sábado, 6 de mayo de 2017

EL TURISMO DE MASAS, UN ARMA DE DOBLE FILO

Han pasado la Semana Santa y el puente del 1º de mayo, y nuevamente escuchamos cómo se baten nuevos récords de visitantes extranjeros a nuestro país, reduciendo el fenómeno turístico a cifras: en 2016, España recibió 75,6 millones de turistas, el 10,3% más que en 2015, y 12,9 millones de turistas hasta marzo de este año, un 9,3% más que en el mismo periodo de 2016. Y no sólo vienen más, sino que, según el INE, cada turista se gasta más, casi un 8% más en 2016 que el año anterior. La situación de inestabilidad del norte de África y de Turquía, dos de las principales zonas competidoras de nuestro país, explican en parte la elección de España como destino turístico, siendo la modalidad de sol y playa, como es tradicional, la más elegida por los visitantes extranjeros.
Asociados a esta avalancha de visitantes, se organizan eventos culturales, como macro-festivales de música y exposiciones temporales de arte, en los que a menudo se mide su éxito, no por la calidad de la oferta cultural sino, nuevamente, por el número de visitantes y el dinero que se han dejado los consumidores culturales (porque no pueden ser calificados de otra cosa) en hoteles y restaurantes. La cultura se ha mercantilizado, es un eslabón más de la dinámica capitalista. No importa si el reverso oscuro de esa riada de turistas supone contratos precarios, cuando los hay, en el sector de la hostelería, invasión de espacios naturales, con el aumento en la construcción de infraestructuras viarias y residenciales, congestión del tráfico en las zonas turísticas, contaminación y otros efectos colaterales.
“Lo que se pretende es que el medio ambiente no sea un obstáculo para desarrollar actividades turísticas, siendo la cultura solo un medio para crear riqueza, y no para aumentar el nivel de la población”
Varios ejemplos demuestran hasta qué punto el fenómeno del turismo de masas ha traído consigo el deterioro de las condiciones de vida en algunas zonas. En Barcelona, las asociaciones de vecinos han declarado la guerra a la masificación turística que ha convertido a la ciudad condal en un parque temático, verificándose la llamada “gentrificación” (del inglés gentry, “gente bien”, “burgués”) en el centro de la ciudad, aunque el término más correcto debería ser “elitización”, es decir, el desplazamiento soterrado del vecindario tradicional, siendo sustituido por personas con mayor poder adquisitivo que trae consigo un aumento del precio del suelo, provocado en muchos casos por el uso de viviendas como apartamentos turísticos, a menudo de forma ilegal.
Otro ejemplo que nos muestra cómo el turismo ha trastocado totalmente los lugares de recepción de visitantes lo encontramos en Ibiza, donde es prácticamente imposible, para los trabajadores foráneos que se trasladan a la isla, encontrar un alojamiento, pues la práctica totalidad de las viviendas en alquiler se destinan al turismo, llegándose a pedir 700 euros mensuales por una habitación, o 450 ¡por una cama!, además de que los espacios naturales sufren una presión insostenible, por la saturación turística. O en la Costa Brava, donde el turismo de borrachera de hordas de jóvenes británicos han convertido las localidades costeras en auténticos infiernos para el vecindario.
Pese a todos estos efectos indeseables del turismo de masas, desde las distintas administraciones se sigue fomentando este tipo de actividad, pensando solamente en la balanza de pagos, y no en el bienestar de la población local, las condiciones laborales de los trabajadores del sector hostelero o la conservación de los espacios naturales para las generaciones futuras. El último capítulo que nos demuestra que esto no tiene visos de cambiar lo encontramos en la Región de Murcia, donde el flamante presidente de la Comunidad Autónoma ha remodelado su gabinete, uniendo en una sola Consejería áreas como el Turismo, la Cultura y el Medio Ambiente, haciendo una declaración de intenciones por la cual afirma que el objetivo del Gobierno regional es que “entienda el turismo como un verdadero motor de crecimiento de la Región durante todo el año, que entienda la cultura como una infraestructura capaz de aportar riqueza y empleo y que respete el medio ambiente y lo haga compatible con el crecimiento regional”. Es decir, lo que se pretende, en realidad, es que el medio ambiente no sea un obstáculo para desarrollar actividades turísticas, siendo la cultura solamente un medio para crear riqueza, y no para aumentar el nivel de la población.
El turismo y la cultura no pueden contemplarse solamente como fuente de riqueza. La máxima que los gobiernos central, autonómicos y locales siguen de “cuanto más, mejor” puede ser un arma de doble filo que mate a la gallina de los huevos de oro, haciendo insoportable la estancia hasta para los propios turistas, además de ejercer una enorme presión sobre los espacios naturales, destruyendo los atractivos que motivan a los turistas a venir a nuestro país.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

lunes, 24 de abril de 2017

ECOCIDIO, UN CRIMEN AÚN NO RECONOCIDO

La deriva que está tomando el planeta desde hace décadas debe obligar a los organismos internacionales a incluir un nuevo delito que, hasta ahora, ha quedado impune. Me refiero al llamado ecocidio, término que se refiere a la “destrucción extensa del ecosistema o de un territorio en concreto como consecuencia de la acción directa o indirecta de los seres humanos o de la industria”.
La primera vez que se usó este término fue en la década de los sesenta, como consecuencia de los efectos sobre las personas y el medio ambiente provocados por el llamado Agente Naranja, un herbicida defoliante lanzado sobre la selva de Vietnam por el ejército estadounidense para evitar que las tropas norvietnamitas encontraran refugio. Esta sustancia, desarrollada principalmente por Monsanto, contenía en altas concentraciones una dioxina, el TCDD, que no sólo afectaba al ecosistema, sino que produjo malformaciones en fetos, cáncer, afecciones cutáneas y otras enfermedades, tanto a varias generaciones de vietnamitas como a soldados norteamericanos expuestos a esta sustancia.
“Monsanto ha sido declarada culpable de realizar prácticas que atentan contra varios derechos humanos, como el derecho a la alimentación, a un medio ambiente sano y a la salud”
Esta semana se han presentado en La Haya las conclusiones del Tribunal Internacional Monsanto, tras seis meses de trabajo, como consecuencia de las acusaciones de crímenes contra la Humanidad y ecocidio por la comercialización de productos tóxicos causantes de la muerte de miles de personas, como el PCB, el glifosato o el propio Agente Naranja. Durante varios días, el pasado mes de octubre de 2016, testificaron ante este tribunal víctimas de los pesticidas provenientes de todo el mundo, veterinarios, toxicólogos, expertos científicos y jurídicos, contando los efectos perjudiciales de la exposición a estas sustancias tóxicas. La compañía estadounidense especializada en biotecnología agrícola Monsanto ha sido declarada culpable de realizar prácticas que atentan contra varios derechos humanos, como el derecho a la alimentación, a un medio ambiente sano y a la salud. Entre las actividades señaladas por el dedo acusador, el alto tribunal cita la comercialización agresiva de semillas genéticamente modificadas, que fuerzan a los agricultores a adoptar modos de cultivo que no respetan los modos tradicionales, así como los daños al medio ambiente y a la población vietnamita producidos por el Agente Naranja durante la guerra del Vietnam (1955-1975).
Relacionado con lo anterior, en la sede del Parlamento Europeo en Madrid y en el marco de la Semana Sin Pesticidas que se celebró el pasado mes de marzo, se han reunido con representantes de este organismo víctimas de pesticidas y otros agentes químicos, relatando los efectos sobre su salud que ha tenido la exposición durante largo tiempo a herbicidas y pesticidas, no sólo en el ámbito de la agricultura, sino también como consecuencia de fumigaciones en zonas verdes, parques y jardines. Se da la circunstancia de que España es el país europeo con el nivel más alto de consumo de pesticidas. Según la UE, en 2013 (últimos datos disponibles), en España se consume el 19,5% de los pesticidas totales, seguidos por Francia (18,7%), Italia (13,8%) y Alemania (12,3%).
Desgraciadamente, el ecocidio no está contemplado como uno de los crímenes internacionales establecidos por el Estatuto de Roma de 1998, sobre los que el Tribunal Internacional de La Haya tiene jurisdicción, crimen que se añadiría a los de genocidio y crímenes de lesa humanidad (esclavitud, asesinato, desplazamientos forzosos, violencia sexual, etc.). Es por ello que, desde este organismo jurídico, se insta a que se incluya este delito, declarando en las conclusiones del juicio a Monsanto que “ha llegado el momento de incluir la creación de un nuevo concepto jurídico de ecocidio, persiguiendo a los autores de crímenes que tienen como objetivo o como consecuencia la destrucción del medio ambiente”.
La declaración de ecocidio como uno de los crímenes internacionales permitiría que no sólo las personas individuales, sino también las empresas, puedan ser perseguidas por actividades que atentan contra la salud, el medio ambiente y el derecho a una alimentación sana.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

martes, 4 de abril de 2017

LA FALTA DE AGUA, SÍNTOMA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Los últimos datos parece que confirman lo que ya se sabe. Los embalses españoles se encontraban al final del mes de marzo al 59,1% de su capacidad, a pesar de las últimas precipitaciones en casi toda la península, cantidades de agua muy inferiores a los valores normales en estas fechas, con 14 puntos porcentuales por debajo de la media de los últimos cinco años. Estos datos son debidos, sin duda, entre otras cosas, al cambio climático, a pesar de la negación del origen antrópico de la aceleración de este fenómeno por parte de algunos sectores, cuyos efectos se van a traducir en la conversión de nuestro país en general y de nuestra región en particular en una zona azotada por las sequías con cada vez mayor frecuencia.
Una de las zonas afectadas es la cabecera del Tajo, los embalses de Entrepeñas y Buendía que, actualmente, sólo almacenan menos del 18% de su capacidad total. A pesar de ello, desde las instituciones de la Región de Murcia, con el “investigado” Pedro Antonio Sánchez a la cabeza, secundado por el Sindicato Central de Regantes, celebraron el pasado 31 de marzo los 38 años de existencia del trasvase Tajo-Segura, reclamando la continuidad de esta obra faraónica que, en la época de su construcción, en los años setenta del siglo pasado, tal vez tenía su razón de ser, sobre todo porque se desconocía los efectos del cambio climático y las consecuencias de los grandes trasvases, pero que, en pleno siglo XXI, está demostrando estar condenada, en mi opinión, y en la de los principales grupos ecologistas, a una creciente inoperancia.
"Cuando, desde la Región de Murcia, se afirma alegremente que en el resto de España no falta agua, se ignora a sabiendas que los embalses españoles están cada vez más secos"
Cuando, desde la Región de Murcia, se reclama “solidaridad” con las regiones secas, se olvida que las regiones “cedentes” de agua están sufriendo también los efectos del cambio climático. Cuando se apela a los regadíos como fuente de crecimiento económico y riqueza, se olvida que este crecimiento ha dado como resultado efectos colaterales indeseables, como la degradación tal vez irreversible del Mar Menor, así como el impulso de un tipo de agricultura intensiva basada en pesticidas y fertilizantes derivados del petróleo que, además de afectar a la salud, agrava las emisiones de CO2. Cuando se afirma alegremente que “en el resto de España no falta agua”, se ignora a sabiendas que los embalses españoles están cada vez más secos. Cuando se continúa reclamando desde el recién creado Círculo por el Agua, que agrupa a los regantes de Murcia, Alicante y Almería, más agua para estas provincias, se obvia que la falta de este elemento marcará el devenir del presente siglo, hablándose incluso de una futura “guerra del agua”.


Lo que está claro es que la tendencia de los últimos años nos hace pensar que el problema de la falta de agua no sólo está lejos de solucionarse, sino que aún puede agravarse. El aumento, año tras año, de la temperatura media del planeta afecta al funcionamiento general del clima, produciéndose un menor régimen pluviométrico en determinadas regiones, como la nuestra; por otro lado, la alternancia de periodos de sequía con inundaciones puede provocar la contaminación del agua, según un reciente estudio publicado en la Universidad de Kansas.
Desde la Ecología Política venimos reclamando desde hace años que se articulen medidas para luchar contra el cambio climático, pero no parece que los gobiernos sigan este consejo. Cuanto antes nos adaptemos a la nueva situación de escasez de agua, menos traumática será la transición ecológica de la economía, es decir, el paso de una economía basada en los combustibles fósiles, generadora de emisiones de CO2 y agravante del cambio climático, a una economía basada en las energías renovables, el consumo responsable y el empleo verde, que tenga en cuenta los límites biofísicos del planeta.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito: