Una vez más, y tal y como ocurre cuando los ríos de las cuencas del norte de España van cargados de caudal, como consecuencia de las recientes lluvias y nevadas, en la Región de Murcia resurgen los comentarios acerca del “agua que el Ebro arroja al mar”, considerando los cauces de los ríos como simples tuberías que transportan agua de un sitio a otro, y obviando que las crecidas son una parte importante del ciclo fluvial. De nuevo hay que hacer pedagogía sobre las dinámicas de los ríos. Según la Fundación Nueva Cultura del Agua, las crecidas distribuyen y clasifican los sedimentos y ordenan la vegetación, y también lo limpian de especies invasoras y de poblaciones excesivas de determinadas especies, como las algas que han proliferado en los últimos años en tantos cauces.
“López Miras pasa por alto que la construcción de una obra faraónica del calibre del trasvase Ebro-Segura sería económica y ambientalmente insostenible”
Cuando el presidente López Miras se alarma porque “el río Ebro ha arrojado al mar en solo doce horas los hectómetros cúbicos de agua que necesitamos en la Región para todo un año”, pasa por alto que la construcción de una obra faraónica del calibre del trasvase Ebro-Segura sería económica y ambientalmente insostenible. Se estima que el coste real de esta obra superaría los 23.000 millones de euros, con una financiación parcial por parte de la UE. Sin embargo, la propia administración europea ya advirtió en 2014 que la planificación hidrológica española no cumple con varias de las exigencias de la Directiva Marco de Agua, sobre todo en lo concerniente a la construcción de las nuevas presas necesarias para este objetivo, así como a la justificación de los costes, normalmente indicados a la baja.
En nuestro país, tras estos episodios de crecidas catastróficas, se suele apelar a soluciones tecnológicas, con la construcción de motas, embalses y diques, además de sacar a relucir de nuevo la famosa “interconexión de cuencas”, contemplando esta posible situación de una manera a menudo simplista. Los especialistas advierten continuamente de las consecuencias ambientales y sociales de la realización de los grandes trasvases, debidas a la construcción de embalses y de conducciones. España ya cuenta con 1.225 grandes embalses, somos el quinto país del mundo con más infraestructuras de este tipo y el primero de la UE, y nuestros sistemas fluviales son de los más regulados del mundo. La interconexión de cuencas necesitaría aún de más infraestructuras.
La construcción de nuevos embalses supondría la desaparición de todo lo que queda dentro del vaso del embalse, incluido el desplazamiento forzoso de la población de la zona, y el impacto generado sobre el ecosistema fluvial, debido a la alteración importante en el régimen de caudales del río aguas abajo, con la pérdida de biodiversidad. Por su parte, la construcción de conducciones implicaría un efecto barrera para la fauna terrestre, impidiendo el tránsito natural de las especies de un lugar a otro; además, se produciría la introducción de especies alóctonas en las cuencas receptoras, produciendo desequilibrios ecológicos importantes.
La llegada de más agua de otras cuencas a la Región de Murcia, viendo los antecedentes, implicará un incremento insostenible en la demanda de los recursos hídricos, asociado al aumento de los regadíos y propiciará aún más la sobreproducción de productos agrícolas destinados a la exportación que únicamente favorecen a los grandes grupos empresariales, frente a los pequeños agricultores, sobre todo los que usan prácticas agroecológicas.
Por otro lado, las consecuencias catastróficas de las inundaciones son debidas, casi siempre, al hecho de haber ignorado el espacio modelado por las crecidas, habiendo permitido las distintas administraciones la construcción de bloques de viviendas, granjas, escuelas, polideportivos, industrias, garajes y todo tipo de infraestructuras en las zonas inundables de los ríos. Se calcula que en España hay más de 50.000 construcciones ilegales en el dominio público hidráulico, y que más de 700.000 españoles viven en zonas de riesgo de inundación.
Frente a esta situación, el sentido común nos dicta que, en un contexto de cambio climático, la manera de gestionar nuestros ríos de forma sostenible pasa por varias medidas, ampliamente repetidas por expertos ecólogos, partidos verdes y organizaciones ecologistas: aplicar una adecuada gestión de la demanda de agua, frente a la gestión de la oferta; respetar a los ríos, su función, su territorio y su dinámica; potenciar el uso de las desaladoras ya construidas, invirtiendo en investigación para la utilización de fuentes renovables de energía para la producción y distribución de agua desalada a un menor precio; y, sobre todo, es urgente un cambio en el modelo productivo agrícola, para salir de los procedimientos industriales, intensivos y contaminantes actuales.
Artículo publicado en La Crónica del Pajarito:
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