martes, 26 de noviembre de 2013

POR UNA AGRICULTURA SOSTENIBLE Y FAMILIAR

Ayer leí una noticia que pone en evidencia que las prácticas agrícolas industriales e intensivas están siendo impuestas por las instituciones oficiales, a pesar de los esfuerzos de ciertos agricultores por aplicar métodos de cultivo más acordes con los ciclos naturales de las plantas. Resulta que en Francia un viticultor del departamento de Côte-d'Or, en la región de los vinos de Borgoña, ha sido imputado por los tribunales por "negarse a aplicar medidas de protección contra la flavescencia dorada", una enfermedad transmitida por un insecto llamado cicadela (Scaphoideus titanus), que provoca la muerte de la cepa. El tratamiento impuesto por la prefectura, y que el citado viticultor se ha negado a aplicar, consiste en la fumigación con un insecticida. El agricultor puede ser condenado a 6 meses de cárcel y a pagar una multa de 30.000 euros.

Este viticultor aplica, bien al contrario, métodos naturales para obtener un vino biodinámico, es decir, un vino ecológico obtenido mediante un complejo sistema que incluye preparados vegetales y minerales como aditivos de fertilización y el uso de un calendario astronómico que rige las épocas de siembra, cura y cosecha de la uva, trabajando sobre el equilibrio biológico de la planta. Aunque esta noticia ha creado polémica, porque no son pocos los que creen que ante el peligro de propagación de esta enfermedad hay que aplicar cualquier medio químico a su alcance, también hay muchas personas que quieren aplicar libremente estos métodos tradicionales de cultivo, aunque eso suponga riesgos para la cosecha de uva.

A pesar del intento de imponer la aplicación de este tratamiento químico, muchos estudios alertan del peligro del uso de los insecticidas, que tienen efectos perjudiciales sobre la salud humana, los ecosistemas agrícolas (ejemplo, los insectos beneficiosos), el medio ambiente, en su sentido más amplio (por ejemplo, las especies que no son el objetivo, paisajes y comunidades) y la selección de los rasgos que confieren la resistencia a los insecticidas. 

Aquí se plantean varias preguntas. ¿Hasta qué punto tienen derecho las instituciones a imponer un tipo determinado de cultivo, simplemente porque es el mayoritario? ¿Por qué se decide que el cultivo intensivo que incluye el uso de pesticidas e insecticidas es el adecuado, y se castiga al que pretende obtener su producción de otro modo? Cuando las multinacionales de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados, o comúnmente conocidos como Transgénicos), con la connivencia de los gobiernos, instalan sus plantaciones de maíz o de soja, no se plantean que puedan contaminar las explotaciones vecinas, eliminando por la competencia creada a las variedades tradicionales. Es sabido que los agricultores deben comprar las semillas que vayan a utilizar en semilleros autorizados, pues éstas están patentadas, como cualquier invento al uso, y tienen prohibido guardar las semillas provenientes de su producción para volver a plantarlas, ya que incurrirían en la violación de los "derechos de autor".

El 77% del mercado de las semillas está controlado por una decena de empresas, y sólo tres de ellas (Monsanto, Dupont y Syngenta) controlan el 47% del mercado. Se sabe que el fenómeno de las famosas "puertas giratorias", por las que los responsables políticos pasan a las empresas privadas, con suculentos salarios, una vez que han terminado sus mandatos, y tras haber favorecido a esas empresas en su etapa como políticos, también ocurre en el sector agroalimentario

Cada vez estamos más a merced de las grandes empresas del sector agroalimentario, que nos imponen lo que debemos consumir, con la ayuda de los medios de comunicación que intentan crear una alarma social, desprestigiando a la agricultura ecológica frente a la industrial y atacando a los consumidores de este tipo de productos. Es evidente que la obesidad y las enfermedades cardiovasculares son dos de los grandes males de nuestro tiempo, debido a este modelo capitalista de producción-consumo, modelo que se quiere extender al resto del mundo. Frente a este modelo, es hora de poner en valor la agricultura familiar, ecológica, independiente de las grandes multinacionales, de producción local, no especulativa, que garantice la soberanía alimentaria. Y este tipo de agricultura debe ser fomentada por la UE, ahora que se avecina el 2014, año de las elecciones europeas y Año Internacional de la Agricultura Familiar


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