Al igual que el Mar Menor, la huerta de Murcia se muere. La que en otro tiempo fue llamada la huerta de Europa languidece poco a poco, víctima de múltiples atentados ambientales y al patrimonio histórico, unos más visibles que otros. Solo de vez en cuando encontramos bancales perfectamente acondicionados y en uso agrícola. Construcciones faraónicas de dudoso gusto, algunas ilegales, pueblan los bancales junto a casas semi-ruinosas y abandonadas; toneladas de basura, latas, botellas de plástico, bolsas y envoltorios de todo tipo, se acumulan en los bordes de los caminos, acequias y carriles, hasta el punto de constituir lo que se ha llamado la 'basuraleza', residuos que se dejan en la naturaleza, afeando y contaminando la huerta; acequias entubadas; edificios históricos (molinos, torres, casas señoriales), muchos de ellos catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC), abandonados a su suerte; talas indiscriminadas de árboles centenarios; carreteras y autovías que atraviesan la huerta sin ningún miramiento, arrasando bancales y dividiendo el territorio; quemas de rastrojos; urbanizaciones que, al calor de la burbuja inmobiliaria de hace 15 años, se multiplican en los arrabales de las pedanías de Murcia; cientos de gigantescos paneles publicitarios que jalonan las vías de comunicación, formando una barrera visual al paisaje de huerta.
Los diferentes equipos de gobierno del Ayuntamiento que se han sucedido en la Glorieta no han dudado en citar a la huerta de Murcia cuando se trata de promocionar el turismo, además de anunciar a bombo y platillo sucesivos planes de recuperación que nunca llegan a efecto, que no van más allá de señalizar algunos carriles de la huerta con señales de tráfico destinadas a las bicicletas, planes que se sacan a colación sobre todo en periodo electoral, como un aspecto de cita obligada en los programas electorales, pero que, a la hora de la verdad, se quedan en el cajón. Eso sin hablar de que, en las fiestas de Primavera, se llega al paroxismo de la exaltación huertana, para volver al ostracismo pasadas las celebraciones festivas.
Precisamente en esas fechas tuve la oportunidad de viajar a Lanzarote, la isla más oriental del archipiélago canario, y hubo algo que me llamó la atención. En la zona rural, las pequeñas poblaciones cuidan muy bien su entorno, no se ve basura, las casas están perfectamente integradas en el paisaje, por no haber no hay ni vallas que rodean a las casas ni, por supuesto, vallas publicitarias que afean el paisaje. No es casualidad que Lanzarote fuera designada como Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993. Ver, sin embargo, cómo la huerta ha perdido las características que la hicieron única es algo que lleva a un estado compartido entre la indignación y la pena al pensar en el contraste entre lo que podría ser y lo que décadas de desidia y desatención por parte de las administraciones han permitido que sea.
Afortunadamente, contamos con diversas organizaciones que luchan día a día para conservar y hacer respetar la huerta murciana, asociaciones vecinales, grupos ecologistas o Huermur, Asociación para la Conservación del Patrimonio de la Huerta de Murcia, que llevan años denunciando los atentados perpetrados contra el patrimonio cultural, ambiental y etnológico de la huerta de Murcia.
Esperemos que el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Murcia atienda las reivindicaciones de los diferentes colectivos de defensa de la huerta, y que hagan efectivas medidas para recuperar y conservar este patrimonio que, hasta ahora, ha sido muy maltratado por las instituciones.
Artículo publicado el 30 de abril en eldiario.es:
https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/recuperemos-huerta_132_8956174.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario