Casi dos meses después de celebradas las elecciones generales del 20D, sin que aún se haya formado gobierno en nuestro país, y a medida que se acerca la fecha de la investidura del próximo presidente del gobierno, los poderes financieros, políticos y mediáticos “oficiales”, tanto de España como de las instituciones europeas, aprietan el acelerador para ir mandando mensajes subliminales (y no tanto) a la sociedad española sobre la influencia negativa de la incertidumbre política en la tasa de crecimiento económico. Tanto el informe del BBVA como las declaraciones de la Comisión Europea y del ministro De Guindos van, curiosamente, en el mismo sentido, alertando de las “dudas en los mercados” y la “falta de confianza” que genera la ausencia de gobierno en nuestro país.
Paralelamente, desde los medios más afines a esos poderes se pone el acento en una serie de datos que pretenden trasladar la idea de una cierta recuperación económica en 2015, datos referidos al aumento de la compraventa de viviendas (en un 11%) y de consumo de cemento, así como de venta de automóviles (más de un millón de unidades vendidas el año pasado, casi un 21% más con respecto al año anterior). A esto se añade el bajo precio del petróleo que, en teoría, debería repercutir en las economías tanto domésticas como empresariales. Sin embargo, estas noticias reflejan, más bien, el intento del gobierno en funciones, con la connivencia de los poderes financieros, de hacer saltar las alarmas en la sociedad española si llegara el caso de un acuerdo entre los partidos más a la izquierda del panorama político, por medio de la estrategia del miedo, anunciando toda una serie de catástrofes económicas, territoriales e incluso la reactivación de ETA, tal y como ha declarado el ministro del Interior, si ese gobierno llegara a constituirse.
Utilizar ahora los mismos indicadores de riqueza es volver a taparse los ojos con una venda
De nuevo se apela al crecimiento económico como solución de todos los males, y se añoran las cifras de aumento del PIB de antes de la crisis, entre los años 1994 y 2007, cuando se superaba el 4% anual. Pero se obvia que ese crecimiento económico tuvo un fuerte componente especulativo, revalorizándose el patrimonio inmobiliario y los activos financieros muy por encima de la economía real, siendo este modelo de producción y consumo despilfarrador de energía, cada vez más contaminante y emisor de cantidades ingentes de gases de efecto invernadero. Además, estuvo acompañado por el deterioro de las condiciones sociales de gran parte de la sociedad y por el aumento de la diferencia entre ricos y pobres, así como de la deuda externa. Y se da la circunstancia de que el final de ese periodo coincide con el inicio de los mayores casos de corrupción, casos que ahora están saliendo a la luz. Esas consecuencias negativas del crecimiento se fueron acrecentando en los años de crisis, llegando hasta la situación actual. De aquellos barros, estos lodos. Pretender ahora utilizar los mismos indicadores de riqueza que entonces (venta de pisos y coches, consumo de cemento) es volver a taparse los ojos con una venda y no percibir los aspectos negativos que la búsqueda del crecimiento “per se” traen consigo.
Por otra parte, basar la recuperación económica en los bajos precios del petróleo y en el aumento del consumo constituye una huida hacia adelante y nos hace ser excesivamente dependientes de los avatares especulativos de los costes de la energía. Son muchos los que opinan que este mantenimiento bajo de los precios del crudo son intencionados para, por un lado, perjudicar a los países que buscan otras fuentes no convencionales (mediante fracking) y, por otro, para golpear a las energías renovables, en un momento en que están teniendo mayor presencia en el “pool” energético. Y aumentar el consumo de bienes no hace sino reincidir en las causas de la crisis ecológica por la que atravesamos, aumentando tanto el uso de recursos finitos como la generación de residuos y la emisión de gases a la atmósfera.
Seguir insistiendo en un modelo productivo basado en el crecimiento económico y en la especulación financiera, tal y como nos venden desde el gobierno, en el momento en el que estamos, al borde de una nueva recesión, es volver a negar la necesidad de un cambio profundo en los paradigmas que rigen este sistema. Cuanto antes se perciba esa necesidad, antes empezaremos a vislumbrar un cambio positivo.
Artículo aparecido ayer en La Crónica del Pajarito:
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