martes, 5 de marzo de 2013

POR UNA DEMOCRACIA DIRECTA Y RADICAL

Una de las reivindicaciones más repetidas por l@s ciudadan@s en los últimos tiempos es la de reclamar una mejor democracia, pues se ha visto que la que se ha desarrollado en España en los últimos 30 años está llegando a su límite. Ya no basta con acudir a votar cada 4 años, dando carta blanca a los cargos electos para que hagan y deshagan a su antojo, llegando este extremo a su paroxismo con el actual gobierno del PP, que no ha dudado en aplicar medidas totalmente contrarias a las prometidas en su programa electoral de los pasados comicios del 20N. De asegurar que no subirían el IVA (llegando incluso a promover una recogida de firmas para impedir el aumento de este impuesto), que no tocarían la sanidad ni la educación, que los sueldos de los funcionarios y las pensiones no se verían mermados, etc., el gobierno ha pasado a aplicar todo lo contrario, apelando a la herencia recibida y a la situación económica. 

La consecuencia directa de esta democracia representativa es el aumento espectacular de la abstención, motivada por la desafección de la ciudadanía hacia los representantes políticos, que muchos no dudan en calificar como casta, salpicada por los escándalos de corrupción, acusada de actuar a espaldas de la población, de colocarse de forma interesada en listas cerradas que aseguren su elección, sin que los electores puedan decidir nada al respecto. Este es un fenómeno que se está verificando cada vez más a menudo, elección tras elección. La abstención, más allá de una forma de protesta legítima pero silenciosa ante las actuaciones  de los políticos, supone, bajo mi punto de vista, la entrega a los partidos más votados de unas mayorías que no son tales, todo ello ayudado por la deficiente ley electoral que padecemos, lo que dificulta mucho más el acceso de los partidos minoritarios a las instituciones. Esto se ha verificado, sin ir más lejos, en las últimas elecciones generales, en las que se ha entregado la mayoría absoluta al PP con el 53% de los escaños, habiendo recibido solamente el 30% de los votos.

La ciudadanía está reclamando cada vez más un mayor protagonismo en la toma de decisiones. Se está comprobando que la sociedad civil va por delante de las decisiones políticas. Se trataría de superar los viejos esquemas que ya no nos valen, por estar anquilosados y no reaccionar de forma eficaz a las demandas de la sociedad. Más allá de la democracia representativa, es necesario que ésta sea sustituida por una democracia participativa, que suponga que l@s ciudadan@s sean los sujetos activos de la acción política, no meros espectadores de las decisiones tomadas por sus representantes. Pero para ello, hace falta que la gente se despierte de la apatía generalizada, y que no delegue en unos supuestos "líderes" que les aportarán las soluciones milagrosas. Sólo una sociedad activa, comprometida y solidaria con los demás y con el planeta puede dar con las soluciones a la crisis por la que atravesamos.

Cornelius Castoriadis (1922-1997) ya lo expresó en una entrevista concedida en 1991, cuando dijo que "para participar, la gente debe tener la certeza, verificada constantemente, de que entre su participación y su abstención hay una diferencia. Y esto sólo es posible si se trata de participar en la toma de decisiones efectivas, que afectan a sus vidas (...). La participación, en primer lugar, debe arraigarse en lugares donde la gente tiene que asociarse, lo quiera o no lo quiera. Estos lugares existen, al menos formalmente: son las empresas, los servicios públicos, las comunas, los barrios (...). La instauración de una verdadera democracia exige mucho de todos. Supone la autonomía del individuo (...) y la comprensión de que su destino es radicalmente solidario del de todos los demás, que pertenece al mismo planeta que sus semejantes y que actualmente con sus semejantes están destruyéndolo" (*).

Hay que hacer lo posible para que la democracia se vaya perfeccionando, instaurando una democracia participativa o directa que sustituya a la ya limitada democracia representativa.  Eso sólo se conseguirá cuando, por un lado, la participación de la sociedad en la vida política (entendida como conjunto de asuntos que conciernen a l@s ciudadan@s) sea mucho más amplia y, por otra, se den todas las facilidades por parte de las administraciones para que la gente se habitúe a dar su opinión sobre los aspectos de la vida pública, se le dé a la ciudadanía una mayor capacidad de decisión mediante referéndums, consultas vinculantes y se implementen mecanismos que las (no tan nuevas) tecnologías ya permiten para votar, opinar y controlar a los representantes políticos, mediante el llamado Gobierno Abierto, que es aquel que es transparente, participativo y colaborativo. La democracia directa y radical debe ser una reivindicación en todos los aspectos de la vida pública, incluido en el seno de los partidos políticos, que, salvo excepciones (como en EQUO), deja mucho que desear. Pero de eso hablaré en otra ocasión.



(*) Castoriadis, C. Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997). 2006. Katz Editores. Págs 230-231.




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