficina Europea de la Policía, afirma que, con esta tecnologia, será mucho más difícil controlar la ciberdelincuencia, usada principalmente por el narcotráfico, y la tarea de monitorizar y localizar a los ciberdelincuentes será mucho más complicada, teniendo en cuenta, además, que los equipos con que se cuentan para luchar contra este tipo de delitos quedarán obsoletos.
Las principales organizaciones que luchan contra el 5G solicitan a las autoridades una moratoria en su implantación, hasta que no se cuente con estudios independientes que evalúen la exposición humana a estas radiaciones, y que se ponga en marcha el Comité Interministerial sobre Radiofrecuencias y Salud que establece la Ley General de Telecomunicaciones de 2014. El pasado 25 de enero, declarado Día Internacional de la Lucha contra la Implantación de la Tecnología 5G, gracias a un llamamiento internacional que ha sido suscrito por 4.800 científicos, 2.800 médicos y más de 180.000 organizaciones ciudadanas procedentes de 202 países y territorios, tuvieron lugar concentraciones en diversas ciudades del planeta en las que grupos sociales demandaron la aplicación del Principio de Precaución y la realización de estudios previos sobre las posibles afecciones en la salud del 5G, antes de que se ponga en marcha de forma masiva.
Lo cierto es que, desde hace décadas, estamos expuestos a radiaciones cada vez más potentes y no se ha evaluado estadísticamente la frecuencia de esas afecciones, aunque ya hay estudios como los realizados por Martin Pall, profesor de Bioquímica de la Universidad Estatal de Washington, o la física británica Erica Mallery-Blythe, fundadora de PHIRE (Physicians’ Health Initiative for Radiation and Environment) que apuntan a un aumento de los efectos sobre la salud de las radiaciones electromagnéticas. Tal vez sea el momento de hacer caso a la comunidad científica y pensar más en la salud pública que en los beneficios prácticos y empresariales.
Artículo aparecido hoy en eldiario.es:

2020: RETOS AMBIENTALES

A los pocos días de haberse aprobado en el Congreso de los Diputados la conformación del primer gobierno de coalición desde la Segunda República, y comenzando el año 2020, es el momento de repasar los principales retos ambientales a los que se enfrenta nuestro país y el planeta en general, con dos fechas en el horizonte.
Una, 2030, año que fija la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas con la definición de 17 objetivos que incluyen desde el fin de la pobreza, el hambre cero o la igualdad de género, hasta aspectos educativos, sanitarios y económicos, además de conservacionistas de los ecosistemas marinos y terrestres. La otra fecha que hay que tener en mente es la de 2050, año para el que la Comisión Europea pretende haber conseguido la transición ecológica de la economía en toda la UE, en consonancia con el Acuerdo de París de 2015.
Hace unos días conocimos el último estudio sobre los efectos del cambio climático en Sierra Nevada. El aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones en el presente siglo no sólo harán desparecer la nieve natural en ese macizo, afectando a la industria del esquí, sino que pondrá en peligro el abastecimiento de agua en las provincias de Granada y Almería. Los glaciares pirenaicos tienen la muerte anunciada en pocas décadas, y la España semiárida va aumentando de año en año, siendo ahora un 6% más extensa que hace 50 años. Sólo con la reducción a cero de las emisiones de gases de efecto invernadero se podrá luchar contra este fenómeno.
La pérdida de la biodiversidad, relacionada directamente con el cambio climático, pero también con la destrucción de hábitats, es otro de los desafíos que debemos abordar. Muchos científicos están de acuerdo en que nos aproximamos a la sexta extinción, provocada por la acción antrópica, no en vano nos encontramos en el llamado Antropoceno, marcado por los efectos de las actividades humanas en los ecosistemas.
El 75% de los ambientes terrestres y el 66% de los ecosistemas marinos han sido severamente modificados, y la mayoría de ellos continúa sufriendo un proceso de degradación, de hasta un 4% por década, calculándose en un millón las especies que están en peligro de extinción, la mayoría de ellas insectos.
España, a pesar de contar con la mayor biodiversidad de la UE, no puede ni debe bajar la guardia, ya que entre el 40% y el 60% de las especies están catalogadas con alguna categoría de amenaza de extinción.
La Fundación Global Nature menciona entre los factores causantes de este problema el cambio del uso del suelo, el abandono rural y la intensificación de la agricultura, siendo ésta última el mayor motor de pérdida de biodiversidad en la UE y en el planeta.
Otros problemas con los que nos enfrentamos son las migraciones, muchas de ellas que se pueden calificar de climáticas o ambientales. Según el Banco Mundial, unos 100 millones de personas han sido desplazadas por cuestiones relacionadas con el clima (sequías, pérdida de cosechas, falta de alimentos y agua, principalmente), ya sea dentro de sus propios países, con la migración desde las zonas rurales a las ciudades, o bien de unos países a otros.

Hiperpoblación y España vaciada

Este problema afectaría también a nuestro país. La sequía y los aumentos de temperatura tendrán al sureste español como principal damnificado, contemplándose la futura inviabilidad de los cultivos, y ya hay voces que vaticinan movimientos de población desde zonas hiperpobladas y más afectadas por el cambio climático (con Murcia como una región que previsiblemente aumentará de población, según el INE, en 100.000 personas de aquí a 2033) hacia la España vaciada, como una solución para revertir el despoblamiento de las zonas de interior y la corrección de los desequilibrios demográficos.
Con estos tres retos ambientales (cambio climático, pérdida de biodiversidad y migraciones climáticas), además de otros como la disminución de la contaminación en todas sus versiones, el Gobierno tiene mucho trabajo por delante si queremos asegurar un futuro viable para las generaciones venideras; saliendo del cortoplacismo que ha caracterizado a los ejecutivos precedentes y debiendo poner el cambio en el modelo productivo, la recuperación de los ecosistemas degradados (como nuestro querido Mar Menor) y la transición ecológica de la economía en el centro de las políticas.
Artículo aparecido el 12 de enero de 2020 en eldiario.es: