martes, 4 de marzo de 2014

LA RECESIÓN HA TERMINADO (PERO SÓLO PARA UNOS POCOS)

El gobierno español sigue comprometiendo dinero público para defender los intereses de las empresas privadas españolas en el extranjero, mientras abandona a su suerte a las pequeñas y medianas empresas. Mientras la PYMES, que suponen el 80% de la actividad empresarial en nuestro país, ven recortados sus créditos, las grandes empresas (bancos, eléctricas, constructoras) son las grandes beneficiarias en estos tiempos de crisis. El gobierno avalará los 125 millones que Sacyr necesita para continuar con las obras en el canal de Panamá; también garantizarán el préstamo al consorcio empresarial para construir el AVE del desierto saudí, por medio de la Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación (CESCE), con una participación estatal del 50,25%, por un montante de 1.000 millones de euros. Eso sin hablar de los avales a nivel nacional, como las autopistas de peaje en quiebra o los aeropuertos fantasma españoles, como el de Corvera, avalado con 185 millones por la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.

Un dato que pone de manifiesto que la salida de la crisis sólo se verifica para las grandes empresas y las grandes fortunas es que en el último número de la revista Forbes, se puede comprobar que seis españoles se han incorporado a la lista de nuevos multimillonarios, elevándose a 26 los riquísimos de nuestro país. Encabeza esta lista, una vez más en España, Amancio Ortega, que ha ganado 7.000 millones de euros más este año, situándose como la tercera fortuna del mundo, con 64.000 millones de euros, sólo por debajo de Bill Gates y Carlos Slim. 

Mientras tanto, el número de parados en España ha aumentado en más de 620.000 personas desde que gobierna Rajoy, pasando de una tasa de desempleo del 22,83% en el último trimestre de 2011 al actual 26,03%, a pesar de los mensajes triunfalistas que los distintos ministros y ministras nos repiten una y otra vez. Después de la rebaja de los derechos laborales perpetrada por el gobierno en estos dos años y medio, el FMI, en boca de su presidenta Christine Lagarde, ha instado a "profundizar en los ajustes", forma de decir, en la neolengua que suele utilizarse desde los sectores más neoliberales, que hay que seguir con los recortes, para conseguir "competitividad", es decir, menos salarios, menos derechos sociales, menos pensiones.

Desde la reforma de la Constitución realizada por PSOE y PP en agosto de 2011, los ingresos que recibe el Estado vía impuestos va destinado de forma preferente al pago de la deuda, en vez de dedicarlo a la mejora de los servicios públicos. En 2011, Serge Latouche, profesor emérito de economía de la Universidad Paris-Sud e ideólogo del decrecimiento, en su libro "La sociedad de la abundancia frugal" (Edit. Icaria) hacía un análisis certero de la situación y del camino emprendido por los gobiernos europeos para afrontar la crisis: 

"(...) En nombre del relanzamiento, en gran parte ilusorio de las inversiones y totalmente engañoso del empleo, se reducen o eliminan las cargas sociales, el impuesto sobre las actividades económicas y el impuesto sobre el beneficio de las empresas. Se exime de cualquier impuesto sobre los beneficios "extras" a sectores de la banca y las finanzas, mientras que el "escudo fiscal"  permite a los ricos pagar cada vez menos impuestos. Al mismo tiempo, la austeridad azota con vigor a los trabajadores y a las clases medias que sufren por el descenso de sus ingresos, por el recorte de las ayudas sociales y por el aumento de la edad legal de jubilación (...). Para completar el panorama (...), se desmantelan los servicios públicos y se privatiza todo lo que queda por privatizar".

Parece que el gobierno de Rajoy ha seguido al pie de la letra estas recetas, a la vez que hace creer a la ciudadanía crédula que "se ha superado la recesión". Pero, como se ha visto, los únicos que salen airosos de esta crisis son los que nunca la han padecido, las grandes empresas y las grandes fortunas que se enriquecen aún más a costa del sufrimiento de la amplia mayoría de la población, esa población abandonada a su suerte por este gobierno. 


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