Recién entrados en el verano, algunos datos nos confirman que el cambio climático está aquí para quedarse. Las sucesivas olas de calor que asolan nuestro país, el comienzo de la temporada de incendios, inaugurada con el terrible incendio que ha sufrido Portugal, la falta de agua en el sureste para la agricultura, son signos que nos indican que, año tras año, las consecuencias del fenómeno ambiental de dimensión global por antonomasia son cada vez más graves, pero nuestros gobernantes aún no se han dado por enterados.
Según los expertos, las crecientes olas de calor que sufrimos son debidas a la cada vez menor diferencia de temperatura entre el Ecuador y el Polo Norte, por lo que son atraídos hacia Europa masas de aire del norte de África, aire seco y muy cálido. Nuestra región es la zona más sensible a estas olas de calor, asociadas a periodos prolongados de sequía y ausencia de precipitaciones. Está comprobado que el Ártico está cada vez más caliente. Sin ir más lejos, se ha recopilado la evolución de las temperaturas en el Ártico entre 1958 y 2016. En diciembre de 2016 se observó una anomalía en el Polo Norte, por el que esta región está 20ºC más caliente de lo que debería en esa época del año. La subida de las temperaturas por encima del punto de congelación hace que el hielo ártico se derrita, que se acelere la emisión del metano encerrado durante milenios en el permafrost, capa permanentemente helada, hasta ahora, gas que tiene un efecto invernadero 23 veces más elevado que el CO2, por lo que entramos en una espiral de aumento de emisiones, agravamiento del calentamiento global y mayor frecuencia de olas de calor.
“El modelo agrícola intensivo en nuestra región es demandante de cantidades ingentes de agua, y dependiente de un trasvase de una cuenca, la del Tajo, cada vez con mayor escasez de caudal”
En cuanto a la escasez de agua, asistimos día tras día a la falta de imaginación del sector agrícola, volviendo a a reclamar agua de donde sea y como sea, apoyados por el partido que gobierna en la Región de Murcia desde hace 22 años, que prometió, en un ejercicio de populismo irresponsable, que los agricultores murcianos tendrán agua “para siempre”, llegando a definirse nuestro flamante presidente como “trasvasista”, e ignorando, no sé si de forma premeditada, que la escasez de agua será algo con lo que tendremos que convivir a partir de ahora. El modelo agrícola intensivo que se practica en nuestra región, con productos que van destinados principalmente a la exportación, es demandante de cantidades ingentes de agua, y dependiente de un trasvase de agua de una cuenca, la del Tajo, que está cada vez en condiciones de mayor escasez de caudal. Los embalses de cabecera (Entrepeñas y Buendía), origen del trasvase Tajo-Segura, se sitúan en el 15% de su capacidad total y por debajo del umbral mínimo no trasvasable. Seguir reclamando agua de donde no hay es de una gran irresponsabilidad.
¿Y qué soluciones se barajan ante los problemas que sufrimos? Según los expertos, la prevención de los incendios forestales a medio y largo plazo pasa por la reactivación del mundo rural, mejor modo de garantizar la correcta conservación de los bosques, con la ganadería extensiva como método natural de limpieza de montes, con una política silvícola que apueste por especies arbóreas autóctonas, huyendo de las especies de crecimiento rápido, elegidas para su aprovechamiento económico, pero de gran capacidad combustible. En cuanto al problema del agua, según la Fundación Nueva Cultura del Agua, se impone un cambio de modelo productivo agrícola y turístico, con la gestión de la demanda como medio para adecuar las actividades económicas a la disponibilidad de agua, y no al revés, como se ha ido haciendo hasta ahora, al tiempo que se declare una moratoria para todos los proyectos planteados de consolidación y ampliación de regadíos, de acuerdo a lo establecido por la Directiva Marco del Agua.
De nuestra adaptación a las nuevas condiciones que nos impone el cambio climático dependerá nuestro desarrollo futuro, que tiene que ir unido indefectiblemente a la toma en consideración de los límites ambientales que nos pone la Naturaleza. Ir en contra de esas condiciones es condenarnos a que la situación se agrave en un futuro próximo, siendo cada vez más difícil la solución.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:
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