sábado, 13 de febrero de 2016

ADICTOS AL CRECIMIENTO


Casi dos meses después de celebradas las elecciones generales del 20D, sin que aún se haya formado gobierno en nuestro país, y a medida que se acerca la fecha de la investidura del próximo presidente del gobierno, los poderes financieros, políticos y mediáticos “oficiales”, tanto de España como de las instituciones europeas, aprietan el acelerador para ir mandando mensajes subliminales (y no tanto) a la sociedad española sobre la influencia negativa de la incertidumbre política en la tasa de crecimiento económico. Tanto el informe del BBVA como las declaraciones de la Comisión Europea y del ministro De Guindos van, curiosamente, en el mismo sentido, alertando de las “dudas en los mercados” y la “falta de confianza” que genera la ausencia de gobierno en nuestro país.
Paralelamente, desde los medios más afines a esos poderes se pone el acento en una serie de datos que pretenden trasladar la idea de una cierta recuperación económica en 2015, datos referidos al aumento de la compraventa de viviendas (en un 11%) y de consumo de cemento, así como de venta de automóviles (más de un millón de unidades vendidas el año pasado, casi un 21% más con respecto al año anterior). A esto se añade el bajo precio del petróleo que, en teoría, debería repercutir en las economías tanto domésticas como empresariales. Sin embargo, estas noticias reflejan, más bien, el intento del gobierno en funciones, con la connivencia de los poderes financieros, de hacer saltar las alarmas en la sociedad española si llegara el caso de un acuerdo entre los partidos más a la izquierda del panorama político, por medio de la estrategia del miedo, anunciando toda una serie de catástrofes económicas, territoriales e incluso la reactivación de ETA, tal y como ha declarado el ministro del Interior, si ese gobierno llegara a constituirse.
Utilizar ahora los mismos indicadores de riqueza es volver a taparse los ojos con una venda
De nuevo se apela al crecimiento económico como solución de todos los males, y se añoran las cifras de aumento del PIB de antes de la crisis, entre los años 1994 y 2007, cuando se superaba el 4% anual. Pero se obvia que ese crecimiento económico tuvo un fuerte componente especulativo, revalorizándose el patrimonio inmobiliario y los activos financieros muy por encima de la economía real, siendo este modelo de producción y consumo despilfarrador de energía, cada vez más contaminante y emisor de cantidades ingentes de gases de efecto invernadero. Además, estuvo acompañado por el deterioro de las condiciones sociales de gran parte de la sociedad y por el aumento de la diferencia entre ricos y pobres, así como de la deuda externa. Y se da la circunstancia de que el final de ese periodo coincide con el inicio de los mayores casos de corrupción, casos que ahora están saliendo a la luz. Esas consecuencias negativas del crecimiento se fueron acrecentando en los años de crisis, llegando hasta la situación actual. De aquellos barros, estos lodos. Pretender ahora utilizar los mismos indicadores de riqueza que entonces (venta de pisos y coches, consumo de cemento) es volver a taparse los ojos con una venda y no percibir los aspectos negativos que la búsqueda del crecimiento “per se” traen consigo.
Por otra parte, basar la recuperación económica en los bajos precios del petróleo y en el aumento del consumo constituye una huida hacia adelante y nos hace ser excesivamente dependientes de los avatares especulativos de los costes de la energía. Son muchos los que opinan que este mantenimiento bajo de los precios del crudo son intencionados para, por un lado, perjudicar a los países que buscan otras fuentes no convencionales (mediante fracking) y, por otro, para golpear a las energías renovables, en un momento en que están teniendo mayor presencia en el “pool” energético. Y aumentar el consumo de bienes no hace sino reincidir en las causas de la crisis ecológica por la que atravesamos, aumentando tanto el uso de recursos finitos como la generación de residuos y la emisión de gases a la atmósfera.
Seguir insistiendo en un modelo productivo basado en el crecimiento económico y en la especulación financiera, tal y como nos venden desde el gobierno, en el momento en el que estamos, al borde de una nueva recesión, es volver a negar la necesidad de un cambio profundo en los paradigmas que rigen este sistema. Cuanto antes se perciba esa necesidad, antes empezaremos a vislumbrar un cambio positivo.
Artículo aparecido ayer en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 3 de febrero de 2016

POR UN TRANSPORTE PÚBLICO EFICAZ Y SOSTENIBLE

Hace unos días, la OCU hizo público un estudio sobre el grado de satisfacción de los usuarios del transporte público en las principales ciudades españolas, desprendiéndose de dicho estudio que Murcia está en el Top 5 de las peor valoradas, junto a Palma de Mallorca, Vigo, Albacete y Zaragoza, siendo además la única ciudad que suspende, con una valoración de 44 puntos sobre 100. Las razones por las que el servicio de bus urbano en la capital murciana genera ese grado de insatisfacción en la ciudadanía (entre la que me incluyo como usuario habitual de este medio de transporte) son debidas, principalmente, a su escasa frecuencia (especialmente en horas valle, aunque también en hora punta), al deficiente diseño de la red, con una insuficiente cobertura en las diferentes líneas y paradas (sobre todo en las líneas hacia las pedanías), así como a su impuntualidad.

Estos resultados no difieren mucho (por no decir nada) con respecto al mismo estudio realizado hace justo un año por la misma organización, lo que demuestra que poco o nada se ha hecho para remediar la situación. Muchas ciudades españolas y sus habitantes siguen teniendo al transporte privado (sobre todo el automóvil) como principal medio de movilidad. La prueba la encontramos en el hecho de que, según un estudio de la Asociación de Empresas Gestoras de los Transportes Urbanos Colectivos (Atuc), los españoles gastan 18 veces más en su coche que en transporte público urbano. Esto se traduce en una excesiva dependencia del vehículo privado para desplazamientos urbanos, la congestión del tráfico y la creciente y elevada contaminación de las ciudades, tal y como se percibe a diario en las calles de Murcia.
Aunque en los últimos tiempos en la ciudad de Murcia se han dado pasos importantes para ir cambiando los hábitos de la población en cuanto a movilidad, como la instalación del servicio de alquiler de bicicletas Muybici, tras años de reivindicaciones por parte de asociaciones ciclistas y movilizaciones como las Masas Críticas, aún estamos lejos de las ciudades europeas que apuestan realmente por conseguir un medio ambiente urbano saludable mediante la promoción del transporte público, como Copenhage, Viena o Estocolmo. El tranvía en Murcia no soluciona los problemas de transporte, al estar limitado a la zona norte de la ciudad y ser demasiado costoso para las arcas públicas (nos cuesta 11 millones de euros al año), además de no cubrir el mínimo necesario de viajeros como para ser rentable, ya que la ratio de ocupación es ligeramente superior a 50 viajeros al día por millón de euros invertidos, siendo necesario que esa ratio estuviera por encima de los 100 viajeros/día, por lo que la inversión mereció la calificación de “inadecuada” en un estudio realizado el año pasado por la revista 'Carril Bus', publicación de tirada nacional especializada en transporte de viajeros.
Otras ciudades españolas van en la dirección correcta en cuanto al transporte público se refiere, como Bilbao o Gijón, las mejor valoradas por los usuarios. En Madrid se está actuando de manera efectiva contra la contaminación, limitándose tanto la velocidad en ciertas vías como la entrada al centro de la ciudad de coches que usan combustible tipo diesel, e incluso se está estudiando que el transporte público sea gratuito en días de altos niveles de polución atmosférica. En su contra se encuentra la mala valoración del metro madrileño, debido a los retrasos y las aglomeraciones.
Un transporte público realmente eficaz y sostenible proporciona toda una serie de ventajas a las ciudades y sus habitantes: dinamiza la economía, al reducirse los costes asociados a la congestión del tráfico; es una fuente de creación de empleo; reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, luchando de forma práctica contra el cambio climático; mejora la salud de la ciudadanía, al aumentar la calidad del aire; garantiza la cohesión social, permitiendo la participación del conjunto de la sociedad en actividades sociales, culturales y económicas, independientemente de sus condiciones socio-económicas. En definitiva, hace las ciudades más habitables y garantizan una calidad de vida adecuada. Es responsabilidad de los gobiernos locales conseguir esos objetivos.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

miércoles, 20 de enero de 2016

EL PLAN B EUROPEO


Hay noticias que ponen de manifiesto el rumbo hacia el que la ciudadanía europea vamos encaminados: Suecia, uno de los países más admirados por el funcionamiento de su democracia, renuncia a reconocer al Sáhara como país independiente debido a la pretensión de su multinacional más famosa y próspera de instalarse en Marruecos; según un informe de la OCDE, la desigualdad económica e intergeneracional en Europa ha aumentado en los últimos años, siendo más acentuada en los países del sur, y España el país donde más se ha incrementado; la deficiente gestión de la crisis de los refugiados y el nivel de disparate al que se ha llegado se refleja en la detención (y posterior liberación) de los voluntarios españoles que ayudaban a los migrantes a alcanzar la costa de Lesbos.
La deriva de Europa en los últimos años, empezando por el control de la política europea por parte de los poderes financieros, la imposición de la austeridad a los países del sur, entendida no como contención en el gasto y ausencia de despilfarro, sino como aplicación de brutales recortes en las partidas sociales y en áreas tan sensibles como la educación y la sanidad, la pretensión de que las grandes multinacionales antepongan sus propios intereses por encima de la salud y las condiciones laborales de la ciudadanía europea, a través de “acuerdos” entre la UE y EEUU tan vergonzantes como el TTIP, el auge de la ideología ultraderechista y xenófoba en Francia, Grecia, Suecia, Austria y otros países, así como la situación de los refugiados en el viejo continente han provocado que un amplio sector de la izquierda europea proponga el llamado Plan B para Europa.
Más allá del uso de las energías renovables, la sostenibilidad debe ser un pilar del nuevo modelo
Este plan, presentado a través de un manifiesto, propone medidas que se contrapongan a la austeridad, único método, hasta ahora, que emana de las autoridades europeas para salir de la crisis. Estas medidas incluyen una política fiscal justa, el cierre de paraísos fiscales, sistemas de intercambio complementarios, la remunicipalización de los servicios públicos, el reparto igualitario de todos los trabajos (incluidos los cuidados en condiciones de dignidad), la apuesta por un modelo de producción basado en las energías renovables, y reformar o abolir el pacto fiscal europeo. Sin embargo se echa en falta en este manifiesto una mención más clara y explícita a que la única manera de abordar esta situación es haciéndolo desde una transición ecológica de la economía, y que la sostenibilidad debe ser uno de los pilares de ese nuevo modelo de Europa, yendo más allá del uso de las energías renovables.
Esa transición y esa alternativa al modelo europeo al uso debe incluir, además, el abandono del dogma del crecimiento entendido como aumento del PIB, pues no refleja de forma fidedigna todos los factores que están involucrados, algunos de ellos de forma negativa, como la degradación ambiental y el empeoramiento de las condiciones sociales y laborales de la población. Además, se deben promocionar de forma decidida los empleos verdes, garantes de una futura economía baja en carbono. La transición ecológica también debería incluir la lucha decidida contra el cambio climático, verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Europa, fenómeno que, si continúa avanzando, dejará sin efecto alguno cualquier medida paliativa que se quiera aplicar.
El fomento de la economía circular, basada en las 3R, reducir, reutilizar y reciclar la mayor cantidad de los residuos que se produzcan en los procesos productivos y de consumo, frente al sistema imperante hoy en día, un sistema económico lineal basado en producir, consumir y eliminar los residuos producidos, es otro de los retos que el nuevo modelo productivo debe facilitar, y que debería ser promovido desde las instituciones europeas.

El llamamiento incluye la convocatoria los próximos 19, 20 y 21 febrero de una conferencia internacional en la que tratar estos temas. Será la ocasión de replantearse Europa, sustituyendo una visión del continente en la que los mercados, el poder financiero y la falta de democracia sean los factores dominantes, por una Europa de y para la ciudadanía, donde todas las acciones vayan encaminadas a conseguir que la solidaridad, la sostenibilidad y la justicia social definan el proyecto europeo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito: