viernes, 14 de febrero de 2014

POR LA LIBERTAD DE MOVIMIENTO DE LAS PERSONAS



Hace unos días hemos asistido al bochornoso espectáculo que han protagonizado los miembros de la Guardia Civil, disparando (con cartuchos de fogueo y balas de goma) a los inmigrantes que pretendían arribar a las costas de Ceuta, contribuyendo así a la muerte por ahogamiento de al menos 14 personas, según han declarado los supervivientes de la tragedia. Este hecho ha provocado que desde Bruselas se pidan explicaciones. Hoy mismo hemos sabido que la frontera de Melilla se cierra ante la llegada de unas decenas de refugiados de la guerra de Siria quienes, tras atravesar todo el norte de Africa, intentan llegar a Europa, esa Europa a la que se le llena la boca con las palabras solidaridad y ayuda humanitaria. Como en el caso de la muerte de varios cientos de inmigrantes en las costas de Lampedusa hace unos meses, estos hechos demuestran que la comunidad internacional y, concretamente, la Unión Europea, debe acometer de una vez por todas el asunto y dejar de ver la cuestión de la inmigración como una amenaza de la que hay que defenderse incluso a tiros.

En primer lugar hay que desterrar algunos tópicos que, de forma interesada o no, se difunden por la sociedad, sobre todo en estos tiempos en los que las actitudes xenófobas están aumentando en Europa, con el auge de los partidos ultras. Se dice que “los inmigrantes son gente sin formación, incultos, casi analfabetos”, que “vienen a robarnos el trabajo y a aprovecharse de nuestra seguridad social” o que “las cárceles están llenas de inmigrantes porque son unos delincuentes”. Todas estas afirmaciones propias de ignorantes son totalmente falsas, como así lo aseveran las organizaciones que trabajan con estos colectivos, como S.O.S. Racismo. Sin embargo, los medios de comunicación más conservadores transmiten la idea de la peligrosidad de la inmigración, contribuyendo a perpetuar los mitos de este fenómeno, al tiempo que crean un clima de miedo, necesario para los que nos gobiernan, pues es lo que necesitan para justificar sus políticas de "mano dura".

Es falso que las personas inmigrantes saturen el sistema sanitario público; de hecho usan menos el sistema de atención primaria que la población autóctona. Así lo demuestran varios informes como el realizado por la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) en 2008. El informe mostraba que las personas inmigrantes, representando más del 10% de la población residente en España, sólo suponían el 5% de los pacientes de atención primaria, muy lejos de su presencia en la sociedad. Sobre el uso de los servicios de Atención Primaria por parte de inmigrantes en España, el 57,7% de la población española había acudido al menos una vez en el periodo de un año frente al 12,7% de la población inmigrante. En 2012, según el informe de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, en las cárceles españolas el porcentaje de reclusos españoles alcanzaba el 69%, frente al 31% de origen extranjero, lo que desmonta la idea de que los inmigrantes son mayoritariamente delincuentes. 

La búsqueda de un futuro mejor, en el mejor de los casos, y la salvación de la propia vida, en la mayoría de ellos, son razones más que suficientes para que las personas quieran salir de sus países, y esto debe propiciar una política europea (pues este tema trascienden las políticas nacionales) de migraciones efectiva, pues las migraciones han estado presentes en la historia de la Humanidad desde hace milenios, y han contribuido a la evolución de los países. Ahora nos llevamos las manos a la cabeza cuando Suiza decide limitar la entrada a los miembros de la UE a su mercado laboral, o cuando Bélgica expulsa a los inmigrantes españoles por ser "una carga excesiva", en un momento en el que más de 260.000 españoles, la mayoría titulados universitarios, han salido del país desde el comienzo de la crisis, como pone de manifiesto la web asinosvamos.es. Pero la indignación no es la misma cuando son personas provenientes de países en desarrollo las que intentan llegar al llamado "primer mundo".


El Partido Verde Europeo, junto a EQUO, ya denunciaron la situación de fortificación de la frontera en Melilla, así como las expulsiones exprés que realiza el gobierno a Marruecos, en el supuesto acuerdo sobre readmisión de extranjeros, que viola claramente la Convención de Ginebra sobre refugiados. Es necesario que, desde Europa, se reconozca uno de los derechos humanos más básicos, como es el derecho a la libertad de movimientos, derecho que proclama que "toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de cada Estado y que "toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país". También es urgente una campaña de descriminalización de la inmigración, al tiempo que se ponen en valor las virtudes de ese fenómeno, como son el rejuvenecimiento de la población o la interculturalidad, que frena los brotes xenófobos y racistas.

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