domingo, 11 de agosto de 2013

GIBRALTAR: EL BRINDIS AL SOL

Esta mañana nos enteramos de que España sopesa aliarse con Argentina para reclamar Gibraltar y las Malvinas al Reino Unido en la ONU, en un acto patriótico más propio de épocas pasadas. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Invadir el peñón, tal y como hizo Argentina en las Malvinas en 1982, en plena dictadura militar? Debe ser una obsesión del ministro Margallo, cuya primera intervención en los foros internacionales fue un patriotero "¡Gibraltar español!" al ministro de Asuntos Exteriores británico. 

Tras la colocación de los bloques de hormigón en la bahía como arrecifes artificiales, por parte de las autoridades del peñón, el gobierno español reaccionó cobrando un peaje de 50 euros a cada turista que entre o salga de Gibraltar. Esta medida es una versión atenuada, pero que suena a represalia, aunque el gobierno lo niegue, del cierre de la verja decretado en 1969 por la dictadura franquista, que supuso la pérdida de miles de puestos de trabajo y la despoblación de La Línea ante la falta de perspectivas, abocada su población a emigrar a Cataluña y al extranjero. 

Los propios pescadores, según The Guardian, son los que más sentido común están demostrando, al rechazar las presiones efectuadas por el gobierno español hacia el peñón, que puede afectar a sus empleos, y al apelar al diálogo entre las autoridades españolas, británicas y gibraltareñas. Parece que el mayor afectado por la colocación de esos bloques sería el ministro de Agricultura, Arias Cañete, que posee un número de acciones nada despreciable de una compañía de bunkering (repostaje de buques en el mar), Petrolífera Ducar, que antes presidía, con sede en Ceuta, responsable de vertidos al mar. Ducar compraba a gasolineras flotantes de las aguas que Gibraltar considera suyas y luego lo revendía en Ceuta con un buen margen a los buques que atraviesan el estrecho. Esa práctica se ha visto dificultada, si no bloqueada, por las acciones gibraltareñas.

El episodio de Gibraltar está demostrando, a mi parecer, dos cosas: por un lado, que al gobierno español le viene muy bien desviar la atención durante unas semanas de los problemas de su partido, principalmente el caso Bárcenas, que tantos quebraderos de cabeza les está generando, resucitando de vez en cuando los bajos instintos patrioteros. Por otro lado, se pone en evidencia la incapacidad de los gobiernos de arreglar los problemas de los habitantes de la zona, obligados a practicar el contrabando de tabaco como un complemento a sus ingresos, por las altas tasas de paro, sin proponer un plan eficaz de desarrollo económico para la comarca.

A todo esto hay que añadir los deseos de los propios gibraltareños, que en 2002, mediante referéndum, mostraron su clara intención, con el 98% de votos negativos, de no compartir la soberanía del peñón con España, lo que dejará seguramente sin efecto las intenciones del gobierno de apelar a los foros internacionales para reclamar por enésima vez la soberanía de Gibraltar. Otra cuestión es el estátus de Gibraltar como paraíso fiscal, responsable, en gran medida, de la situación financiera mundial. Pero eso, al gobierno español, no parece que le preocupe demasiado, pues mantendrá al peñón como paraíso fiscal. Eso le reporta a las empresas españolas un volumen de exportaciones de más de 2.200 millones de euros, cantidad nada despreciable, teniendo en cuenta que la población del peñón es de unos 30.000 habitantes. 

Lo más probable es que este episodio sea algo pasajero en el verano de 2013, hasta que este gobierno o el siguiente decida resucitarlo cuando le convenga, para darse golpes de pecho y presumir de que defienden los intereses españoles.


martes, 6 de agosto de 2013

UN FENÓMENO IMPARABLE

Mientras avanza el mes de agosto, Rajoy esconde la cabeza en la casa rural alquilada en su Galicia natal, esperando que amaine la tormenta de su comparecencia trufada de "fines de las citas", y la mayoría de los medios de comunicación llenan su espacio y su tiempo con noticias estivales mezcladas con sucesos, las últimas declaraciones de los ídolos deportivos, los avatares de la Bolsa y temas locales que exprimen hasta la saciedad, hay un fenómeno que continúa implacable su avance. Me refiero al cambio climático.

Un nuevo estudio realizado por Richard Zeebe, de la Universidad de Hawai, en Manoa (Estados Unidos), y publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences', sugiere que el calentamiento futuro por la quema de combustibles fósiles podría ser más intenso y de mayor duración de lo que se pensaba. El estudio revela que el calentamiento amplificado y prolongado debido a la constante quema de combustibles fósiles aumenta la probabilidad de que las grandes capas de hielo como la de Groenlandia se derritan, lo que llevará a una importante subida del nivel del mar. Ya en mayo de este año supimos que se habían superado por primera vez las 400 ppm (partes por millón) de concentración de CO2 en la atmósfera, aunque esta noticia sólo tuvo un leve eco en los informativos.

Los gobiernos de los principales países del mundo, a pesar de reunirse cada cierto tiempo para tratar este asunto, nunca llegan a conclusiones claras ni adoptan medidas concretas para frenar este fenómeno, pues estiman seguramente que nos les afectará ni a ellos ni a sus descendientes más cercanos, demostrando una vez más el cortoplacismo en el que se mueven. Están más preocupados por la última encuesta de opinión, por las valoraciones otorgadas por los sondeos o pensando en la próxima cita electoral que por las consecuencias que el cambio climático puede acarrear.

Y sin embargo, otro estudio, esta vez de la Universidad de Berkeley publicado por la revista Science, nos dice que para 2050, las guerras, asaltos, revueltas y violaciones se multiplicarán por culpa del cambio climático provocado por nosotros mismos. La explicación la encuentran en los conflictos generados por la sequía, la falta de agua y las consecuentes pérdidas en la agricultura, entre otras cosas, sobre todo en los países más pobres. En los países ricos se verifica una correlación estadística entre una mayor temperatura y una mayor tasa de criminalidad. 

El descenso de las emisiones de CO2 en España fue de un insignificante 1,9% en 2012 con respecto al año anterior, pero fue debido principalmente a los efectos de la crisis económica. Pero la intención de los gobiernos de volver a la situación anterior a la crisis nos dice a las claras que la lucha contra el cambio climático no está en sus agendas. Casi ningún partido político cree realmente en que esta lucha debe ser una prioridad, como se ve en el apoyo que se hace a las energías contaminantes (carbón, fracking...) y al desprecio que se demuestra a las energías renovables, llegando a multar hasta con 60 millones de euros a quienes se autoabastezcan de electricidad sin pagar a las compañías eléctricas. 

Mientras el cambio climático sea considerado un fenómeno residual por parte de los gobiernos, si no una invención de los científicos, iremos abocados a sufrir un siglo XXI que nos puede deparar acontecimientos que, comparados con los actuales conflictos, pagaremos muy caro. Y no es catastrofismo. Basta con escuchar a las voces autorizadas que dedican su vida a estudiar este fenómeno.

domingo, 21 de julio de 2013

CRECIMIENTO O AUSTERIDAD, ¿LAS ÚNICAS ALTERNATIVAS?

Hace unos días, en la reunión del G20 celebrada en Moscú, y a la que acudieron l@s ministr@s españoles de Economía y de Empleo, se llegó a una conclusión: este foro ha apostado por el crecimiento económico frente a la austeridad, como si las economías mundiales solamente tuvieran esas dos alternativas como únicas soluciones a la crisis. Pero, como veremos, tanto una como otra son las dos caras de la misma moneda, la del capitalismo especulativo, creador de diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres y de la degradación ecológica del planeta.

El camino de la austeridad, recomendada por la troika, que los países europeos (sobre todo los que, como España, sufren la crisis con una mayor virulencia) han adoptado, ha tenido unos resultados nefastos. Las consecuencias de esta opción son el empobrecimiento de la población, la merma de los derechos fundamentales (sanidad y educación, principalmente), el desempleo y el aumento de la desigualdad. Tras comprobar los efectos perjudiciales de estas políticas, que Rajoy no dudó en poner en práctica en su primer año de gobierno, los mismos que recomendaban su aplicación han cambiado de parecer. Así ha sido con el FMI quien, en boca de su directora, Christine Lagarde, instó a la zona euro, EE.UU. y Japón a "mantener el impulso económico". La UE va por el mismo camino, apostando por el crecimiento como modo de salir de la crisis.

La izquierda tradicional, ya sea la social-demócrata o la marxista, también apuesta por el crecimiento como única receta para crear empleo, sin aportar ideas nuevas y repitiendo los mismos esquemas que ya se han aplicado desde hace 50 años, es decir, incrementar la productividad para que haya más bienes en el mercado, incentivar el consumo y aumentar el PIB. Ya en una entrada anterior me hacía la pregunta de "¿para qué crecer?", y las respuestas no son muy positivas, tanto por el carácter perverso del propio índice de medida de la riqueza de un país, el PIB, como por las consecuencias perjudiciales de este sistema crecentista. Está demostrado que el crecimiento económico es la fuente principal de las injusticias sociales del planeta, de la destrucción de los hábitats y de la aceleración del cambio climático, como lo indican numerosos estudios. Desde el punto de vista ecológico, si en tiempos de recesión, la economía del crecimiento nos conduce al colapso social (tasas de paro y de pobreza socialmente inasumibles), en tiempos de bonanza nos lleva directamente al colapso ecológico (crisis energética, climática, alimentaria y pérdida de biodiversidad), como nos dice Florent Marcellesi en su último libro. Otros autores, como Robert y Edward Skidelsky, en su libro "¿Cuánto es suficiente?" nos hablan incluso de que el crecimiento está motivado por la insaciabilidad del ser humano, que nunca tiene bastante para satisfacer sus deseos, que van mucho más allá de sus necesidades. Proponen una renovación ética, más políticas sociales y la reducción de la presión por consumir o la publicidad que altera la libre elección del ciudadano.

Desde la ecología política se proponen otras vías alternativas, diferentes a las que nos repiten una y otra vez desde los medios de comunicación mayoritarios. Básicamente, estas alternativas pasan por tener en cuenta la finitud del planeta, la limitación de los recursos naturales no renovables y las consecuencias perjudiciales para el medio ambiente y, por tanto, para la supervivencia de la especie humana a medio y largo plazo, a la hora de desarrollar un sistema económico sostenible. Esa alternativa propone también un cambio de mentalidad en las personas y en los gobiernos, sobre todo en el mundo desarrollado, aceptando repartir el trabajo, instaurando una renta básica universal, rebajando el nivel de consumo, sobre todo de productos accesorios y adoptando una política fiscal justa que asegure la redistribución de la riqueza y unos ingresos suficientes para ir solucionando los problemas sociales y ambientales creados por este sistema.

Todo ello desde la implicación de la sociedad en general, que deberá ser facilitada por mecanismos de participación en la toma de decisiones, verdadero exponente de una democracia madura, y generando las condiciones para la existencia de una justicia Norte-Sur, donde se paguen las deudas ecológicas y sociales adquiridas con terceros países por varios cientos de años de expolio de sus recursos naturales.