Mientras avanza el mes de agosto, Rajoy esconde la cabeza en la casa rural alquilada en su Galicia natal, esperando que amaine la tormenta de su comparecencia trufada de "fines de las citas", y la mayoría de los medios de comunicación llenan su espacio y su tiempo con noticias estivales mezcladas con sucesos, las últimas declaraciones de los ídolos deportivos, los avatares de la Bolsa y temas locales que exprimen hasta la saciedad, hay un fenómeno que continúa implacable su avance. Me refiero al cambio climático.
Un nuevo estudio realizado por Richard Zeebe, de la Universidad de Hawai, en Manoa (Estados Unidos), y publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences', sugiere que el calentamiento futuro por la quema de combustibles fósiles podría ser más intenso y de mayor duración de lo que se pensaba. El estudio revela que el calentamiento amplificado y prolongado debido a la constante quema de combustibles fósiles aumenta la probabilidad de que las grandes capas de hielo como la de Groenlandia se derritan, lo que llevará a una importante subida del nivel del mar. Ya en mayo de este año supimos que se habían superado por primera vez las 400 ppm (partes por millón) de concentración de CO2 en la atmósfera, aunque esta noticia sólo tuvo un leve eco en los informativos.
Los gobiernos de los principales países del mundo, a pesar de reunirse cada cierto tiempo para tratar este asunto, nunca llegan a conclusiones claras ni adoptan medidas concretas para frenar este fenómeno, pues estiman seguramente que nos les afectará ni a ellos ni a sus descendientes más cercanos, demostrando una vez más el cortoplacismo en el que se mueven. Están más preocupados por la última encuesta de opinión, por las valoraciones otorgadas por los sondeos o pensando en la próxima cita electoral que por las consecuencias que el cambio climático puede acarrear.
Y sin embargo, otro estudio, esta vez de la Universidad de Berkeley publicado por la revista Science, nos dice que para 2050, las guerras, asaltos, revueltas y violaciones se multiplicarán por culpa del cambio climático provocado por nosotros mismos. La explicación la encuentran en los conflictos generados por la sequía, la falta de agua y las consecuentes pérdidas en la agricultura, entre otras cosas, sobre todo en los países más pobres. En los países ricos se verifica una correlación estadística entre una mayor temperatura y una mayor tasa de criminalidad.
El descenso de las emisiones de CO2 en España fue de un insignificante 1,9% en 2012 con respecto al año anterior, pero fue debido principalmente a los efectos de la crisis económica. Pero la intención de los gobiernos de volver a la situación anterior a la crisis nos dice a las claras que la lucha contra el cambio climático no está en sus agendas. Casi ningún partido político cree realmente en que esta lucha debe ser una prioridad, como se ve en el apoyo que se hace a las energías contaminantes (carbón, fracking...) y al desprecio que se demuestra a las energías renovables, llegando a multar hasta con 60 millones de euros a quienes se autoabastezcan de electricidad sin pagar a las compañías eléctricas.
Mientras el cambio climático sea considerado un fenómeno residual por parte de los gobiernos, si no una invención de los científicos, iremos abocados a sufrir un siglo XXI que nos puede deparar acontecimientos que, comparados con los actuales conflictos, pagaremos muy caro. Y no es catastrofismo. Basta con escuchar a las voces autorizadas que dedican su vida a estudiar este fenómeno.
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