viernes, 19 de abril de 2013

NO ES PAÍS PARA CICLISTAS

Hoy se celebra el Día Mundial de la Bicicleta. Desgraciadamente, cuando hay que dedicarle un día concreto del año a un acontecimiento, una situación o un fenómeno, significa que aún hay que llamar la atención a la sociedad sobre ese tema, para que seamos conscientes de una carencia, un problema y de la necesidad de reflexionar sobre ello.

Aunque cada vez más a menudo se ve por las ciudades a ciclistas urbanos, en la mayoría de los casos se trata de personas valientes que se atreven a salir a las calles para bregar con los coches, auténticos dueños de la calzada en este país. Hay que sortear toda una serie de obstáculos, empezando por las temidas rotondas, ese invento que parece pensado para practicar el "tiro al ciclista", y donde hay que esprintar cual un Contador cualquiera si no quieres acabar bajo las ruedas de algún vehículo. Por desgracia, muchos de los accidentes mortales de usuarios de la bicicleta se producen en este tipo de infraestructuras urbanas. Los coches en doble fila son otra dificultad que hay que vencer muy a menudo. La poca adaptación de la ciudad a las bicicletas ha expulsado a los niños del uso de este medio de transporte, que solamente usan en las pocas plazas sin coches que existen, o bien acompañados por adultos (normalmente sus padres y madres) que actúan como guardaespaldas y escudos humanos para garantizar un mínimo de seguridad.


Murcia, que actualmente preside la Red de Ciudades por la Bicicleta, debería ser el paraíso de la bici, por sus calles sin cuestas, un clima ideal para pedalear y un tamaño medio que permite acceder a cualquier punto de la ciudad en 15 minutos como máximo. Sin embargo, lo único que se ha hecho es situar puntos de amarre de bicis desperdigadas por el casco urbano y alquilar unas decenas de bicis mediante una modalidad que hace que una sola persona acapare una bicicleta para todo un año, en vez de habilitar un sistema de alquiler por horas, como se ha hecho en otras ciudades europeas como París, Sevilla o Barcelona. Por no hablar de los pocos kilómetros de carriles-bici en el centro y norte de la ciudad, sin conexión con las pedanías.



Está de actualidad la pretensión de la DGT de implantar la obligatoriedad de llevar casco en las zonas urbanas, cuando hasta ahora sólo es obligatorio en zonas interurbanas. Sin embargo, muchas son las voces que claman por lo absurdo de esta medida, empezando por la propia Red de Ciudades por la Bicicleta, quien en una reciente reunión de su Junta Directiva, aprobó por unanimidad mantener la actual legislación, que no obliga al uso del casco en vías urbanas, ya que los estudios actuales no demuestran que el uso del casco represente una reducción de los accidentes o muertes por lesión cráneo-encefálicas y, sin embargo, sí reduce el número de ciclistas que usan la bicicleta como medio de transporte, y con esta reducción de usuarios disminuiría la seguridad de los ciclistas. Somos el país con mayor mortalidad ciclista (49 fallecidos en 2011) pero el 75,5 % de los fallecidos lo hicieron en carretera, donde el casco es obligatorio. Los países occidentales donde se pensó hacer esto (Australia, Holanda, Dinamarca...) dieron marcha atrás en sus pretensiones , porque los inconvenientes del uso obligatorio del casco superan a sus ventajas. Una cosa es recomendar y otra muy distinta obligar, que conlleva sanciones económicas.



La mayor seguridad para l@s ciclistas viene precisamente por la existencia de un gran número de usuarios de la bici, pues l@s automovilistas estarían acostumbrad@s a su presencia en las calles, disminuyendo su velocidad. Esto favorecería también a l@s peatones, colectivo que sufre cada vez más accidentes de tráfico. Un menor número de ciclistas por las calles, con su correspondiente casco, daría una sensación de falsa seguridad, y l@s automovilistas no levantarían el pie del acelerador, con el consecuente peligro para l@s usuari@s de la bicicleta. En ese sentido, es curioso cómo uno de los más acérrimos defensores del uso del casco es el RACC, Real Automóvil Club de Cataluña, que poco tiene que ver con la bicicleta. Lo único que se conseguirá con esta medida es desincentivar el uso de la bici en la ciudad. Como medida alternativa, se deberían habilitar más calles 30, es decir, calles con limitación de velocidad a 30 kms/h para los coches, compartidas con las bicicletas, que pacificaría el tráfico rodado. Eso más la mejora del transporte público haría de nuestras ciudades espacios de convivencia y movilidad amable. 

El fomento de la bicicleta como medio de transporte urbano debe ser una prioridad para los ayuntamientos, pues sus ventajas son evidentes:

- Supone relativamente poco peligro para otros ciudadanos.

- Favorece la salud de quien lo practica, con el consiguiente ahorro a la salud pública.

- Es barato, en cuanto a adquisición y mantenimiento, en comparación con cualquier otro transporte público o privado.

- Los ciclistas urbanos disfrutan en general de una mayor productividad en sus trabajos.

- El ciclismo urbano no produce ningún tipo de contaminación atmosférica ni acústica. Se consumen menos recursos naturales en su fabricación que en la de un automóvil, lo cual también supone un menor impacto al medio ambiente.

- En ciudades congestionadas y para distancias de hasta 5-7 km, la bici es el medio de transporte más rápido. 

- Ocupa menos espacio público que los vehículos de motor. Como término medio, un coche utiliza el espacio de ocho bicicletas.


Es deseable que los ayuntamientos y las autoridades de Tráfico fomentaran este medio de transporte, en vez de desanimar a los posibles usuarios de la bicicleta en las ciudades, que es lo que están consiguiendo, en realidad.



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