martes, 2 de agosto de 2011

ALTO A LA REPRESIÓN EN SIRIA

Frente a la brutal ofensiva que el ejército de Bashar Al Assad está realizando al pueblo sirio, que ha causado hasta ahora entre 1400 y 2000 muertes, según todas las agencias de información, es necesario que la llamada comunidad internacional reaccione de alguna manera. Organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional (ver enlace) y Human Right Watch (ver enlace) piden una respuesta urgente de la ONU y denuncian la muerte y la tortura sistemática de manifestantes. Estas organizaciones no son precisamente sospechosas de ser manipuladas por los gobiernos. Rusia, China y Brasil amenazaban en junio con impedir que la ONU condene la represión, los dos primeros países utilizando su derecho a veto en el Consejo de Seguridad. Sin embargo Rusia, en las últimas horas, ha condenado el ataque de las fuerzas sirias (ver enlace). La ONU, a través de su Secretario General, ya ha condenado los ataques del ejército regular sirio. China continúa haciendo la vista gorda. 

A los países occidentales no les interesa entrar en el conflicto sirio, según algunas fuentes, porque una escalada bélica en Oriente Medio recrudecería la ya delicada situación árabe-israelí. La UE ya ha iniciado tímidamente una serie de sanciones a cuarenta dirigentes sirios, incluido el presidente Al Assad, congelando sus bienes e impidiendo su entrada a territorio comunitario. A estas sanciones debería sumarse un embargo de armas (Rusia es el principal proveedor de armas al régimen sirio) y la denuncia al Tribunal Penal Internacional.

Los intereses comerciales no pueden ser impedimento para que se condene la represión y se realicen acciones encaminadas a detener la masacre. Si todos estamos de acuerdo en que la democracia, por imperfecta que ésta sea en los términos actuales (ahí estamos para que cambie hacia una versión más participativa), es el mejor de los sistemas, ¿por qué no apoyar su implantación en los países árabes? Para algunos es mejor que los regímenes corruptos y totalitarios se mantengan, apelando a la maldad intrínseca de la ONU y a la búsqueda desinteresada del bien de los pueblos árabes por parte de los dirigentes, se llamen Gadafi o Al Assad. Esta postura es, como poco, incomprensible.


La llamada revolución árabe es imparable.

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