martes, 31 de julio de 2018

DEGRADACIÓN A TODA COSTA

Acaba de publicarse el informe “A toda costa”, redactado por Greenpeace, en el que se analiza la evolución y estado de conservación de los bienes y servicios que proporcionan las costas españolas. En él se pueden leer algunos datos muy preocupantes. Lo más grave es que el 80% de los recursos ambientales que provee la costa están degradados debido a la urbanización masiva. El 36,5% de la línea de playa de España está urbanizada y más de un tercio de los ecosistemas colindantes con las playas han sido destruidos por la acción humana. Además, disminuye la superficie de ecosistemas que nos brindan servicios ambientales, es decir, aquellos recursos o procesos de los ecosistemas naturales (bienes y servicios) que benefician a los seres humanos, como alimentación, control de la erosión, diversidad genética, conservación de especies, amortiguación de inundaciones o el simple disfrute por parte del ser humano.
“Cuando los científicos ponen de relieve que no se hace caso de sus recomendaciones, como en lo referente al Mar Menor, la respuesta del Gobierno regional ha sido a base de descalificaciones y mentiras”
De todas las comunidades autónomas, Cataluña es el territorio que mayor porcentaje de costa tiene degradada, debido principalmente a las construcciones humanas, con un alarmante 26,4%. Le sigue la Comunidad Valenciana, con un 23,1% de superficie improductiva de servicios ambientales, y casi tres cuartas partes de su línea de playa urbanizada (74,3%), siendo en este caso la primera comunidad autónoma de litoral más urbanizado. Andalucía, con 910 km. de costa, va en tercer lugar en cuanto a degradación del litoral, con el 40% construido y el 15,3% de costa degradada. Le siguen Euskadi (12,8%) y la Región de Murcia.
Detengámonos en nuestra comunidad. De los 274 kilómetros de costa, el 12,5% presenta un cierto grado de degradación. Además de destacar que nuestra región es la peor en cuanto a la superficie de espacios naturales protegidos sin planes de ordenación (el 43% de la superficie protegida carece de herramientas de planificación), el informe pone de relieve, como era de esperar, el deterioro del Mar Menor, acentuado, como es sabido, por la deficiente depuración de las aguas residuales y los efectos de los vertidos de residuos agrícolas a la laguna. De los diferentes servicios ecosistémicos prestados por los espacios costeros de la Región de Murcia, el estudio valora negativamente casi todos ellos, pero sobre todo tres. En el periodo 2005-2014, han aumentado en más de un 20% las áreas desprovistas de vegetación, lo que acentúa el riesgo de erosión. Además, los hábitats sensibles para especies amenazadas perdieron más de 3.000 hectáreas en esos nueve años, lo que supone una reducción de un 3,5% de su superficie. Por último, entre 1987 y 2014, un 5,1% de los paisajes han perdido su carácter natural, debido a un aumento de un 59% de superficies artificiales.
Las principales causas de la degradación de las costas españolas que la organización ecologista apunta son la urbanización, el turismo de masas, los grandes incendios forestales, la agricultura industrial y la deforestación. Como soluciones deseables, se habla de reducir el consumo excesivo de los recursos finitos de los ecosistemas, aplicar las herramientas de gestión de los espacios naturales protegidos, así como poner en marcha alternativas de desarrollo económico basadas en la conservación para que éste sea económicamente más rentable que la degradación de ecosistemas y sus servicios, como es el caso del sector agrícola local y ecológico, con una menor huella de carbono, evitando los cultivos industriales (monocultivos, invernaderos y regadíos) en pro de técnicas de cultivo más sostenibles. Evitar tanto la deforestación como el aumento de la interfaz urbano-forestal, a través una correcta planificación urbanística que limite la proliferación de urbanizaciones son otras de las medidas que se proponen. Por último, para la conservación y la puesta en valor de los servicios culturaleses imprescindible la ordenación de todos los espacios naturales protegidos con obligación legal de contar con instrumento de gestión (PORN o PRUG).
Como se puede comprobar, muchas son las medidas que se pueden y se deben aplicar para que nuestras costas no continúen por la senda de la destrucción. Desgraciadamente, los diferentes gobiernos y, especialmente, el Gobierno de la Región de Murcia, no tienen prisa en revertir esta degradación. Al contrario, cuando los científicos ponen de relieve que no se hace caso de sus recomendaciones, como en lo referente al Mar Menor, la respuesta del Gobierno regional ha sido a base de descalificaciones y mentiras, en vez de seguir los consejos de los verdaderos expertos en la materia. Desgraciadamente, esa es la actitud a la que nos tienen acostumbrados, actitud y actuaciones que han llevado a nuestras costas a esta situación, difícilmente reversibles. Aún se está a tiempo de dar un giro a la situación, pero hace falta una voluntad política que el Gobierno regional no parece dispuesto a demostrar.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

martes, 10 de julio de 2018

LA DESERTIFICACIÓN, UN RETO GLOBAL

Acaba de salir a la luz el último 'Atlas Mundial de la Desertificación', un informe realizado por la Comisión Europea, con el patrocinio de la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (CNULD), en el que se pone de manifiesto que la degradación de las tierras y la pérdida de suelo fértil ha aumentado desde la publicación del último estudio, hace ya 20 años. La primera edición de este estudio se realizó en 1992, en vísperas de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, y en 1998 apareció el siguiente informe. Según la ONU, la desertificación es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas.
“En la Región de Murcia, la desertificación afecta a más del 50% del territorio, puesta de manifiesto por la erosión del suelo, acelerada por los incendios y la agricultura intensiva”
Los datos que se extraen de este último atlas no invitan al optimismo. Según éste, más del 75% de la superficie terrestre está ya degradada, pudiendo llegarse al 90% de aquí al 2050, lo que acarrearía un descenso del 10% en la productividad de los suelos, la pérdida de la mitad de las cosechas y, consecuentemente, el desplazamiento de 700 millones de personas, sobre todo en la India, China y Africa subsahariana. El cambio climático es el factor más importante que agrava la situación, acelerado por la deforestación salvaje en muchas áreas del planeta y la expansión de las actividades agrícolas.
El atlas presenta una visión de conjunto de las causas de esa desertificación, así como datos concretos que pueden servir para identificar los procesos biofísicos y socio-económicos que llevan a los usos insostenibles de los suelos. Así, el aumento de la población mundial (10.000 millones de habitantes en 2050), las migraciones a las áreas urbanas, el aumento de la superficie cultivada, la pérdida de bosques, que conllevan la disminución de la biodiversidad, debido sobre todo a los monocultivos como la palma o la soja, situaciones que están agravadas por la deslocalización y la globalización, así como la creciente demanda de agua para atender la producción agrícola e industrial, son algunos de los factores que aceleran los procesos de desertificación a nivel mundial, según este informe.
En la UE, la desertificación afecta al 8% del territorio europeo, sobre todo en el sur, este y centro del continente, alcanzando a 14 millones de hectáreas. Nuestro país es uno de los más afectados, y el sureste español, especialmente. Un equipo de investigación de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), instituto del CSIC, en Almería, liderado por el investigador Gabriel del Barrio, ha contribuido con dos estudios de caso en la Península Ibérica y en el Magreb, desarrollando una metodología específica para valorar y monitorizar el estado de madurez de los ecosistemas terrestres. En el caso de la Región de Murcia, la desertificación afecta a más del 50% del territorio, puesta de manifiesto por la erosión del suelo, acelerada por los incendios y la agricultura intensiva.
Si la degradación de los suelos es un problema global, sus efectos son locales y las soluciones deben ser de ámbito local, también. Así, limitar la expansión de las actividades agrícolas, sustituyendo grandes latifundios por pequeños productores, más eficientes en el uso de los recursos; adoptar buenas prácticas agrícolas (aterrazamiento, evitar roturaciones en pendientes elevadas, agroecología, etc.); adoptar dietas con mayor presencia de vegetales, reducir el consumo de proteína animal y, en todo caso, que ésta provenga de producción ecológica, y evitar el despilfarro de comida (en España se tiran 9 millones de toneladas de comida al año, 135 kilos por persona) son algunas de las medidas propuestas por la Comisión Europea que pueden contribuir a la solución de este grave problema que es la desertificación. Pongámonos manos a la obra.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

martes, 19 de junio de 2018

REFUGIADOS CLIMÁTICOS

Acaban de llegar los 629 refugiados al puerto de Valencia, en un gesto que debe ser una llamada de atención para solucionar la situación de las personas que intentan cruzar diariamente el Mediterráneo, a pesar de los ladridos de un sector (aún demasiado grande) de población española y europea que saca su peor parte, la insolidaria, la egoísta, la xenófoba y racista. La tragedia de las miles de personas que intentan desesperadamente llegar a Europa, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus hijas e hijos, son el síntoma de que el rumbo que el planeta está tomando nos lleva a unas décadas complicadas.
“En las últimas tres décadas se han triplicado las sequías y las inundaciones y los cambios en el medio ambiente han provocado desplazamientos superiores a aquellos causados por los conflictos bélicos”
Puede que los conflictos que asolan muchos países africanos sean uno de los factores que llevan a su población a huir, pero hay otro aspecto que motiva la emigración: el cambio climático. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), organismo asociado a la ONU, “los migrantes por motivos ambientales son personas que debido a cambios repentinos o graduales en el medio ambiente, que inciden negativamente en sus condiciones de vida, se ven obligados a —o deciden— abandonar sus viviendas habituales, ya sea de manera temporal o permanente, y se desplazan a otras partes de su propio país o fuera del mismo”. En las últimas tres décadas se han triplicado las sequías y las inundaciones y los cambios en el medio ambiente han provocado desplazamientos superiores a aquellos causados por los conflictos bélicos. El alto crecimiento demográfico de los países en vías de desarrollo contribuye también al empeoramiento de sus condiciones de vida.
Desgraciadamente, siguen saliendo a la luz más datos que nos indican que estamos lejos de ese cambio de rumbo. Hace unos días se ha conocido el último estudio referido al cambio climático y sus consecuencias en la Antártida, realizado por un consorcio internacional de 84 científicos, estudio que ha sido publicado en la revista Nature. Este informe afirma quela Antártida perdió tres billones de toneladas de hielo desde 1992 hasta 2017, cantidad suficiente como para elevar el nivel del mar en casi ocho milímetros. Un 40% de este desprendimiento ocurrió en los últimos cinco años, es decir, el ritmo de pérdida de la capa de hielo del continente se triplicó en ese periodo. Anualmente se están vertiendo más de 200.000 millones de toneladas de hielo en el océano, lo que está provocando el incremento de los niveles del mar en medio milímetro cada año.
Este estudio nos confirma, una vez más, la realidad del cambio climático, que afecta mucho más a los países en vías de desarrollo, a pesar de que somos nosotros los principales culpables, debido sobre todo a nuestro nivel de consumo de materiales, 10 veces más que los países más pobres y dos veces más que el promedio mundial. Sequías, inundaciones, pérdidas de cosechas, hambrunas e incluso, en un futuro no muy lejano, desaparición de poblaciones costeras debido al aumento del nivel del mar, son razones lo suficientemente poderosas como para obligar a millones de personas a salir de sus lugares de origen a su pesar, dejando familias, amigos y su entorno, para embarcarse en un viaje de varios años hacia un continente, el nuestro, donde no son bien recibidos y donde se les presenta un futuro incierto, sí, pero sin riesgo para sus vidas, lo que es suficiente motivo para intentar este peligroso viaje, aunque muchas de esas personas se dejen la vida en el intento.
Por mucho que, desde Occidente, se apoye a estos países con proyectos de ayuda al desarrollo, si no se comienza desde ahora mismo a cambiar el modelo económico en el llamado “primer mundo”, será muy difícil, si no imposible, hacer que en África y Oriente Próximo se revierta el caos y los conflictos, debidos en parte al clima y también a nuestra dependencia de las materias primas que se extraen allí (combustibles fósiles, metales, etc.). Una reducción de nuestro consumo y la transición ecológica de la economía deben ser el primer paso para conseguir un futuro más pacífico, al tiempo que es una esperanza para los países más allá del Mediterráneo.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito: