domingo, 13 de diciembre de 2015

UN ACUERDO INSUFICIENTE


Tras dos semanas de interminables sesiones de trabajo, la COP21, la Cumbre del Clima que se ha celebrado en Paris desde el pasado día 30 de noviembre, se ha cerrado, como muchos grupos ecologistas y ambientalistas temían, con un acuerdo claramente insuficiente. Si el texto cita un compromiso para conseguir que el aumento de la temperatura media del planeta esté por debajo de los 2ºC respecto a los niveles pre-industriales, incluso llegando a 1,5ºC, lo cierto es que, para que se cumpla ese objetivo, las economías del mundo deberían iniciar ya la transición ecológica y el abandono de los combustibles fósiles, cosa que las grandes potencias no parece que estén dispuestas a ello.
Además, establece el objetivo de llegar a una “tasa cero emisiones netas” a finales del siglo. Esto, según las organizaciones ecologistas, además de remitirnos a una fecha demasiado lejana, es una trampa, pues permite que se sigan emitiendo gases de efecto invernadero, siempre y cuando se vean compensadas por la captura y almacenamiento de CO2 a través de la geoingeniería y otros medios, tecnologías que aún no están a punto y que plantean serias dudas de sus efectos sobre el planeta.
Todos los representantes de ONGs ecologistas presentes en la cumbre están de acuerdo en que para llegar a cumplir el objetivo de no superar los 2ºC de aumento de temperatura, es necesario dejar en el subsuelo las fuentes no renovables de energía (carbón, gas y petróleo) que aún quedan, e iniciar un cambio radical en nuestro modo de vida, sobre todo en los países desarrollados.
Otro triunfo de los lobbies de la energía es haber excluido del acuerdo final cualquier mención a la contribución del transporte marítimo y la aviación a las emisiones, cuando suponen hasta el 10% del total de los gases emitidos a la atmósfera. El retraso en la revisión del grado de cumplimiento del acuerdo hasta 2020 es otro de los obstáculos que el texto final introduce, pues no garantiza que los países cumplan lo que han firmado hasta dentro de cinco años, plazo suficiente para que la situación climática se agrave aún más.
La negativa de China e India, sobre todo el primero de ellos, a ser considerados como países desarrollados, por lo que sólo pueden aplicar medidas voluntarias para mitigar el calentamiento global, es otro de los fiascos de la cumbre. No es de recibo que quieran ser calificados como países “en vías de desarrollo”, cuando China es la segunda economía mundial y el mayor emisor de gases del planeta, siendo responsable de la cuarta parte de la emisión mundial de CO2, por delante de EEUU, que emite el 15% del total de gases. A esto se añade que los pequeños países en vías de desarrollo, más sensibles a los efectos perjudiciales del cambio climático, reclaman una mayor financiación por parte de los países desarrollados para mitigar las consecuencias del calentamiento global, de las que no son directamente responsables.
Como dato positivo, hay que resaltar que, a diferencia de cumbres anteriores, el acuerdo, aunque de mínimos, ha sido ratificado por todos los países presentes en la cumbre, lo que es un avance y un primer paso para que, en un futuro no muy lejano, se consiga de una forma decidida revertir el cambio climático.
A pesar de que Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores de Francia y anfitrión de la Cumbre del Clima, haya calificado de “histórico” este acuerdo, con su firma no se garantiza que no continuemos con nuestra marcha acelerada hacia el muro del colapso; tal vez, como mucho, seremos conscientes de que debemos levantar el pie del acelerador.
Artículo aparecido en La Crónica del Pajarito:

jueves, 26 de noviembre de 2015

MARCHEMOS POR EL CLIMA

Una cosa está clara. Los mensajes relacionados con el cambio climático no hacen mella en la mayoría de la población. Que los casquetes polares se están reduciendo a marchas forzadas, acelerando la elevación del nivel del mar, que sufrimos veranos cada vez más extremos, con lluvias cada vez más escasas; advertir del aumento de la temperatura media de la Tierra, acercándonos a la cifra fatídica de los 2ºC, momento en el que las consecuencias del cambio climático serán irreversibles; comprobar que España es el país de la Unión Europea que más aumentó sus emisiones de gases de efecto invernadero en 2014 y que, a pesar de la caída en combustibles fósiles, se usó un 8% más de carbón; relacionar los conflictos bélicos actuales con el acceso a los recursos energéticos del subsuelo (principalmente petróleo y gas), con consecuencias de triste actualidad como las miríadas de refugiados, en un mundo abocado tarde o temprano a una situación post-fosilista… Todos esos mensajes, tachados de “apocalípticos” por parte de los escasos negacionistas del cambio climático que aún quedan, no consiguen concienciar a la sociedad occidental de la urgencia de acometer medidas para revertir la situación climática del planeta.
El cambio climático excede lo ambiental, va ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias
Es significativo que ni siquiera la encuesta del CIS cita al cambio climático como problema a tener en cuenta, siendo lo que más se aproxima unos genéricos “problemas ambientales” (bastante abajo en la lista de preocupaciones de la sociedad española, por cierto), cuando el cambio climático excede en mucho lo ambiental, estando ligado sobre todo a cuestiones económicas, sociales y humanitarias, en cuanto a consecuencias para el ser humano se refiere.
Precisamente es en lo económico donde más vamos a sufrir los efectos del calentamiento global. En España, esto se verá reflejado en una serie de costes económicos como la aportación de miles de millones de euros de dinero público dedicados al arreglo de desperfectos en infraestructuras y viviendas debido a catástrofes naturales (inundaciones, tornados, incendios) y a resarcir al sector agrícola y ganadero por sequías, tormentas, granizadas o plagas; sólo la importación de combustibles fósiles nos cuesta a los españoles 45.000 millones de euros al año (unos 1.000 euros por habitante). El turismo, tanto de costa como de montaña, se verá afectado por las olas de calor y la falta de nieve, así como sectores como el vitivinícola. En conjunto, el cambio climático tiene su traducción en la economía, reduciendo la riqueza general expresada en disminución del PIB a niveles que algunos estudios, como el informe Stern, cifran hasta en un 20%.
Este fin de semana tendremos la oportunidad de exigir a los gobiernos, que se reunirán a partir del lunes en París en la Cumbre del Clima, que se tomen en serio el fenómeno del cambio climático. Sólo con la inversión del 1% del PIB, por parte de los países desarrollados, destinado a la disminución de las emisiones de gases es posible revertir la situación. Y no sólo por razones de reducción de la biodiversidad, pérdida de hábitats, aumento de especies invasoras, disminución del agua disponible y otras consecuencias ambientales, sino directamente porque afectará a nuestro bolsillo. Si crees que son razones suficientes, acude el próximo domingo 29 de noviembre a la Marcha Mundial por el Clima, que se celebrará simultáneamente en cientos de ciudades en todo el planeta y, en nuestra región, en Murcia (Plaza Circular) y Cartagena (Plaza Héroes de Cavite), ambas citas a las 12 de la mañana.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:

viernes, 13 de noviembre de 2015

MUNICIPIOS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

En vísperas de la Cumbre del Clima que se celebrará entre los días 30 de noviembre y 11 de diciembre en París, los ayuntamientos de dos grandes ciudades europeas, Madrid y París, están empezando a aplicar medidas encaminadas a reducir la contaminación en sus diversas vertientes. En Madrid, la concejalía de Medio Ambiente ha puesto en marcha un dispositivo de urgencia para mitigar los altos niveles de CO2 y óxidos de nitrógeno atmosférico en la capital, debido a las condiciones anticiclónicas y a las emisiones de los vehículos diésel, principalmente, produciendo la tristemente conocida como “boina gris” sobre la ciudad. Esta medida, consistente en reducir la velocidad máxima a 70 km/h en la M30, podría ir acompañada por otras, como que circulen los vehículos con matrículas pares o impares en días alternos, o la prohibición de estacionar vehículos no comerciales y que no sean de transporte público en el centro de la ciudad, si los niveles de contaminación persistieran.
Paralelamente, el equipo de gobierno de la capital francesa ha presentado un plan “inédito” para la transición energética de París. Entre las medidas clave, se prevé que, en 2016, los edificios municipales y el alumbrado público serán alimentados por energías 100% renovables, exigiendo a sus proveedores de energía una electricidad totalmente verde para proceder a renovar los contratos de abastecimiento energético.
Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero
Es curioso comprobar que estas dos ciudades tienen al frente a dos mujeres (Manuela Carmena y Anne Hidalgo), y que sus respectivas concejalas de Medio Ambiente (Inés Sabanés y Célia Blauel) provienen de sendas formaciones verdes (EQUO y Europe Ecologie-Les Verts, respectivamente), demostrando que una nueva visión de la política es posible en el ámbito local, y que se hace imprescindible la introducción de medidas de corte ecologista para que se verifique un verdadero cambio en la calidad de vida de los habitantes de nuestras ciudades.
Una ciudad europea o española de un millón de habitantes utiliza diariamente 11.500 toneladas de combustibles fósiles, produce 1.600 toneladas de basura, gasta 2.000 toneladas de alimentos y emite 25.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2), principal gas responsable del calentamiento de la Tierra. Las ciudades del planeta son responsables del 70% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), mientras que sólo ocupan el 2% del territorio mundial. Según la ONU, en 2030, el 60% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos (elevándose esa cifra al 80% en los países desarrollados).
Todos estos datos nos deben hacer llegar a la conclusión de que es prioritario que las ciudades, y las instituciones que las gobiernan, sean los frentes más importantes a la hora de luchar contra el cambio climático. Y no sólo en problemas como la contaminación o la energía, sino también abordando cuestiones como la economía local, apostando por el comercio de cercanía, y la planificación urbanística, alejándose de los modelos dispersos, que requieren mayores desplazamientos, emitiendo, por tanto, mayor cantidad de GEI, entre otros aspectos. Es en el ámbito de lo municipal donde se hace más patente la máxima ecologista “Actúa local, piensa global”, y así debemos exigírselo a nuestros gobernantes.

Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/federicogcharton/2015/11/municipios-contra-cambio-climatico